Dejar ir.
Sobreponerse al apego.
Enfrentarse a los miedos.
Dejar ir como la que suelta el cabo que ata la barca en lo que va aquello que más quiere.
Pero que en tierra firme se muere.
Dejar ir y sentir pena, sí.
Porque la pena es inevitable.
Pero no sufrir.
Porque el sufrimiento es una elección.
Dejar ir y sentir alegría por el que se va.
Porque es lo que quiere hacer.
Y tú quieres a la gente haciendo lo que quiere hacer.
Dejar ir y sentir el hueco, el vacío, el frío, la soledad, el nido, el tiempo infinito.
Tener que acostumbrarte a que nada te rodee de la misma manera.
A que todo te sobre un poco durante un tiempo.
Dejar ir y comprender que te has faltado.
Que te has fallado.
Que te traicionaste.
Que te diste y te olvidaste de ti. Que no sabes quién eres.
Dejar ir y volver a nacer.
Volver a crecer.
A aprender de nuevo las cosas como una niña.
Que ve el mar.
Por primera vez.