Tus hijos te conectan con tu propia infancia

La crianza de nuestros hijos puede ayudarnos a superar nuestras carencias para no trasmitírselas a ellos.

crianza hijos como superación

La llegada de un bebé provoca innumerables cambios en nuestras vidas, entre ellos, profundos sentimientos de ambivalencia.

Si bien, tener un hijo o una hija y acompañarle en su crecimiento supone una enorme alegría, la crianza también nos coloca frente a situaciones muy complejas, hasta estos momentos, desconocidas para nosotros. Muchos acontecimientos que vivimos a diario junto a nuestros hijos, nos conectan con nuestra propia infancia, muchas veces, con buenos recuerdos, pero también, muchas otras, con otros más duros y desagradables.

En este artículo, quiero hablaros de cómo podemos aprovechar la crianza de nuestros hijos para sanar nuestras historias personales.

Cómo sanarnos a través de los hijos

Si tienes hijos, seguro que en alguna ocasión, mientras le mecías, habrás recordado, sin necesidad de hacer ningún esfuerzo, alguna canción de cuna que te cantaban cuando eras pequeña. En estos momentos en los que estás acunándole por la noche, la memoria viaja entre el presente y el pasado, y te conecta con situaciones similares que tú misma viviste cuando tenías una edad parecida a la de tu hijo. Por este motivo, aunque no nos hubiéramos acordado de ellas durante décadas, podemos evocar aquellas canciones o juegos antiguos que estaban guardados en el fondo de nuestra memoria.

De la misma forma, otras situaciones de la crianza nos conectan con expresiones y actitudes más desagradables que, en su momento, nuestros padres mostraron hacia nosotros.

Pongamos el caso, por ejemplo, de que nuestro bebé se mancha cuando está comiendo o vuelca su plato sobre la mesa. Al instante, comenzamos a percibir en nosotros una ansiedad desproporcionada.

Racionalmente, comprendemos que la situación no es tan grave, pero nuestra respuesta emocional de angustia ante la suciedad, sin que podamos controlarla, nos invade. Las sensaciones que estamos experimentando ante estas circunstancias son un vestigio de las que sentíamos cuando éramos nosotros los bebés que ensuciaban y los adultos de nuestro alrededor se enfadaban, nos regañaban o nos gritaban. Podríamos decir que, ante circunstancias semejantes, experimentamos una regresión, en vivo, a nuestro pasado.

En otras ocasiones, puede que nos sorprendamos hablando o actuando tal y como lo hacían nuestros padres con nosotros. Quizá, antes de tener a nuestros hijos, nos propusimos no repetir con ellos lo que tanto detestábamos que hicieran con nosotros, sin embargo, frente a algunas situaciones de tensión y de cansancio, nuestro inconsciente nos juega una mala pasada y nos hace repetir justo aquello que tanto daño nos causó en nuestra infancia.

La maternidad o la paternidad nos conecta con las luces y las sombras de nuestro pasado, lo que nos ofrece una oportunidad única para poder elegir entre repetir las mismas actitudes de nuestros padres o aprovechar estas situaciones de conexión con el pasado para sumergirnos en nuestra historia para sanarla.

En los últimos años, muchas madres, y también algunos padres, me han solicitado terapia para trabajar estas reacciones descontroladas, limpiar su pasado y sanar su presente.

La motivación principal que, con frecuencia, me expresan, es la de no repetir con sus hijos lo mismo que les hicieron a ellas. De esta forma, evitarán cargar a sus pequeños con las mismas emociones negativas que ellas llevan arrastrando toda su vida. Además, también lograrán romper con la larga cadena de maltratos familiares que puede remontarse infinidad de generaciones en el pasado.

Muchos son los ejemplos que podría citar para mostrar estas conexiones con el pasado a través de los hijos. Recuerdo el caso de Mario, que no podía soportar que su hija trepara a los árboles o hiciera algo que él consideraba peligroso. Ante cualquier situación que él sentía como arriesgada, siempre se adelantaba para coger de la mano a su pequeña o, directamente, le prohibía que lo hiciera. En terapia, recordó que, cuando él era pequeño, su familia le inculcó un miedo paralizante a todo lo que entrañase el más mínimo riesgo. Él creció limitado y estaba repitiendo lo mismo con su hija.

Patricia sentía altos niveles de tensión y un enorme enfado contra su hijo cuando éste debía tomar alguna medicación y se negaba a hacerlo. Ella misma se daba cuenta de lo exagerado de su reacción, pero era incapaz de controlarla. Como podéis imaginar, Patricia fue una de esas niñas forzadas a tomar sus medicinas en la infancia. Recordaba, incluso, una escena en la que su padre la sujetaba mientras su madre la obligaba a tragar la cápsula de turno introduciéndosela con violencia en la boca y tapándosela hasta que se la tragó.

Como hemos visto en este artículo, ciertas situaciones de nuestro presente, pueden conectarnos directamente con nuestro pasado. Esta coyuntura, lejos de tomarlo como algo negativo o como un problema, tenemos que interpretarla como una señal o una oportunidad para enfrentarnos a nuestro pasado y sanarlo. Leemos con frecuencia la expresión de que “nuestros hijos son nuestros maestros”. Y esto es así, porque son precisamente ellos los que vienen a señalarnos dónde se encuentran nuestras sombras, nuestros temas pendientes que hemos de trabajar.

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