El doctor Emeran Mayer es uno de los mayores expertos mundiales en las comunicaciones entre cerebro y sistema digestivo, investiga el efecto de distintas técnicas psicofísicas y él mismo las practica. Es gastroenterólogo, profesor de la Universidad de California Los Ángeles, y codirector del Centro de Investigación de Enfermedades Digestivas.

La ansiedad o el bienestar pueden originarse en el aparato digestivo

–Se suele decir que el aparato digestivo es nuestro segundo cerebro.
–Y así es. La conexión intestino-cerebro, mente-cuerpo, es poderosa. Me parece maravilloso porque relaciona nuestro organismo con el entorno, con el medio en que vivimos. Nos conecta. La ansiedad o el bienestar que sentimos pueden tener su origen en el aparato digestivo. Por no hablar del efecto de los antidepresivos…

–¿Qué ocurre con ellos?
–El prozac y otros similares puede que actúen en el intestino y no en el cerebro, como se cree. Estos fármacos tratan de aliviar la depresión aumentando los niveles de serotonina. La mayoría de expertos considera que ese extra de este neurotransmisor en el cerebro es lo que ayuda a mejorar el estado de ánimo.

Pero el 95% de la serotonina en el organismo se encuentra en el sistema digestivo. Podría ser que esos fármacos estimularan la producción de serotonina en el intestino y cambiaran las señales químicas que se envían por el nervio vago al cerebro.

El 95% de la serotonina en el organismo se encuentra en el sistema digestivo.

–El intestino influye sobre el cerebro, ¿y al revés?
–También. Sabemos que el cerebro influye en los mediadores del estrés en el intestino y eso hace que cambien los microbios que albergamos.

–¿Hay algún momento en la vida en que esa relación entre cerebro e intestino sea más relevante?
–Hay dos momentos en los que las bacterias desempeñan un papel más importante. En primer lugar, durante los primeros meses o años de vida, que es también cuando se está desarrollando el cerebro; en ese periodo, por ejemplo, el estrés de la madre o una infección puede afectar a la microbiota del niño.

Y en segundo lugar, al final de la vida, cuando se producen enfermedades neurodegenerativas, como Alzheimer o Parkinson, pues los cambios en la microbiota y en el intestino comienzan antes de que empiecen los síntomas neurológicos en ambas enfermedades.

–¿Qué suele recomendar a sus pacientes con trastornos como el síndrome de colon irritable?
–Que lo mejor que pueden hacer para cuidar de su salud es practicar algún tipo de meditación, como mindfulness, también yoga o alguna técnica de reducción del estrés. Asimismo, claro está, que vigilen su alimentación.

Si eres una persona muy estresada y sufres ansiedad, es muy importante que sigas una buena dieta, equilibrada, muy rica en verduras y frutas. Es como un pez que se muerde la cola: si sientes ansiedad, eso provoca en el intestino contracciones y secreciones que cambian la microbiota intestinal y entonces esta produce diferentes metabolitos que van al cerebro. Y así.

Lo mejor que se puede hacer por la propia salud es practicar algún tipo de meditación, como mindfulness, también yoga o alguna técnica de reducción del estrés.

–¡Un círculo vicioso!
–Pero se puede romper, tanto por arriba, actuando sobre el cerebro, como por abajo, haciéndolo sobre el intestino. La meditación es una excelente manera de conseguirlo y, además, a los pacientes les encanta. Eso sí, cuando la gravedad del estado del paciente es superior les recomendamos que sigan una terapia psicológica cognitiva.

Justo ahora estamos haciendo un estudio para averiguar si la meditación y la terapia cognitiva modifican la comunidad de bacterias de su intestino. ¡Son tiempos realmente fascinantes en medicina!