Hacía ya unas cuantas semanas que Max había recibido una invitación muy especial: sus ex alumnos lo invitaban a una cena para celebrar el vigésimo aniversario de la licenciatura de una de las promociones que lo habían tenido como profesor. Max había confirmado de inmediato su presencia, tenía muchas ganas de reencontrarse con aquel grupo de antiguos alumnos, entre los que se contaban algunos con los que había tenido una especial relación durante esos años.
El día indicado, Max se desplazó hasta el campus universitario, escenario de la cena de celebración. La velada fue entrañable, llena de recuerdos, anécdotas, risas y un montón de historias de sus antiguos alumnos, algunos de los cuales no se habían vuelto a ver desde sus años de estudiantes.
Al terminar la cena, un grupo le propuso a Max alargar la velada un poco más. El profesor no lo dudó ni un segundo y, al poco rato, las batallitas y las risas continuaban en un pequeño bar cercano a la facultad.
A altas horas de la madrugada, cuando ya solo quedaba un reducido grupo de compañeros, uno de ellos comentó con tono nostálgico:
–Ha sido una noche fabulosa, lo hemos pasado realmente bien. Es una lástima que no seamos capaces de vernos más a menudo.
Todos sin excepción se sumaron al comentario, expresando sin embargo los obstáculos a los que debían enfrentarse para poder verse con mayor frecuencia, tanto por la falta de tiempo como por la dificultad de hacerlos coincidir a todos. Pero lo que estaba claro es que aquella relación no era suficiente para ninguno de ellos.
Fue Susana, una de las chicas del grupo, quien lo expresó:
–Tengo la sensación de que nos estamos perdiendo muchas cosas los unos de los otros, que a nuestra amistad le queda mucho camino por recorrer.
Las sonrisas desaparecieron de sus rostros para mostrar signos de reflexión. Aquella conversación estaba poniendo sobre la mesa una asignatura que tenían pendiente: cómo recuperar y sacarle partido a esa amistad que les había unido en el pasado.
Aprovechando la presencia de su antiguo profesor, se apresuraron a preguntarle:
–Max, con tantas amistades que habrás visto forjarse dentro y fuera de la universidad, ¿cómo lo ves?
Max suspiró largamente, lo que no auguraba una respuesta rápida. Pasados unos momentos, les pidió que describieran cómo eran sus encuentros.
Fue Susana quien dio todos los detalles:
–No todos son como el de hoy, tan multitudinarios y llenos de nostalgia y buenos recuerdos, pero sí es cierto que nos reunimos básicamente para pasar un buen rato. Nuestro pasado en común nos da muchos temas de los que hablar… Recordamos viejos tiempos, nos reímos y hablamos de nuestros antiguos profesores. ¿No te silban los oídos de vez en cuando?
–¿Y para eso queréis veros más a menudo? Se os acabarán las bromas… –les provocó Max, aprovechando el clima de confianza que se había creado.
Los ex alumnos de Max enmudecieron. Sabían que ahora venía el plato fuerte de la noche. Max, con todo el cariño, les dijo:
–Veros más a menudo os ayudará, pero no lo arreglará todo. Tejer vuestra amistad no dependerá tanto del número de encuentros como de lo que seáis capaces de compartir en estas reuniones. La sustancia de vuestra amistad tendrá mucho que ver con la sustancia de vuestra comunicación.
–Pero Max, nos encontramos para eso, para pasar un buen rato juntos. No todo tiene que tener tanta trascendencia… –interrumpió Alberto, el alma del grupo y organizador habitual de los encuentros.
–Seguro, y es muy bueno que lo hagáis. Los encuentros lúdicos os unen mucho, pero os perdéis una parte importante en vuestra relación y es precisamente aquella que puede hacer crecer vuestra amistad. La parte que, desde vuestra confianza y conocimiento mutuo, os permite compartir vuestras vidas y sentimientos, vuestras alegrías y frustraciones… Sería idóneo que combinaseis los momentos de diversión con otros de intercambio de sentimientos y de reflexión.
Todos sin excepción miraban fijamente a Max. Las palabras del profesor les estaban llegando muy adentro. Max aprovechó la atención que le prestaban sus ex alumnos para continuar:
–La ventaja de las amistades escolares o universitarias, como la vuestra, es que tienen una base profunda. Habéis compartido una etapa de crecimiento, con experiencias vitales importantísimas, y eso une mucho. Os es muy fácil recuperar la complicidad de aquellos tiempos, porque ya existió y, por tanto, no partís de cero. Solamente tenéis que dejar un poco de espacio en vuestra relación para algo más que pasarlo bien y hablar de los demás, para algo más que las anécdotas o los recuerdos…
Susana, que había provocado con su comentario aquellas reflexiones, le preguntó:
–Pero, Max, ¿se pueden mezclar ambas cosas? No me lo acabo de imaginar…
–Combinarlos no significa necesariamente mezclarlos. Quiere decir que un día podéis quedar para cenar y pasarlo bien juntos; y, otro, para hablar en profundidad de vosotros. Lo podéis hacer todos juntos, en grupo, o de tú a tú, entre algunos de vosotros. Se trata de buscar dentro de vuestra relación ocasiones para desarrollar de verdad vuestra amistad. Y no lo dudéis: vuestro vínculo se intensificará tanto como crezca la comunicación que establezcáis.
Alberto no pudo morderse la lengua y le interrumpió para decirle que no sabía de dónde sacarían el tiempo para llevar a cabo lo que Max proponía.
–Os animo a que lo intentéis. Estoy seguro de que, si os interesa de verdad, sabréis encontrar el tiempo necesario. Pero es bueno saber también que los buenos amigos a veces no necesitan tanto tiempo.
Hay muchas amistades que crecen en condiciones de distancia. El truco está en que, como se ven en menos ocasiones de las que querrían, no se permiten muchas divagaciones y van al grano, establecen rápidamente un diálogo profundo y comparten abiertamente sus sentimientos.
La intervención de Max suscitó un apasionado debate. En seguida comprendieron que tenían que buscar más ocasiones para estar juntos, pero sobre todo que tenían que empezar a hablar de ellos y de sus sentimientos. Tenían que profundizar en su confianza y aprovecharla para consolidar y desarrollar al máximo su amistad. Como Max les dijo en un momento dado, “las amistades se resienten sobre todo de la relación superficial, de la charla intrascendente y de la falta de sustancia en la comunicación”.
Se dieron cuenta de que pasar un buen rato juntos era una forma de mantener vivo el contacto, pero nada más que eso. Si querían que su amistad creciera, tenían que ir más lejos.
Cuando de nuevo se hizo el silencio, Susana le dijo a Max que les estaba pidiendo un gran compromiso.
–Efectivamente –contestó Max–. Supondrá un esfuerzo por vuestra parte, porque, una vez hayáis iniciado el camino, no deberéis dejarlo, tendréis que estar disponibles los unos para los otros cuando a alguien le surjan problemas. Pero todo ello tiene una gran recompensa, que es vuestro crecimiento como personas, pues solo crecemos en interrelación con los demás, y esto es lo que os propongo que hagáis.
Los cuatro amigos se miraron. No necesitaron decirse nada para comprender que estaban absolutamente dispuestos a hacerlo y que, en el fondo, los cuatro deseaban una amistad que fuera mucho más allá de los encuentros que tenían hasta entonces.
Con un compromiso sellado a base de miradas cómplices, Alberto añadió dirigiéndose a Max:
–¿Y alguna que otra juerga de vez en cuando?
–Por supuesto… ¡y a la próxima quiero estar invitado!
Claves para estrechar los lazos
Para mantener y crear una amistad que permita el crecimiento mutuo, es necesario tiempo, pero también profundidad y confianza en la comunicación.
Estas son algunas de las cosas que puedes hacer para ahondar en tu relación con los demás:
Revisa tus compromisos
Los compromisos nos roban tiempo, y quienes salen más perjudicados son aquellos con quien más nos gustaría estar. Revisa los compromisos que son realmente ineludibles y cancela los que no lo sean.
Recupera la relación con aquellos amigos a los que tienes un tanto “abandonados”.
Toma la iniciativa
Alguien tiene que hacerlo y, si tienes interés en una amistad, ese alguien eres tú. Llama, organiza encuentros, pon de tu parte. Contagia tus ganas de llevar la relación más lejos, seguro que tu amigo te acabará siguiendo.
No dejes enfriar las relaciones
Mantener el calor de una amistad es más fácil que recuperarla de cero. Así pues, no dejes que las relaciones que aprecias y que te ayudan a crecer se enfríen demasiado y acaben por apagarse. Mantén con el otro un contacto habitual, aunque no haya un motivo apremiante de encuentro.
Sé selectivo, pero intensivo
No prometas grandes relaciones de amistad con todo el mundo, porque no podrás cumplirlo, ya que el esfuerzo sería desmesurado. Selecciona aquellas relaciones que más te aportan, y a las que más aportas. Y con las que elijas, profundiza al máximo.