Creía que mi madre era afectuosa, pero viendo cómo trata a mi hija de un año lo empiezo a dudar. Mi madre da muchos besos, pero puede dejar llorar a un recién nacido sin cogerlo o pegar una palmada en el culo a un bebé de un año. Y he empezado a recordar cosas de mi infancia que me hacen sentir furiosa con ella. No sé si estos sentimientos son dañinos y debería perdonarla porque ella vivió épocas más difíciles.
Parece que la maternidad te ha dado nuevas perspectivas. Tal vez por eso notas y nos planteas que la forma de ver a tu madre ha cambiado: no tienes una madre perfecta, tienes una madre con actitudes y comportamientos hacia los bebés que no te gustan y que te movilizan mucha intolerancia hacia ella.
La maternindad nos abre los ojos sobre la relación con nuestra propia madre
Para entendernos, la relación con tu hija te ha ayudado a ver en más profundidad qué significa la maternidad y, en consecuencia, tu madre no llega al top. Y no toleras esas facetas suyas que, gracias a tu maternidad, estás descubriendo. Cuando esa “madre dura” puebla tus sentimientos, pensamientos y fantasías, la rechazas y eso te hace sentir culpable. Pero una de las muchas ventajas que da una maternidad bien vivida y bien cuidada es que siempre nos hace ver a nuestra madre (y a nuestro padre) desde una nueva perspectiva.
He ahí uno de los grandes aportes de la parentalidad. Solo con la propia maternidad, y viviendo sus conflictos y dificultades con tu o tus hijos y tu pareja, darás uno de los últimos pasos importantes que casi todos los hombres y mujeres dan para diferenciarse de sus padres. Diferenciarse y no separarse. Aproximarte a una madre más real, una madre que tiene “sus cosas”; que con unas estás de acuerdo y con otras no; que algunas de sus características o rasgos incluso te resultan insoportables. Ese es el camino hacia la maduración: si puedes tolerar que no sea como tú, como tu ideal, que no sea perfecta, que no sea como te hubiera gustado que fuera…
El pasado no puede cambiar, pero el futuro sí. Tal vez en relación con sus nietos, tus hijos, y en relación contigo, como madre también imperfecta, va a poder cambiar o, al menos, expresar otras formas de ternura. La maternidad te impulsa a progresar y a madurar, a integrar nuevos esquemas de vivir. Amplía tu mente, reformatea tu cerebro y tus relaciones, pero también conlleva penas, sufrimientos, conflictos, duelos… Todo ese conjunto de sentimientos, pensamientos y situaciones es lo que permite la generatividad: no solo tener hijos, sino ser capaz de criarlos y de proyectarlos hacia un futuro autónomo en relación con nosotros. Es un último empujón a la diferenciación con respecto a tu madre. La generatividad es una actitud clave en el camino de la madurez, de la autonomía, de la integridad... Muchos lo valoramos así.