Quién no ha tenido un golpe y ha visto cómo se hinchaba esa zona del cuerpo, o un flemón en la boca, o cualquier otro proceso inflamatorio. En todos esos casos, la inflamación es una respuesta natural del organismo.

Mediante la inflamación el cuerpo intenta restaurar el tejido dañado, pero las molestias que supone convivir con ella llevan a buscar medicamentos o prácticas que puedan favorecer ese proceso curativo. Otras veces se actúa directamente en contra del síntoma molesto. La medicina naturista propone respetar el proceso de la inflamación y ayudar a modularlo y resolverlo.

La inflamación crónica estaría en la base de otras muchas enfermedades. Si persiste durante semanas o meses coexisten el daño de los tejidos y los intentos de reparación, en diversas combinaciones. Puede producirse por mantenimiento de la inflamación aguda (si no se resuelve la causa) o bien empezar de manera progresiva y poco evidente. Por ello, conviene adoptar un estilo de vida y alimentación que limite el riesgo de que se produzca inflamación en los tejidos. Te proponemos adoptar 4 estrategias naturales para evitar la inflamación.

1. Adoptar una dieta antiinflamatoria

La alimentación suele repercutir en las enfermedades vinculadas con una inflamación crónica de ciertos tejidos corporales. Tanto de forma preventiva como curativa puede ser útil respetar las siguientes pautas dietéticas.

  • Recurrir al ayuno

Ante todo proceso inflamatorio la dieta más efectiva es el ayuno, siempre supervisado por un especialista, pues se trata del mejor modulador de la inflamación. En ocasiones incluso surge como respuesta del organismo: en muchos casos desaparece el apetito y no suele volver hasta que no se ha resuelto el proceso.

El ayuno que normalmente se aconseja es a base de agua, o bien reforzado con otros líquidos: zumos de frutas frescos, caldos de verduras –muchas de ellas con efectos antiinflamatorios– e infusiones con esos mismos efectos.

Se puede también aprovechar en épocas de primavera, verano y otoño, cuando abunda la fruta fresca y madura, para pasar unos días alimentándose solo mediante una fruta o su jugo. Las curas más frecuentes en el entorno mediterráneo son las de cerezas, uvas e higos. Tan importante como la cura es la vuelta a la alimentación, que deberá cuidarse con esmero, atendiendo los consejos que comentaremos a continuación.

  • No tomar grasas saturadas

El paso de una dieta no refinada a principios del siglo XX a una con más grasas saturadas y alimentos procesados puede desempeñar un papel clave en la elevada incidencia de patologías inflamatorias crónicas que se observa hoy día.

Si tomamos muestras de diversos tipo de grasas (manteca de cerdo, aceite de oliva, aceite de linaza) y las colocamos en la nevera observamos que las grasas saturadas como la manteca pasan a un sólido más estable rápidamente; el aceite de oliva también pasa a sólido, pero puede precisar temperaturas más frías que la grasa animal.

Sin embargo, el aceite de linaza se mantiene líquido incluso en el frigorífico. El hecho de que las grasas poliinsaturadas se mantengan líquidas a temperaturas más bajas ayuda a entender por qué el pescado es una buena fuente de ácidos grasos omega-3: preservan el funcionamiento de sus membranas celulares en aguas frías.

  • Incluir ácidos grasos omega-3 en la dieta

Los ácidos grasos omega-3 de la linaza y los frutos secos están protegidos por la cáscara; de ahí que al romperla convenga tomarlos lo antes posible. Se ha visto que estos aceites mejoran los procesos inflamatorios, pero siempre que se ingieran en buen estado.

La linaza puede utilizarse de diversos modos: Puede molerse en un molinillo de café y espolvorearse acto seguido sobre otros platos. Su aceite puede utilizarse solo o en alimentos. La mejor manera de almacenar la linaza es en forma de semilla. Una vez molida o en aceite, el producto se deteriora cuando se calienta, de forma que debe mantenerse refrigerada y utilizarse inmediatamente.

Otras fuentes de ácidos grasos omega-3 son los frutos secos como las nueces, ciertas verduras de hoja verde, la soja, las algas y las semillas de cáñamo. Recordemos que los ácidos grasos omega-6 incrementan la inflamación y la agregación plaquetaria, mientras que los ácidos grasos omega-3 las reducen.

grasas saturadas

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  • Desterrar las grasas hidrogenadas

En la década de 1950, cuando los científicos se dieron cuenta de que los ácidos saturados repercuten negativamente en el colesterol, empezaron a pensar en cómo utilizar grasas menos peligrosas para cocinar, es decir, grasas poliinsaturadas.

El inconveniente fue que estas resultan inestables a temperatura ambiente y se enrancian con rapidez. El reto consistió en manipular estas grasas de manera que fueran más estables mediante la hidrogenación. Para ello las grasas poliinsaturadas, como aceites vegetales, se introducen en un gran tanque metálico que se conecta a una fuente de hidrógeno y luego se calienta.

Con ello se modifica la grasa de su estructura natural cis a una estructura más estable o trans. El calentamiento rompe los enlaces dobles en la cadena de carbono y permite que se hidrogene parcialmente el aceite. Los aceites vegetales parcialmente hidrogenados se convirtieron así en el aceite básico de la industria alimentaria –los alimentos se conservaban mucho tiempo– y las margarinas sustituyeron a la mantequilla. Tal cambio incrementó drásticamente la ingesta de estas grasas en los países industrializados.

  • Controlar la ingesta de Omega-6

Los aceites parcialmente hidrogenados son una fuente importante de ácidos grasos omega-6, subunidades del principal precursor inflamatorio, el ácido araquidónico. El ácido araquidónico da lugar a la producción de los principales factores de la cascada inflamatoria.

Cuantos más ácidos grasos omega-6 haya en el organismo, menos capaz es de utilizar las influencias beneficiosas de los ácidos grasos omega-3. Se considera que en épocas paleolíticas la proporción de ácidos grasos omega-6 y omega-3 en la dieta era similar o incluso favorable a los omega-3.

A principios del siglo XX, la relación en la dieta occidental era de 4 a 1 a favor de los omega-6; hacia finales del siglo, la relación había aumentado drásticamente: más de 25 a 1. Uno de los principales objetivos de las modificaciones en la dieta es intentar volver a acercar esta relación a casi 4 a 1.

  • Tomar más frutas, verduras y cereales

Una dieta rica en frutas y verduras es buena para disminuir la inflamación. Cuantas más raciones se coman (de 8 a 10 diarias) en detrimento de otros alimentos, tanto mejor.

​Una dieta con una variedad de alimentos ricos en antioxidantes puede proteger potencialmente frente a las lesiones inducidas por los radicales libres. Por ejemplo, una ingesta dietética mayor de dos antioxidantes carotenoides se correlacionó claramente con una menor incidencia de inflamaciones articulares.

Por otro lado, las dietas ricas en fibra bajan la inflamación. Un buen objetivo es tomar 30 gramos al día (cereales integrales, frutas y verduras).

  • Evitar los alimentos que te pueden perjudicar

Así como hay alimentos que ayudan a desinflamar ( especias como ajo, cebolla, jengibre, romero, cúrcuma, orégano, guindilla, clavo, cardamomo, nuez moscada... contienen compuestos antiinflamatorios), otros ejercen el efecto contrario.

Hay alimentos que resultan inadecuados por sus grasas trans y omega-6: Carnes rojas, productos lácteos, aceites parcialmente hidrogenados, aceites de girasol, maíz, semilla de algodón, pepita de uva, cártamo y soja. Alimentos elaborados por la industria alimentaria con prolongados periodos de conservación (snacks...). Alimentos ricos en carbohidratos simples (es decir, alimentos con una elevada carga glucémica que provocan un rápido aumento de los niveles de insulina): pan o panecillos blancos, bizcocho, arroz instantáneo, cereales de arroz y maíz.

También conviene evitar los alimentos que pueden generar reacciones de intolerancia (los efectos varían de una persona a otra): productos lácteos, trigo y derivados, huevos, aromatizantes y colorantes artificiales.

2. Echar mano de plantas útiles contra la inflamación

Con el fin de controlar la inflamación se utilizan numerosos medicamentos antiinflamatorios, muchos con graves efectos secundarios. Por otro lado se ha observado y estudiado que hay plantas que actúan modulando la inflamación o con grandes efectos antiinflamatorios y menos efectos secundarios.

En una revisión realizada en 2011 sobre las plantas antiinflamatorias utilizadas en la medicina ayurvédica se encontraron más de 200 plantas favorables para el tratamiento de la inflamación aguda y crónica. Muchas son también conocidas y utilizadas en nuestra fitoterapia o como alimentos.

Estas son algunas de ellas (pide consejos a un especialista antes de utilizarlas):

  • Ajo (Allium sativum). Tiene probadas actividades antioxidantes y antiinflamatorias, en crudo y en extracto.
  • Alcanfor (Cinnamomum camphora). La corteza y las hojas del alcanforero han sido durante mucho tiempo utilizadas para el tratamiento de la inflamación relacionada con reumatismos, esguinces, bronquitis y dolores musculares.
  • Aloe(Aloe vera). Se utiliza en el tratamiento de una variedad de trastornos que incluyen heridas y quemaduras. Además de su capacidad para la curación de heridas, se ha demostrado que presenta propiedades hipoglucemiantes útiles en caso de diabetes. La emodina es un componente activo de aloe que ejerce efectos antiinflamatorios.
  • Aquilea (Achillea millefolium). Se ha utilizado para tratar problemas como inflamación, dolor, heridas, hemorragias, alteraciones hepato-biliares y trastornos gastrointestinales (úlcera, cirrosis hepática, hepatitis crónica, diabetes).
  • Azafrán (Crocus sativus). Se utiliza en la medicina popular como un agente antiedemas. Los extractos acuosos y etanólicos del estigma y los pétalos de azafrán tienen un efecto antinociceptivo, así como actividad antiinflamatoria tanto en casos agudos como crónicos.
  • Cardamomo (Elettaria cardamomum). Se ha demostrado su utilidad en casos de estreñimiento, cólicos, diarrea, dispepsia, vómitos, dolor de cabeza, epilepsia y enfermedades cardiovasculares. Es también espasmolítico, hipotensor, vasodilatador, diurético y sedante.
  • Comino (Cuminum cyminum). Sus semillas se usan mucho como condimento o especia en la cocina india y de Oriente Medio. También son útiles en medicina para corregir la ronquera de la voz, la gonorrea, la dispepsia y la diarrea crónica. Suplementos de comino redujeron significativamente la incidencia y el número de tumores en el colon. El comino contribuye a evitar la acumulación de lípidos en los tejidos y optimiza la excreción rectal de esteroles y ácidos biliares.
  • Cúrcuma (Curcuma longa). Este rizoma, ingrediente fundamental del curry, destaca por su potente actividad antioxidante. Contiene cantidades significativas de compuestos fenólicos y tiene una larga historia de uso en la medicina ayurvédica como tratamiento para las enfermedades inflamatorias.
  • Granada(Punica granatum). La semilla, el jugo, la cáscara, la hoja, la flor, la corteza y las raíces de la planta tienen actividad farmacológica. Los polifenoles de la granada pueden desempeñar un papel importante en la modulación de las células inflamatorias.
  • Hinojo(Foeniculum vulgare). Sus semillas secas son carminativas y se consideran útiles en enfermedades del pecho, el bazo y el riñón. El anetol, un componente principal del hinojo, bloquea la inflamación y la carcinogénesis, pero se desconocen los posibles mecanismos.
  • Menta (Mentha piperita). La también llamada hierbabuena ejerce un probado efecto antiinflamatorio.
  • Rábano(Raphanus sativus). El rábano ha mostrado su potencial como agente antiinflamatorio e inmunomodulador in vitro e in vivo. Tanto el rojizo común en ensaladas como el negro (aún mayor).
  • Regaliz(Glycyrrhiza glabra). Hay una serie de informes que evidencian su acción antiinflamatoria, contra el cáncer, antihepatotóxica, antimicrobiana, antioxidante y antigenotóxica, así como su actividad hepatoprotectora, citoprotectora y citotóxica.
  • Ricino (Ricinus communis). El aceite obtenido de la semilla se ha utilizado como laxante, purgante y catártico. En la India, la medicina ayurvédica considera el aceite de ricino el rey de los medicamentos para curar las enfermedades artríticas.

3. Adoptar un estilo de vida activo pero tranquilo

Además de la alimentación se han propuesto otros mecanismos que pueden influir en la inflamación de los tejidos.

  • Ejercicio. Ante un proceso inflamatorio se impone la ley del reposo en general. Junto con la inflamación aparece el dolor que limita el movimiento; si le hacemos caso, el mismo dolor nos pondrá límites, es decir nos permitirá hacer aquellos movimientos que no resultan dolorosos y a la vez reposar las zonas sensibles. Un automatismo muy común es tomarse un analgésico para eliminar el dolor y moverse sin límites, lo que a la larga puede dañar más aquellas estructuras que están inflamadas. Claro que tampoco se trata de hacer un reposo absoluto, ya que también puede resultar perjudicial al descalcificar y debilitar la zona y sus alrededores.
  • La relajación y las técnicas de control mental no solo pueden ayudar en el control del dolor, sino que también contribuyen a mejorar los procesos inflamatorios. No solo han demostrado su eficacia sino que cada día se conocen mejor los mecanismos neuroendocrinos y de inmunomodulación con los que actúan.
  • El aspecto mental y emocional más importante es confiar en la gran capacidad que tiene el cuerpo para resolver las situaciones conflictivas y agresivas que sufre a través del proceso de inflamación. Le podemos ayudar de forma efectiva a través de pequeñas acciones en muchas esferas de la vida.

4. Recurrir a terapias naturales contra la inflamación

El drenaje linfático ha demostrado su eficacia para regular y mejorar los procesos inflamatorios, siempre que lo aplique un especialista. La homeopatía, administrada por un profesional con experiencia, también puede ser de utilidad en ciertas enfermedades inflamatorias crónicas.

Pero, si hay algún remedio naturista que no debe faltar en el tratamiento de la inflamación este es el agua. Se dice que el agua tanto limpia y purifica el organismo como elimina inflamaciones e infecciones.

Las aplicaciones hidroterápicas de agua fría o caliente influyen en la circulación sanguínea y, correctamente utilizadas, pueden servir para descongestionar una zona corporal concreta y reducir la sensación de dolor.

  • Se usan distintas técnicas de aplicación externa según el tipo de inflamación: lavados, chorros, afusiones, envolturas, compresas, baños totales o parciales, duchas, baños de remolino, masajes subacuáticos, ejercicios en piscina, doble envoltura de cuello... Además de las habituales aplicaciones de hielo (con un tela interpuesta) o las compresas de arcilla amasada con agua muy caliente. En ese caso se extiende una capa de arcilla de 1 a 2 cm de grosor sobre una tela de algodón y se mantiene sobre la zona dolorida entre 40 y 90 minutos, cubierta por fuera con un plástico a fin de retener mejor el calor.
  • Los casos en que se aconseja la hidroterapia van desde golpes o traumatismos, esguinces e inflamaciones de garganta, hasta la artritis severa o las terapias postquirúrgicas de rodilla o cadera. El frío genera vasoconstricción cutánea, prevención de edema por descenso de la permeabilidad y aumento de la tolerancia al dolor.
  • El calor produce analgesia y vasodilatación capilar y se usa como sedante y antiespasmódico. Pueden combinarse sus efectos con el frío en los baños alternos de contraste.
  • Reacción favorable. La hidroterapia no solo puede constituir un gran antiinflamatorio sino que se comporta en la mayoría de casos como un regulador de todo el organismo. Produce una reacción general inespecífica que refuerza la vertiente favorable o curativa de la inflamación, evitando y mejorando además sus aspectos desagradables.
  • El agua bebida también es importante, pues estar bien hidratado favorece la resolución de los problemas inflamatorios.

Inflamación aguda: ¿qué hacer?

Sobre todo si se debe a un traumatismo, se actúa con reposo, aplicación de hielo y postura de drenaje. El reposo será relativo hasta que la parte lesionada pueda funcionar sin dolor.

El frío será intermitente las primeras 24 horas a partir del trauma. Es útil la compresión constante hasta que la hinchazón haya desaparecido. Que la zona permanezca más elevada que el corazón todo lo que sea posible en las primeras 24 horas también es aconsejable, así como su estabilización hasta que la zona lesionada se pueda movilizar sin dolor.

La administración del frío intermitente se puede realizar con hielo, con agua fría o bien con aplicaciones de arcilla. Todo ello ha demostrado su eficacia para ayudar a regular la inflamación.