Se nos va la vida.
Mientras vamos dejando la vida para después.
Esperando siempre a que llegue el momento de tener tiempo.
Tiempo para hacer lo que nos llena.
Tiempo para compartir con aquellos a los que queremos.
Tiempo para conocer otros lugares.
Tiempo para leer otros relatos.
Se nos va la vida. Sin poder vivirla.
Arañándole días al maldito parné.
Dejando para mañana lo que podríamos estar haciendo hoy.
Creyendo ingenuamente que si seguimos haciendo lo mismo algo cambiará.
No lo hará.
Lo único que sucederá es que aquello que deseabas se esfumará.
O lo harás tú.
Y ya no podrás nada.
Se nos va la vida.
Creyendo que estaremos para siempre.
Gastando todas las oportunidades para ser más libres.
Para amar mejor.
Se nos va la vida y no nos damos ni cuenta.
Nos acostumbramos a esta existencia.
Dejamos de sorprendernos por la luz, el aire y la respiración.
Damos por sentado todo.
Se nos va la vida viviendo un simulacro. Anhelando. Haciendo justo lo contrario a lo que sentimos.
Poniendo excusas.
Siendo otras personas que no somos.
Aparentando.
Cuando no hay otra posibilidad para ser tú.
Se nos va la vida.
Para no volver.
Porque la única certeza es que no volvemos.
Que lo que se quede en el tintero ahí se secará.
Se nos va la vida.
Muriéndonos de miedo.
Cuando de lo único que uno se muere es de muerte.
Y de nada más.
Se nos va la vida huyendo.
Cuando lo único que hay que hacer con la vida.
Es mirarla de frente.
Para conocerla por lo que simplemente es.