En la vida diaria las relaciones con los demás derivan muchas veces en circunstancias en las que se siente la agresión física, psicológica o social y toca defenderse.
Por momentos nos sale el pronto de ser igual de agresivos y estar en el derecho de aniquilar al otro.
La excusa de la defensa legítima ha producido así demasiados daños y demasiadas guerras.
Aun hoy la mayoría de las veces se sigue teniendo y promoviendo la idea de que defenderse comporta una agresión sobre el que ataca o agrede.
Sin embargo, hemos de darnos cuenta de que podemos y debemos defender nuestros derechos, nuestro sitio y lugar, el físico y la vida, sin hacer daño al contrario.
Existen formas pacíficas de resolver conflictos, pero deben enseñarse y entrenarse para que lleguen a ser efectivas a nivel personal y social.
Las enseñanzas del aikido
Morihei Ueshiba planteó un entrenamiento de arte marcial como base para resolver conflictos: el aikido. Se fundamenta en buscar la neutralización del contrario en un conflicto, convencerlo, pero sin dañarlo, destruirlo ni humillarlo. Se entrena con las personas, no contra la personas, y trabaja la empatía, la reconciliación y el acuerdo.
En la práctica se enseñan conceptos físicos y psicológicos que ayudan a defenderse a ambos niveles:
• mantener la distancia,
• saber estar en su sitio,
• mantener el cuerpo y la mente relajados,
• moverse en la dirección adecuada,
• saber entrar, girar,
• ser sensible y compresivo con el movimiento y la actitud del otro,
• resolver el movimiento con armonía y sin dañar,
• saber caer y levantarse,
• ver con visión panorámica,
• poner atención en el aquí y el ahora,
• mantener una buena postura corporal.
Gandhi, Lanza del Vasto o Martin Luther King enseñaron a plantar cara a la injusticia, al abuso y a la mentira con la verdad, la justicia y la reconciliación. El Dalai Lama propone entrenar la compasión.
La compasión puede ser también una defensa. En ella se intenta proteger a la persona que ataca de su mismo estado de miedo y agresión tratando de entender por qué actúa injustamente.
La defensa debería ser un ejercicio diario en el que se entrenaran la flexibilidad, el vigor del cuerpo y la mente para poder entender y superar los miedos, el orgullo, los celos y las envidias en cada conflicto que se presente durante el día, para intentar no dañar al contrario y pulir nuestros errores.
La bondad no tiene nada de cobardía o de idiotez. Es el arma más poderosa para defenderse.