Lo último que esperas encontrarte en la sopa es un pelo del cocinero o un duro trozo de plástico de origen desconocido. Pondrías el grito en el cielo si te los tropezaras, pero sin darte cuenta ya te estás comiendo ese plástico en forma de micropartículas. Y lo que es peor, su diminuto tamaño no hace que sean inofensivas, sino todo lo contrario, pues se introducen en los rincones más sensibles de tu organismo.

Cada año se lanzan al mar 8 millones de toneladas de plásticos que al degradarse se convierten en micropartículas. A este ritmo, en el año 2050 en el mar habrá un volumen mayor de plástico que de peces, según la Fundación Ellen MacArthur.

¿Cómo se está llenando el mar de plástico?

Los objetos de plástico no se biodegradan, sino que se convierten en partículas menores de 5 mm de diámetro debido a la acción del sol, a la oxidación y a la acción física de las olas, las corrientes o los mordiscos de peces y aves.

Pero no creas que todo el plástico que invade el mar tiene su origen en las bolsas y todo tipo de cosas que te vengan a la imaginación. Buena parte es plástico que no llegamos a ver.

Como los gránulos o pellets de plástico, el material al que aún no se ha dado forma en las fábricas, y que se pierde en el mar como consecuencia de los accidentes de los mercantes contenedores. Algunos peces grandes y depredadores los confunden con huevos de otras especies que forman parte de su alimentación.

Al mar también llegan las micropartículas que los fabricantes utilizan en las cremas cosméticas exfoliantes y las pastas de dientes, que quizá utilizas en el baño y que luego viajan por los desagües y no llegan a ser filtradas por las depuradoras municipales.

Las micropartículas de plástico se acumulan en el marisco y el pescado

Parte de ese plástico acaba inevitablemente en el plato. La cantidad ingerida dependerá del menú. Los amantes del marisco son quienes lo tienen peor: un estudio de la Universidad de Gante (Bélgica) estima que se tragan unas 11.000 partículas de plástico al año. De esta cantidad, unas 100 partículas se acumulan en el cuerpo y el resto se eliminan.

El marisco es el alimento más afectado porque las partículas de plástico se depositan en el fondo marino donde viven los crustáceos. Los moluscos, por su parte, son auténticos filtros que retienen todo tipo de contaminación. Los mejillones destacan en este sentido.

Muchas especies de peces comen plástico como si fuera plancton, y algunas incluso lo prefieren, con nefastas consecuencias para su salud, por supuesto. Aunque estas partículas se concentran en los sistemas digestivos de los peces, las más pequeñas, las nanopartículas se filtran hasta los músculos y no pueden evitarse por muy bien que se limpien. Así, las micropartículas se encuentran en pescados de consumo humano como el bacalao, el abadejo o la caballa.

Hace unos meses, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria pidió que se realicen urgentemente más investigaciones sobre los efectos en la salud causados por la presencia de “microplásticos contaminantes en los tejidos comestibles del pescado comercial”.

Los efectos de los microplásticos en la salud

Los daños en la salud son causados por el polímero y sobre todo por los componentes tóxicos que incorporan, como bisfenoles, ftalatos, antimicrobianos, retardantes de llama, colorantes y otros agentes químicos.

Además, el plástico marino absorbe y facilita la entrada en los organismos vivos y en la cadena alimentaria humana de compuestos tóxicos como los hidrocarburos policíclicos aromáticos, los bifenilos policlorados, las dioxinas o los pesticidas que se encuentran en el agua.

Cuando los plásticos son ingeridos, estas sustancias pueden liberarse en el intestino o interferir con la absorción de nutrientes o los procesos fisiológicos. Muchas se relacionan con trastornos de los sistemas endocrino, nervioso e inmunitario, y con enfermedades crónicas, degenerativas, neurológicas e, incluso, cáncer.

Pero hasta el momento no se han realizado los estudios necesarios para conocer la magnitud de los trastornos causados por la presencia de microplásticos en los alimentos.

Según la ecotoxicóloga Heather Leslie, de la Universidad de Maine, las nanopartículas de plástico podrían inducir respuestas inmunitarias, alterar la expresión de genes y causar muerte celular, entre otros efectos. Podrían, incluso, traspasar la placenta y la barrera hematoencefálica que protege el cerebro.

También en los alimentos vegetales

Si piensas que con una dieta a base de vegetales estás a salvo, te equivocas, pues el plástico se halla en el agua que se utiliza para limpiarlos y en la sal de mesa de origen marino.

Pero a falta de estudios precisos, se estima que los alimentos vegetales no son la principal vía de entrada de los microplásticos en el cuerpo. Las investigaciones se centran, por ahora, en el marisco.

Los investigadores no quieren alarmar a la población con esta nueva amenaza para la salud. Seguramente su incidencia no es hasta el momento más grave que otros riesgos a los que estamos cotidianamente expuestos, valoran.

Y agravan el cambio climático

Es un factor de desequilibrio más, también para el planeta. Según Luisa Galgani, de la Universidad de Siena, el plástico puede afectar a la tasa de intercambio del CO2 en la superficie marina y con ello agravar el cambio climático.

Las corrientes oceánicas tienden a concentrar la basura plástica en determinados lugares del planeta, en concreto en los llamados "5 giros oceánicos". En el que se encuentra entre Asia y Norteamérica, la mancha de plástico dobla el tamaño de Francia y se puede ver desde los satélites.

Además de las medidas que podamos tomar a nivel personal –sobre todo, reducir el consumo de plástico, tanto del que se ve como del que no se ve–, la manera más eficaz de enfrentar el problema es apoyar los cambios en los sistemas de producción industrial, de manera que las empresas se responsabilicen de lo que ocurre tras la vida útil de los productos. Es posible fabricar materiales más seguros y evitar que se conviertan en basura tóxica.