El verdadero peligro es no saber quién eres.
Qué necesitas para estar bien.
El auténtico drama es haber ido cumpliendo años sin haberte preguntado nada.
Simplemente dejando pasar los días.
Siempre haciendo lo que los demás te pedían.
Por vergüenza a decir que no.
Por miedo a que te dejaran de querer si te imponías.
Porque solo sabías complacer.
Porque pensaste que si querías mucho te querrían mucho.
Pero no.
Te diste entera y mil veces no recibiste ni una milésima parte.
Y comprobaste que la gente siempre esperaba más de ti.
Pero no de otras personas.
Viviste en primera persona que te vomitaran encima todas sus mierdas.
Y cuando tú decías algo, a ellas siempre les había pasado algo peor.
Porque solo escuchabas y no hablabas y cuando lo hacías nadie te escuchaba.
Y cuando por fin pensaste en ti.
Dijiste basta.
Cuando conseguiste el coraje necesario para ser tú.
Por una vez.
Te dejaron de lado.
Porque ya no les servías.
Porque ya no eras la dulce y buena y dedicada amiga.
Porque ahora eres incómoda.
Ahora ya no te pueden usar.
Y puede que estés más sola.
Pero eres mucho más libre.
Ahora, después de tanto, empiezas a vivir de verdad.
Empiezas a desaprender toda esa bondad tóxica que te ha convertido en una esclava de tus actos.
Ahora ya nadie puede utilizarte como excusa para sentirse bien.
Y dirán que eres una egoísta.
Pero lo que eres es alguien que tiene amor propio.
Alguien que recuperó la dignidad.
Que ya no se junta con gente que no le aporta nada.
Y que se separa del rebaño.
Para empezar a caminar.