La cultura slow replantea el turismo tradiconal
El movimiento slow es un buen ejemplo del cambio que se está produciendo. Esta corriente persigue tomar las riendas de nuestra vida para disfrutarla y vivirla de manera consciente y sosegada. Como parte de este movimiento nació el turismo slow o turismo consciente.
El periodista canadiense Carl Honoré, autor de Elogio de la lentitud (RBA Libros, 2008) sobre la cultura slow, defiende viajar disfrutando de cada momento del día, entrar en contacto y relacionarse con la comunidad local, minimizar el uso de transporte contaminante y consumir preferentemente productos naturales y cercanos (km 0) durante la estancia.
La cultura slow supone un cambio en la tradicional forma de planificar un viaje: no se trata de abarcar mucho, como se hace habitualmente, sino conocer más y mejor los lugares que se visitan.
Permacultura, la cultura de la sostenibilidad
El turismo 3.0 incorpora, igualmente, la permacultura en sus distintas propuestas y modalidades. Al fin y al cabo, el propósito de la permacultura (agricultura y cultura permanente, un concepto surgido en los años setenta del siglo pasado) es actuar en favor de la naturaleza en su sentido más amplio para conseguir un modelo de producción que sea sostenible.
Los proyectos que empatizan con el entorno y territorio donde se emplazan, que ponen en valor el producto y la identidad del lugar y que fomentan su sostenibilidad, se posicionan como referentes en la planificación de los destinos turísticos, y redefinen las bases de lo que hoy entendemos como turismo responsable.
Fincas, viñedos, restaurantes, molinos, granjas… se suman al carro de la permacultura incorporando a esta como un pilar más de su actividad turística. Más y más productores han comenzado a complementar su trabajo y a compaginar su tiempo con el turismo, ofreciendo visitas y experiencias en forma de actividad turística.
Las vacaciones como un momento de aprendizaje
El viajero, de esta forma, conoce directa y activamente el trabajo que hacen, entiende mejor la filosofía y los principios detrás de su actividad, y aprende sobre la procedencia de los ingredientes y recursos que emplean en el proceso de elaboración o producción.
Y todo ello sin contar la valiosa experiencia de poner cara a las personas detrás de un proyecto. La empresa familiar o los proyectos personales facilitan la interacción social entre el viajero y el local.
Esta acción es responsable del sentimiento positivo que comparten muchos viajeros y que, de alguna forma, hace que se sientan identificados con el destino. Hablar con las personas del lugar nos ayuda más que cualquier guía de viaje a hallar experiencias auténticas y nos acerca de manera natural y espontánea a la comunidad.
Todos nos beneficiamos
Este factor social es precisamente uno de los aspectos más valorados por parte del viajero consciente. En este sentido, la permacultura y los productores locales tienen un importante protagonismo en la recuperación de las raíces y la personalidad de los destinos.
El turismo consciente, por último, no solo beneficia a los viajeros, pues contribuye con sus aportaciones a diversificar los ingresos de los productores, artesanos y gestores locales, al tiempo que ayuda a preservar entornos de gran valor ambiental y a mantener y renovar los usos y costumbres de las comunidades de acogida.
Tú decides el tipo de turismo que quieres
Cuando viajamos podemos elegir entre establecer una relación con el destino basada en el aprendizaje y el desarrollo personal o utilizar el destino de una forma meramente vacacional: tú decides.
Estas nuevas formas de turismo reportan numerosos beneficios no solo para el viajero, sino también para la propia comunidad, el entorno y el destino.
El viajero puede beneficiarse de un merecido descanso de las tensiones de su rutina diaria, con sus listas de tareas, alarmas de teléfono, los "tengo que"… Porque cuando emprendemos un viaje lento y consciente nos adentramos en un tiempo para simplemente estar y vivir.
El contacto con la naturaleza y con nuevos contextos culturales contribuye a rejuvenecer nuestro espíritu y a percibir nuestro entorno de una manera inhabitual. Al cambiar de escenario, el input que recibimos a través de todos nuestros sentidos sensoriales es también diferente, por lo que ampliamos horizontes, pensamos fuera de la "caja" y afrontamos problemas o runrunes acumulados desde otra perspectiva, con una mayor conexión con nosotros mismos.
El valor de relacionarse
Viajar nos ayuda a establecer relaciones más significativas. Está demostrado que hacerlo conscientemente fomenta la comunicación a través de la realización de actividades conjuntas, las comidas y sobremesas, las negociaciones que supone el viajar en compañía…
Los beneficios son incluso gastronómicos. Accedemos con mayor facilidad a productos de km 0 y locales en mercados y negocios, y podemos conocer una cocina diferente, con la seguridad de que los alimentos que consumamos son sanos y carecen de aditivos, lo cual aporta una mayor calidad nutricional a nuestras comidas.