Con los productos de limpieza actuales los suelos, azulejos o armarios quedan relucientes; los vasos, transparentes, y la ropa, blanca y perfumada. El problema es que algunos de sus ingredientes no son inofensivos para el cuerpo ni para la naturaleza.

En cambio, los detergentes elaborados con criterios ecológicos recurren a materias primas de origen vegetal que resultan mucho más seguras para la salud y no afectan tanto a la pureza del agua.

Las sustancias nocivas habituales

Antes de la Segunda Guerra Mundial la limpieza doméstica se realizaba con agua y jabón elaborado artesanalmente a partir de grasa animal o vegetal que se mezclaba con sosa cáustica. Un ejemplo eran el jabón de Marsella o el jabón de Castilla, que siguen siendo apreciados hoy.

A mediados del siglo XX la industria química revolucionó el mundo de la limpieza con una mezcla de ingredientes tan novedosos y efectivos como contaminantes.

Los tensoactivos o surfactantes son las sustancias limpiadoras activas porque aumentan la capacidad del agua para disolver la grasa y todo tipo de suciedad. Primero se utilizaron derivados del benceno que no eran biodegradables y producían efectos muy dañinos. Fueron sustituidos por los alquilsulfonatos lineales, que son menos tóxicos y se descomponen con más facilidad, pero que tampoco son totalmente seguros.

Los protagonistas del actual "milagro antigrasa" tienen su origen en la industria petroquímica y al ser liberados en el entorno resultan tóxicos para plantas y animales. Llegan incluso a entrar en nuestra cadena alimentaria, pues los lodos de las depuradoras municipales donde se acumulan se transforman en abono agrícola.

Los primeros detergentes industriales contenían muchos fosfatos, unos compuestos que aumentan la capacidad del agua para penetrar en las manchas, pero que al llegar a los ríos o el mar provocan el crecimiento descontrolado de las algas. Este fenómeno es conocido como eutrofización y culmina con las llamadas mareas rojas o verdes.

Los fosfatos han ido desapareciendo de las formulaciones para lavar la ropa, pero todavía se utilizan en los lavavajillas y otros productos de limpieza. A menudo se sustituyen con otros compuestos a base de fósforo que también son un problema para el entorno.

Además de surfactantes y fosfatos, los detergentes actuales contienen otros compuestos que refuerzan su efecto, como carbonatos y perboratos, enzimas, blanqueantes, espumantes, colorantes, conservantes, aromas… Casi todas estas sustancias presentan pequeños o grandes inconvenientes.

Por ejemplo, los blanqueantes ópticos basados en el cloro son tóxicos y se acumulan en el organismo y los ecosistemas. Las enzimas pueden irritar los ojos y la piel, sobre todo de personas sensibles.

Agentes antibacterianos como el triclosán no sirven en la práctica para nada –no reducen el riesgo de infección más que lavar con otro producto–, sin embargo favorecen la aparición de bacterias resistentes a los antibióticos y entrañan, por tanto, una amenaza importante para la salud.

Los perfumes y otros aditivos como los conservantes y los colorantes pueden provocar alergias, alterar el sistema hormonal o sensibilizar el sistema nervioso, como les ocurre a las personas que sufren el síndrome de sensibilidad química múltiple.

Las autoridades han ido reduciendo los máximos permitidos de algunos ingredientes, pero los detergentes actuales están lejos ser sanos o inocuos.

Limpieza con productos caseros

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La alternativa natural

La alternativa son los detergentes ecológicos que se elaboran partir de materias primas renovables.

Los surfactantes que se obtienen de grasas vegetales y azúcares se degradan mejor y son menos tóxicos que los obtenidos del petróleo. No contienen fosfatos, otros derivados del fósforo, blanqueantes ópticos, aromas, conservantes ni colorantes sintéticos.

Peter Malaise, director tecnológico de Ecover, empresa belga pionera de los detergentes ecológicos, asegura que ningún producto fabricado por ellos produce un efecto persistente conocido en el entorno o la salud humana. No son completamente inocuos –¡no se pueden beber o comer!– pero el agua de la colada, tras un tiempo de decantación, podría servir para regar.

Además, los fabricantes comprometidos no dejan de perfeccionar el proceso de producción para evitar sustancias y técnicas que impliquen cualquier presencia de residuos contaminantes en el producto o su liberación en la naturaleza.

Se suele decir que los detergentes ecológicos no son tan eficaces como los convencionales. Pudo ser así hace décadas con la primera generación de productos ecológicos, pero los análisis independientes indican que, aunque produzcan menos espuma, quitan las manchas con la misma eficacia.

Si parece que no consiguen en la ropa un blanco tan puro es porque estamos habituados al efecto de los blanqueantes con propiedades fluorescentes que aumentan los reflejos de la luz azulada en las prendas. Pero eso no es limpieza sino una ilusión óptica.

Dos tipos de certificación

Ecocert ofrece dos niveles de avales. El primero, "Detergentes Naturales", garantiza el uso de ingredientes realmente biodegradables y permite la utilización de algunos ingredientes sintéticos hasta el 5% de la composición. El segundo, "Detergentes Naturales fabricados con Ingredientes Ecológicos", exige que al menos el 10% de ingredientes procedan de la agricultura ecológica.

Las opciones del mercado

La oferta de detergentes ecológicos se ha multiplicado. A las marcas pioneras europeas se han sumado fabricantes nacionales de una calidad excelente.

  • BioBel. Es la línea de productos ecológicos de la empresa castellonense Jabones Beltrán, fundada en 1922. Su jabón para lavadora está completamente libre de fosfatos e ingredientes derivados del petróleo. Es la primera empresa española que consiguió el sello de Ecocert para detergentes y tiene incluso una gama de productos adecuados para personas con sensibilidad química múltiple.
  • Ecover. Este veterano fabricante belga posee una extensa gama de productos para cubrir todas las necesidades. Su objetivo para el año 2020 es usar plástico 100% reciclado en todas sus botellas y también están probando nuevas alternativas biodegradables.
  • Almacabio y Equo. Ambas marcas pertenecen a la firma Hedera Natur. Poseen la certificación para "detergentes limpios" de la Asociación Italiana de la Agricultura Biológica. La línea Bio2 está diseñada para personas con sensibilidad a productos químicos.
  • Sodasan. Ofrece una amplia gama de productos, desde detergentes para lavadora y lavavajillas hasta productos para el baño, algunos con aval Ecocert.
  • Ecotech. Este fabricante alicantino ofrece detergentes para ropa y para la vajilla que cuentan con la Etiqueta Ecológica Europea.
  • Ulrich. No muestra ninguna certificación, pero está comprometida con los ingredientes naturales y los métodos ecológicos. Sin fosfatos, enzimas, blanqueantes ni ácidos agresivos. Venden algunos productos a granel.
  • Talybe. Los surfactantes de esta marca italiana se elaboran a partir de aceite de coco de explotaciones sociales y sostenibles. Posee el bastante estricto aval ICEA, que autoriza los fosfonatos.
  • Sonett. Fabricado en Alemania siguiendo la línea antroposófica, como las cosméticas Weleda y Dr. Hauschka o los alimentos. Sus procesos e ingredientes respetan los ritmos vitales y cósmicos. Todos los ingredientes son biodegradables al 100 % y están libres de perfumes, colorantes y conservantes sintéticos.
  • Attitude. Una marca canadiense con la certificación norteamericana EcoLogo, menos exigente que Ecocert.

Además de elegir bien el detergente, cabe replantearse para qué usamos tantos productos de limpieza o por qué lavamos la ropa tan a menudo, cuando se podría simplemente airearla o cepillarla.

Tampoco hay razón para emplear un programa con agua caliente y más detergente del recomendado. Basta con modificar los hábitos de limpieza para evitar problemas ambientales y de salud, además de ahorrar dinero, energía y recursos naturales.