Nada volverá a ser igual.
Nunca.
Porque a cada instante cambiamos o cambia el otro o desaparece aquello que nos unía.
A cada instante se va gente también y no regresa.
Ningún día es igual al anterior aunque pueda parecer lo contrario.
No se vuelven a repetir.
La luz, las personas que habitan el planeta, los colores, la cantidad de polvo que se acumula encima del mueble de la entrada, los que sentimos, es único.
Y en nuestra arrogancia no le damos valor.
Pensamos que el sol vuelve y los demás estarán para siempre.
Hasta que te faltan.
Cuando no puedes llamar a alguien porque ese alguien ya no existe.
Cuando sabes que no le vas a ver nunca más.
Es cuando te das cuenta de la importancia del suceso.
Es cuando empiezas a fijarte en las cosas como lo efímeras que son.
A atesorar los momentos.
Nada volverá a ser igual.
Pero la vida sigue.
Eso es la verdadera maravilla.
Que todo sigue aunque nos duela que siga sin los ausentes.
Y vuelve el sol.
Y aparece lo hermoso, el asombro y alguna risa.
Tú continúas y vives.
Y hacerlo.
Es como besar una vez más.
A todos aquellos que ya no están.