En estos días próximos a las Navidades, en las redes sociales, los periódicos, las revistas, etc., nos topamos con multitud de consejos sobre los mejores regalos para ofrecer a los niños en estas fiestas.
Gracias a esta información, que en su mayoría me parece muy útil y necesaria, nos podemos hacer idea, por ejemplo, de cuales son los juguetes más educativos, los más ecológicos, los más respetuosos o los menos sexistas.
Por otra parte, frente al bombardeo publicitario que, en estas fechas, reciben los niños, resulta imprescindible que las madres y los padres realicemos una labor de moderación para evitar infundirle a nuestros hijos, y desde muy pequeños, un modo de vida centrado en el consumismo excesivo.
Recibir un número cuantioso de obsequios o que estos sean los más caros, jamás será sinónimo de felicidad en una criatura. Muy al contrario, un número muy elevado de regalos o, a edades muy tempranas que estos sean demasiado sofisticados, puede llegar a abrumar a un pequeño y causarle estrés.
Por esta razón, me alegra mucho constatar que, en los últimos años, cada vez más familias se esfuerzan por regalar de forma consciente.
El tiempo perdido no vuelve
Por mi parte, hoy quiero escribir sobre el que considero que es el mejor regalo que podéis ofrecerle a vuestra familia y, sin lugar a dudas, el que más va a beneficiar y más van a disfrutar vuestros hijos: pasar tiempo con ellos.
En esta sociedad de tanto estrés y trabajo, aunque el tiempo sea gratuito, resulta muy costoso sacarlo para poder dedicárselo con detenimiento a nuestros hijos.
El tiempo se ha convertido en un bien tan escaso como valioso.
El tiempo perdido no vuelve; el tiempo que dedicamos al trabajo o a preocuparnos por naderías, es tiempo que perdemos de estar con nuestros hijos, de compartir juntos momentos tanto cotidianos como extraordinarios y de verles crecer.
Como padres, como madres, deberíamos valorar el tiempo que pasamos con nuestros hijos como una prioridad máxima en nuestras vidas, sin embargo, las exigencias económicas y laborales de nuestra sociedad nos lo pone muy difícil.
Nuestro tiempo es nuestra posesión más valiosa. Los hombres grises de Momo lo sabían y por eso se esforzaban tanto por robar el tiempo de las personas.
"Cada vez se volvía más nervioso e intranquilo, porque ocurría una cosa curiosa: de todo el tiempo que ahorraba, no le quedaba nunca nada. Desaparecía de modo misterioso y ya no estaba" (Momo, Michael Ende).
El reto de los 15 minutos al día
En consulta, cuando detecto que el “problema” del niño (bajo rendimiento escolar, mal comportamiento, etc,) puede deberse a falta de apego y de contacto con sus padres, les propongo que realicen, en casa, un sencillo ejercicio juntos.
El reto consiste en pasar 15 minutos al día jugando con sus hijos, tirados en el suelo de su habitación sin ninguna otra obligación que estar allí presentes para jugar a lo que los niños pidan.
Por supuesto, durante estos 15 minutos no pueden estar pendientes de cualquier otra ocupación y el móvil debe estar desconectado para evitar caer en la tentación de consultar el correo electrónico o las redes sociales.
La cruda realidad es que, a día de hoy, ninguno de estos padres (durante las primeras semanas, hasta que logramos implantar de forma eficaz este hábito), ha logrado dedicar esos 15 minutos diarios a estar disponibles para jugar con sus hijos.
Semana, tras semana, cuando vuelven a consulta y les pregunto cómo les ha ido, ninguno lo ha conseguido más que dos o tres días.
Siempre surge alguna prioridad para posponer el momento (el trabajo, el email, la cena, la ducha, etc.), nunca encuentran tiempo para aparcarlo todo y dedicarse en exclusividad a sus hijos.
¿Qué es lo que más necesitamos de pequeños?
Ante esta actitud, el mensaje que reciben sus hijos es que ellos no tienen importancia para sus padres, que son su última prioridad y que no merecen recibir su tiempo.
Esta idea, acompañada de un sentimiento de profunda soledad y de una angustiosa sensación de vacío, va calando en sus mentes tan profundamente, que llega a afectarles negativamente en su autoestima, en la imagen que de ellos mismos elaboran y en la confianza en su persona.
Durante toda su vida, estos niños que se sienten solos y abandonados, cargaran con estas emociones, sensaciones y sentimientos desoladores.
Cuando le pregunto a mis pacientes qué es lo que más hubieran necesitado de pequeños, una de las respuestas más habituales es: “más momentos agradables y positivos con mis padres”.
Muchas personas sienten este vacío, esta necesidad de atención y, ya adultos, no encuentran la forma de colmar el hueco que la ausencia de sus padres les dejó.
Los niños viven sus infancias necesitados de tiempo con sus padres, por eso, el regalo más importante que te propongo estas Navidades para tus hijos es que busques momentos para estar con ellos.
Cambia tus rutinas, cambia tus prioridades, piensa en lo fundamental que es para tus hijos tu presencia y tu compañía.
Recuerda que el tiempo es gratuito y que no tienes que hacer nada espectacular para pasarlo con tus hijos. No es necesario que hagáis un viaje, ni que les compres una tablet último modelo para entreteneros juntos.
A veces, pasar tiempo con ellos, puede resultar tan sencillo como sentarte a su lado y preguntarles qué están haciendo. En realidad, no necesitas proponerles siempre una actividad, en vuestro tiempo en común, también es importante que ellos también tomen la iniciativa y decidan a qué quieren jugar.
Al fin y al cabo, de lo que se trata es de que se sientan acompañados, valorados, escuchados y sobre todo amados de forma incondicional.
Tu atención respetuosa, tu presencia y tu amor son los mejores regalos que van a recibir en sus vidas.
Estas Navidades olvidemos el consumismo y centrémonos en lo que realmente es importante para los niños.
Tus hijos no necesitan nada material, solo te necesitan a ti.