Preadolescencia: cuándo llega y cómo se manifiesta

Dejar de ser niño para convertirse en adolescente no es sencillo. La preadolescencia es una etapa compleja, entre la niñez y la adolescencia, marcada por profundos cambios físicos, emocionales y de personalidad.

preadolescencia cuando y como se manifiesta

Existe una etapa poco conocida en nuestra sociedad, en la que los niños dejan de ser niños, pero aún no son adolescentes, la preadolescencia. Podríamos situarla, aproximadamente, entre los 9 y los 12 años, con amplios márgenes en los extremos. Es una época crucial en el desarrollo de la personalidad, por ello, debemos conocerla bien para poder acompañar a nuestras hijas e hijos de la forma que realmente necesitan.

En este periodo de transición, entre la niñez y la adolescencia, los cambios que se producen sorprenden mucho a los padres. Nuestros hijos ya no son los niños pequeños a los que estábamos acostumbrados.

Aparecen cambios físicos importantes y comienzan a manifestar mayor independencia emocional.

Estos cambios de comportamiento y emocionales no son aleatorios o caprichosos, sino que se deben al proceso madurativo que se está produciendo en su cuerpo y en su cerebro.

Justo en este periodo, aparecen los primeros signos (vello corporal, acné, crecimiento de mamas y testículos) de los profundos cambios físicos y hormonales que concluirán en la adolescencia.

Una época de muchos cambios

Los preadolescentes se debaten entre el duelo por la inocencia y la despreocupación de la infancia, y las ganas de ser mayores y ser tratados como tales. A veces quieren jugar y otras sienten la necesidad de estar solos sin adultos. A veces ríen con ganas y otras lloran o se enfadan desesperados.

Buscan con ahínco su lugar en el mundo y necesitan, para lograr encontrarlo, todo nuestro apoyo y amor incondicional.

El término “preadolescencia” puede inducir a no valorar esta etapa y llevarnos a considerarla, simplemente, como una transición insustancial hacia la adolescencia, pero la realidad es que son unos años muy importantes, con unas características propias bien definidas. Veamos algunas de estas.

  • Se debaten entre crecer o no crecer

Sienten que están creciendo y se resisten a abandonar la infancia (despreocupada y feliz). Por otro lado, la adolescencia les parece una etapa llena de incertidumbres. A veces se sienten como en tierra de nadie, ni son niños, ni son adolescentes. Necesitan encontrar su lugar en el mundo.

Consejo: Apoyarles en su crecimiento, darles seguridad y mostrarles los beneficios de crecer.

  • Tienen dudas y sufren problemas de autoestima

Los cambios físicos, por más que siempre hayan sido niñas o niños con alta autoestima, pueden conllevar problemas de inseguridad. Se ven diferentes, aparece el acné, ya no les gusta la ropa ni los colores de cuando eran pequeños. Algunas niñas o niños pueden llegar a obsesionarse por su peso y su físico.

Consejo: Necesitan volver a sentirse bien y a gusto con su cuerpo. Somos su modelo de referencia. Tenemos que mostrar respeto por nuestro cuerpo y el de los demás, de esta forma, ellos aprenderán a sentirse a gusto tal y como son.

  • Buscan más independencia

Cada vez buscan pasar más tiempo solos, leyendo, escuchando música o con los amigos (pero sin adultos). Buscan su propia personalidad, diferente de la de sus padres. Muestran de forma contundente su rechazo hacia las propuestas de los adultos, reafirman su Yo. Sin embargo, aunque parezca que se oponen a nosotros en casi todo, confían muchísimo en nuestro criterio y nuestra opinión.

Consejo: respetar su espacio, haciéndoles saber que estamos disponibles por si nos necesitan.

  • Se hacen preguntas y muestran nuevos intereses

Necesidad constante de información. Quieren saber. Son exploradores. Se muestran interesados por todo. Cuando se apasionan por un tema lo exploran a fondo y desean comunicar todo lo aprendido.

Consejo: no muestres rechazo por sus intereses, foméntalos, acompáñale en su aprendizaje.

  • Se dejan llevar por la amígdala y la CPF (Corteza PreFrontal)

En la preadolescencia la amígdala se comporta de forma hiperreactiva, lo que se traduce en reacciones emocionales muy intensas y cambiantes. Además la CPR, que se encarga de regular esas emociones, aún está en proceso de maduración, por lo que es normal que aparezcan enfados, gritos e insultos, incluso, en niños que eran muy tranquilos.

Consejo: Paciencia. No tomar como algo personal sus ataques o sus insultos en los momentos de enfado. Más tarde, cuando pase la crisis, dialogar con ellos sobre lo sucedido. El diálogo es nuestro recurso más importante.

  • Se aburren, se presenta el desorden y los despistes

Los cambios en el cerebro y en su cuerpo les produce un verdadero torbellino físico y emocional. Se cansan, sus horarios cambian (no quieren madrugar, prefieren trasnochar), se aburren con más facilidad, se olvidan de las cosas, tropiezan. También comienzan a rechazar comidas que antes devoraban y, en sus cuartos, acumulan sus pertenencias sin orden o concierto.

Consejo: Respeta la exploración de su yo. Está madurando, autoconociéndose.

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