Lo intentaste.
Intentaste aprobar.
Intentaste que funcionara.
Intentaste quedarte.
Intentaste triunfar.
Intentaste que te quisieran todos.
Intentaste tener una vida normal.
Intentaste pasar por el aro.
Intentaste ser el mejor.
Intentaste que no te afectara. Lo intentaste todo.
Y es verdad que no lo conseguiste.
Que las metas se marchitaron.
Que el viento estuvo en contra.
Que te cansaste de nadar a contracorriente.
Que el amor se acabó.
Que no servías para aquello.
Que no estabas bien.
Que no era lo que querías.
Porque te diste cuenta que era lo que los demás querían.
Lo intentaste.
Y ahora quieren que sientas un fracaso.
Quieren que sientas que eres un perdedor.
Alguien que no se esforzó lo suficiente.
Que no es bueno.
Que tiene algo defectuoso.
Que no sirve.
Pero tú no has fracasado. Porque tú lo has intentado.
Y es en ese ir.
En ese esfuerzo.
Es en ese tiempo dedicado a algo.
Donde se encuentra lo importante.
Porque puede que no le funciones al sistema.
Puede que no produzcas de esa manera concreta que les interesa.
Pero tú estás vivo.
Tú estás viva.
Y seguir aquí.
Estar aquí.
Cuando hay tantísimas personas que ya no están.
Es un éxito.
Es el mayor de todo los logros. Porque existir nunca podrá ser un fracaso.
Porque tenemos tiempo.
Para conocernos mejor.
Para sentir mejor.
Y para descubrir quiénes somos.
Antes de volver a intentarlo.