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¿Me he equivocado de carrera? ¿Qué hago con mi vida?

Estoy en 3° de Medicina. Mis padres son médicos yo siempre fui buena estudiante. No tenía muy claro lo que quería hacer, aunque me gustaba todo lo que tuviera que ver con emplear mis manos creativamente. Ahora estoy en una buena universidad, pero desde que entré todo son obstáculos. Al principio era la adaptación, el cambio de ciudad, las nuevas amistades, a lo que se achacaba mi peor rendimiento. Pero han pasado tres años, y aunque me puedo sentir adaptada, sigo renqueando. Medicina me parece una carrera muy bonita, pero no sé si es lo mío. Me da miedo nombrarlo ante mis padres, me da miedo equivocarme. Me emocionan el arte, la decoración... pero no sé si es mejor cultivarlos como hobbies.
Paula (e-mail)

  • Creemos que debes perder el miedo a dudar. Si no exploras tus dudas, si ni siquiera te permites nombrarlas frente a otros o frente a ti misma, jamás podrás encontrar tu auténtico deseo. Dudar es sano, necesario en algunos momentos.
  • Si simplemente apartas todo un lado de la ecuación, nunca estarás convencida de que el lado que ha quedado es el que de verdad quieres. Parece que creas que si dejas entrar la opción de dedicarte a las manualidades, esa será necesariamente tu elección final. No estés tan segura. En ocasiones es preciso contemplar otras opciones para volver a elegir el camino por el que ya vamos.
  • De hecho, dices que Medicina te parece una carrera bonita (al margen de la facilidad de tener unos padres médicos). Te gusta usar la creatividad y las manualidades: hacer ciertos diagnósticos médicos requiere muchas veces ser creativa y las especialidades quirúrgicas requieren gran habilidad manual. Tampoco supongas que el arte, el diseño o la decoración están libres de obligaciones o tareas tediosas. En todo campo habrá aspectos que te interesen y otros que preferirías evitar pero que son necesarios.
  • Es fácil idealizar las cosas en las que no hemos entrado a fondo. Intenta hablar con personas cuyo trabajo sea el arte o la decoración para ver cómo sería dedicarse a eso, pues podría ser diferente de hacerlo como hobby. Investiga todo lo que puedas para luego decidir... pero hazlo tranquila: no estás decidiendo qué quieres hacer por el resto de tu vida, tan solo qué estudiarás durante algún tiempo. La labor profesional no es una sentencia de piedra, más bien algo en constante evolución.

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¿Debo llevar a mi padre a una residencia?

Mi padre vive con nosotros, cada vez requiere más cuidados y veo que yo no se los puedo dar. Mi marido no desea que cojamos a alguien para que esté con él en casa y dice que sería mejor buscar una residencia o un centro de día. Yo me siento mal porque sé que a mi padre no le parecerá una buena solución.
Aina (e-mail)

  • En situaciones como la que nos cuentas no hay buenas opciones: se trata de elegir el mal menor.
  • Creemos que tu marido tiene derecho a opinar, ya que la persona que atendería a tu padre pasaría varias horas al día en la casa que compartís. Por ello, si es la opción que tú prefieres, él tendrá que estar de acuerdo. Explícale tus razones y lo importante que sería para ti, pero si rehúsa, te tocará buscar otras opciones.
  • Es posible que tu padre ya no pueda vivir con vosotros y que tenga que estar en una residencia o atendido en un centro. El argumento de que a él no le parecerá una buena solución no debería obligarte demasiado porque, como hemos dicho, no hay soluciones buenas. El dolor por el deterioro físico es inevitable y ninguna estructura de cuidados puede borrarlo, pero sí podemos tratar de mitigarlo lo máximo posible.

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Mi hija lleva una mala vida

Tengo dos hijas a las que adoro, cuanto más pasa el tiempo más me aferro a ellas, pero sanamente, porque las amo en lo más profundo de mi corazón. La primera tiene un bebé de un año, aunque a mí me hubiera gustado que viviese antes un poco la vida. La pequeña decidió ser rebelde con la vida y con su familia.
He pasado noches sin dormir, días llorando y frustrada, ya que se iba una semana y no volvía. Todo lo que hice no sirvió para nada, ni denuncias, ni asistentes sociales... Finalmente decidí dejarla que viviese como quisiera y así lleva cinco meses. La última vez que la vi se habría fumado una docena de porros... Hablo mucho con ella, le digo cuánto la quiero, que mi vida sin ella no tiene sentido y que estoy para lo que necesite, pero ya no sé qué más hacer.
Cristina (e-mail)

  • Apreciamos tu valiente consulta y tu honesto testimonio. Ojalá puedas apreciar del mismo modo nuestra respuesta, dado que será dura y difícil para ti.
  • Cuando los hijos tienen dificultades en su vida, cuando hacen elecciones que acaban siendo perjudiciales para ellos, cuando andan perdidos sin encontrar su rumbo, nuestra responsabilidad de padres nos debe empujar a preguntarnos: ¿cómo puedo ayudar yo en todo esto?, aunque ciertamente no podemos achacarnos toda la responsabilidad (ellos han elegido también, por supuesto).
  • Creemos que en tu pregunta hay algunas claves que te pueden orientar. Dices “cuanto más pasa el tiempo, más me aferro a ellas”. Sabrás disculparnos, pero esto jamás puede ser sano. Amarlas cada vez más es una cosa y aferrarse, otra bien distinta. Lo que dices al final confirma esta impresión: “mi vida sin ella no tiene sentido”. La carga que representa para los hijos ser la única razón de vida de sus padres no se puede menospreciar. Es posible que en tu afán de cuidarlas, y movida sin duda por el amor que les tienes, hayas ido demasiado lejos.
  • Intentar cuidar a un hijo bajo el modo de doblegar su voluntad a veces puede tener un efecto contraproducente y, en ocasiones, empujarlo a la rebeldía. Hay que emprender aquí un camino diferente que será arduo y llevará tiempo.
  • Si estás dispuesta, tendrás que poner el énfasis en escuchar a tu hija mucho más que en hablarle. Pregúntale sinceramente qué es lo que necesita de ti. Ella te lo dirá. Escúchala. Luego, quizá ella pueda escucharte... pero habrás de ser tú quien dé el primer paso.

Envíanos tu consulta a mentesana@rba.es y la trataremos en los próximos consultorios.