Los 10 secretos para vivir muchos años con salud

¿Cuáles son las claves para vivir más y mejor? Presentamos las diez claves que favorecen ese equilibrio y que incluyen aspectos tanto físicos como anímicos.

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Ante la salud y la enfermedad existen dos alternativas.

Una es creer que los trastornos aparecen principalmente como fruto del azar, que se puede hacer poco para prevenirlos, y que, si se tiene la mala fortuna de caer enfermo, siempre se puede confiar en que el médico encuentre una solución.

Es una actitud que presenta sus limitaciones, aunque es lógica en una cultura donde es más prioritario saber cómo se utiliza un ordenador que conocer cómo funciona el propio cuerpo.

La otra opción es reconocer que la salud depende en buena medida del estilo de vida. Es cierto que el factor genético y la constitución personal son importantes, pero los hábitos cotidianos pueden serlo aún más.

El estilo de vida saludable depende de una serie de factores estrechamente relacionados con la forma en que cada uno decide vivir.

Las horas de sueño, la alimentación, la actividad física, la forma de relacionarse con los demás y la actitud que se asume frente a la vida hacen que se lleve o no un estilo de vida saludable.

La Organización Mundial de la Salud afirma en La Carta de Ottawa que "la salud es el resultado de los cuidados que uno se dispensa a sí mismo y a los demás, de la capacidad de tomar decisiones y controlar la vida propia y de asegurar que la sociedad en que uno vive ofrezca a todos sus miembros la posibilidad de gozar de un buen estado de salud".

¿Cuáles son las características del estilo de vida saludable? Las hemos resumido en el siguiente decálogo.

1. Vivir con una actitud optimista

Las actitudes reflejan la personalidad y explican buena parte de lo que nos sucede en la vida.

La relación con la salud es evidente: por ejemplo, una persona temerosa y aprensiva no necesita ponerse físicamente enferma para sentirse realmente mal.

Alguien de talante pesimista puede creer que todo va a ir mal y no tomar medidas para evitar las desgracias, incluidas las enfermedades.

Igualmente, a las personas que están habituadas a improvisar les cuesta seguir una dieta equilibrada y unos hábitos de trabajo y descanso razonables.

Los expertos dicen que el optimismo y el sentido del humor son actitudes que refuerzan la salud. Los optimistas suelen tomar decisiones más acertadas.

Según Albert Figueras, profesor de Farmacología en la Universidad Autónoma de Barcelona y autor de Optimizar la vida (Alienta Editorial), los optimistas tienen una alimentación más equilibrada que la media, hacen más ejercicio, descansan y son más receptivos a los mensajes de alarma que proceden del cuerpo. Además los optimistas saben encontrar el apoyo de otras personas.

Otros estudios indican que los optimistas tienen niveles más bajos de hormonas estresantes e inflamatorias y presentan una respuesta inmunitaria más eficaz.

La actitud vital de una persona forma parte de su sistema de defensa contra la enfermedad. Según el psicólogo Martin Seligman, el optimismo es una actitud natural y sana.

Sin embargo, muchas personas aprenden a lo largo de su vida, y sobre todo durante la infancia, a conformarse con la peor opción. La buena noticia es que igual que se abona el pesimismo, puede cultivarse el optimismo.

Seligman recomienda estar atento a los propios pensamientos y en cuanto se detecta uno pesimista reemplazarlo inmediatamente por otro de signo opuesto. "Lo conseguiré" en lugar de "no lo conseguiré".

A continuación hay que buscar los argumentos que justifican el pensamiento optimista. Siempre los hay.

2. Comer más alimentos de origen vegetal

La medida más eficaz para mejorar las expectativas de salud de la mayoría de personas en Occidente es sustituir los alimentos de origen animal por otros de origen vegetal.

El exceso de proteínas y grasas saturadas –comunes en carnes y productos lácteos– es causa de enfermedades inflamatorias, cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer.

En cambio, se ha demostrado que la dieta vegetariana reduce la incidencia de estas enfermedades y beneficia a la salud en general.

Los cereales integrales aportan energía junto con fibra, minerales, vitaminas y una proporción significativa de proteínas. Estas se hallan también en las legumbres, los frutos secos y las semillas.

Las grasas monoinsaturadas (aceite de oliva, aguacate) y las omega-3 (aceites de lino y de nuez) son idóneas para mantener a raya el colesterol y los agentes inflamatorios.

Las frutas y verduras son ricas en vitaminas, minerales, fibra y compuestos vegetales con propiedades beneficiosas para defenderse de muchas enfermedades, especialmente las relacionadas con la acción de los radicales libres.

3. Preferir el producto menos desnaturalizado

Los productos quesolo utilizan ingredientes naturales, de temporada o de cultivo artesanal o ecológico son preferibles a aquellos que recurren a los aditivos para mejorar artificialmente su sabor, color, textura y conservación.

Los alimentos elaborados con métodos que respetan su naturaleza, como el aceite de oliva virgen extra, tienen más calidad que los manipulados con métodos que los desnaturalizan, como la margarina.

Casi tan importante como la elección de los alimentos es la preparación y la manera de comer.

Los métodos de cocción suaves, como el vapor o el horno a baja temperatura, producen una pérdida mínima de nutrientes en comparación con las frituras o los asados, que pueden provocar la aparición de sustancias tóxicas.

Finalmente, los platos preparados con cariño y consumidos disfrutando de cada bocado, si es posible en buena compañía, sientan mucho mejor.

4. Obtener bienestar con el movimiento

El ejercicio es uno de los grandes pilares de la salud.

Los pulmones, el corazón y el resto de órganos vitales necesitan una dosis regular de movimiento para mantenerse en forma, eliminar toxinas y calorías y no degenerar precozmente. El ejercicio estimula todos los procesos fisiológicos.

El doctor Michael Roizen, reconocido divulgador de las ventajas del ejercicio físico, señala que el entrenamiento regular evita que se expresen genes que de otro modo podrían desencadenar un cáncer, una enfermedad arterial o una depresión.

Según la OMS, basta media hora diaria de marcha ligera para obtener beneficios significativos.

Realizar cualquier deporte es útil, pero hay que destacar los que se practican al aire libre, en contacto con el sol, el aire, el agua y la tierra, que proporcionan vitalidad extra.

El yoga y el taichí son ejercicios tranquilos, óptimos para conservar el equilibrio y la flexibilidad, tanto a nivel físico como energético y mental.

Se tiende a pensar en la actividad física como en una medida preventiva que mantiene el tono muscular y ayuda a controlar el peso.

Pero sus efectos sobre el organismo son más amplios de lo que cabe imaginar: músculos y huesos lo necesitan para desarrollarse y mantenerse en buen estado.

Con el paso de los años, la densidad ósea se deteriora y en el peor de los casos aparecen síntomas de osteoporosis.

Incluso las mujeres que han pasado la menopausia pueden evitar la desmineralización y aumentar la densidad del esqueleto practicando algún ejercicio dos veces a la semana.

5. No descuidar el descanso ni el sueño

Las horas de trabajo deberían compensarse con el doble de tiempo dedicado al descanso y a uno mismo.

Disfrutar de momentos para conversar, contemplar la naturaleza, escuchar el propio cuerpo, cultivarse... deberían considerarse una prioridad vital.

El sueño es esencial en ese sentido. Con frecuencia dejamos que las actividades nocturnas nos resten horas de descanso.

Sin embargo, es importante que el sueño dure lo suficiente y sea de calidad, es decir, despertarse sin molestias y con ánimo para empezar la jornada.

Para ello es útil relajarse progresivamente a medida que se acerca la hora de dormir, aquietando la actividad. Entonces el sueño podrá cumplir sus funciones fisiológicas.

Durante la noche se activan una serie de procesos que permiten la regeneración de todo el organismo. Dormir bien incrementa la resistencia a las enfermedades.

Las personas que tienen problemas de insomnio o no duermen lo suficienteson más susceptibles de contraer infecciones víricas, como por ejemplo resfriados y gripes. Al enfermar, dormir favorece una recuperación más rápida.

La presión arterial disminuye durante el sueño y las frecuencias cardiaca y respiratoria se hacen más lentas. Esta respiración más profunda hace posible que las células se oxigenen correctamente.

También aumenta la secreción de hormonas con función regeneradora, como la hormona del crecimiento y la melatonina.

Los propios sueños son imprescindibles para asimilar las experiencias vividas a lo largo del día y por tanto para el equilibrio mental y físico.

6. Utilizar terapias naturales cuando sea posible

La medicina convencional busca ante todo la comodidad del paciente sin corregir a veces los hábitos que pueden favorecer la enfermedad.

Las terapias naturales intentan estimular la capacidad curativa del organismo.

Forma parte de nuestra cultura el no recurrir a los profesionales de la salud hasta que los problemas se agravan. Pero la salud debe cuidarse cuando aún nos sentimos bien, prestando atención a los cambios de ánimo y a los síntomas físicos leves.

Las terapias naturales brindan apoyo antes incluso de que la enfermedad se materialice. La amplia variedad de terapias ayuda a que cada persona elija la más afín a ella.

La terapia nutricional es la manera más directa de preservar la salud del cuerpo proporcionándole los nutrientes que necesita en las cantidades apropiadas. Los médicos y terapeutas recomiendan dietas y suplementos a medida.

El uso de plantas es tan viejo como la humanidad. En Occidente fueron utilizadas durante siglos hasta que comenzaron a ser sustituidas por sustancias creadas en laboratorios.

Actualmente ocurre lo contrario: determinadas plantas se consideran en ocasiones más recomendables que algunos fármacos.

La homeopatía administra remedios tan sutiles e inocuos como poderosos tras observar el cuadro de síntomas físicos y anímicos del paciente. Esta medicina estimula la energía curativa del organismoy destaca en las dolencias con un componente psicosomático.

La medicina china regula el equilibrio entre los diferentes tipos de energía que actúan en la naturaleza y en el organismo.

La acupuntura es la técnica tradicional china más conocida, pero también se utilizan tratamientos dietéticos, masajes energéticos, plantas medicinales y ejercicios físicos.

Las técnicas corporales producen cambios en la estructura corporal, así como a nivel energético y anímico (las emociones se pueden ubicar en forma de bloqueo en cualquier parte del cuerpo). Existen unas 80 terapias corporales que permiten elegir en función de las circunstancias.

7. No trabajar solo a cambio de dinero

La actividad laboral es, en la gran mayoría de personas, la que ocupa mayor número de horas y acaso la que tiene mayor impacto sobre el cuerpo y la mente.

En su faceta física, el trabajo puede conllevar movimientos repetitivos, esfuerzos musculares o sedentarismo.

En el aspecto mental y emocional, depara satisfacciones, pero también frustraciones, presiones psicológicas, fatiga intelectual y estrés.

Lo ideal es que el trabajo coincida con la vocación, pero eso no siempre es factible. A menudo hay que conformarse –no es poco– con ser útiles a los demás mientras se labra la propia subsistencia.

Vale la pena considerar si el trabajo nos aporta más cosas positivas que negativas y si representa una amenaza para nuestro equilibrio o no. Siempre existen otras opciones.

El estrés crónico es una de las principales consecuencias del exceso de trabajo. Es una amenaza para la salud porque va consumiendo energía vital hasta que se desarrollan alteraciones físicas o mentales.

Algunas personas intentan alejar la tensión mediante actividades compulsivas, como fumar, comer o beber en exceso o tomar drogas recreativas con regularidad, lo que puede agravar el desequilibrio.

La mejor manera de librarse del estrés es aprender a controlarlo. La sofrología, la meditación, la relajación progresiva, el entrenamiento autógeno o las técnicas de biofeedback son herramientas valiosas.

8. Disfrutar de un entorno vital saludable

Al hablar de entorno sano, la medicina convencional solo hace vagas referencias a las necesidades de evitar las humedades que favorecen la proliferación de hongos y otros microorganismos patógenos.

Sin embargo, son muchos más los factores que desde el otro lado de la piel pueden influir de manera decisiva sobre la salud.

Aunque el ser humano es capaz de crear su propio ecosistema, conviene que el entorno satisfaga una serie de necesidades.

Respirar aire puro, libre de agentes tóxicos y rico en iones negativos, ejerce un poderoso efecto beneficioso sobre el organismo.

Hay que asegurarse de que en la casa no haya fuentes de gases ni sustancias contaminantes.

Estas sustancias son emitidas, por ejemplo, por los muebles y las alfombras nuevos, los productos de limpieza y los ambientadores sintéticos. Por eso en el hogar conviene rodearse de materiales naturales.

También es recomendable hacer salidas frecuentes al campo y a los parques, y velar para que los pueblos y ciudades estén menos contaminados.

Los estudios científicos indican que los seres humanos –y especialmente los niños– necesitamos el contacto con los elementos naturales, con las plantas, las piedras y la tierra, para mantenernos sanos.

El cuerpo languidece y la mente se desequilibra si vivimos únicamente en entornos artificiales, rodeados de superficies duras y grises de cemento.

La belleza o la fealdad de los objetos que nos rodean, la luz y los colores también nos afectan. Conviene que lo tengamos presente para acondicionar los espacios según nuestras necesidades.

A veces, un ramo de flores o una planta bastan para convertir en habitable cualquier lugar.

9. Acudir a la naturaleza con regularidad

El contacto con la naturaleza tiene efecto curativo y no es una exageración ni una metáfora, sino un hecho comprobable científicamente.

Howard Frumkin, experto en salud ambiental y laboral, cree que la relación del ser humano con la naturaleza es parte fundamental de la buena salud y que la necesidad de llevar un estilo de vida más verde se intensifica a medida que el entorno se hace más tecnológico y superpoblado.

El mero hecho de ver la naturaleza ya ejerce efectos positivos. Los oficinistas que tienen cerca una ventana desde donde se divisan árboles disfrutan más de su trabajo y se encuentran mejor de salud que quienes trabajan encerrados entre cuatro paredes.

La exposición a la naturaleza reduce la fatiga mental, la irritabilidad y los accidentes.

Se ha demostrado que las personas que tienen un contacto más frecuente con el campo suelen enfermar menos y recuperarse más rápido.

Existen muchas maneras de conectar con la naturaleza. Una buena idea es hacer una pausa a media mañana para pasear por un parque cercano, o hacerlo después de la comida o al concluir la jornada.

En casa se puede disfrutar de plantas adaptadas a los ambientes interiores o instalar una vitrina con una colección de conchas, piedras, musgo, semillas y hojas que podemos tocar cuando nos apetezca.

Los fines de semana y las vacaciones pueden ser aprovechados para sumergirse a fondo en la naturaleza. Vivir en una casa con jardín o con un buen patio o terraza resulta ideal.

10. Cultivar el equilibrio emocional y espiritual

Todas las emociones pueden expresarse de manera adecuada, pues forman parte de la naturaleza humana. Los problemas aparecen cuando se desbordan o no encuentran los caminos para salir a la luz.

Las causas de los conflictos emocionales suelen ser profundas, pero nos interesa descubrirlas, porque poco a poco pueden minar la salud a través de las tensiones musculares, la secreción de hormonas del estrés y otros mecanismos fisiológicos y energéticos.

El autoconocimiento –con ayuda de técnicas psicológicas, meditativas, visualizaciones, escritura, expresión artística…– proporciona una comprensión del funcionamiento anímico y ayuda a deshacer círculos viciosos de pensamiento.

Los conflictos emocionales se relacionan a menudo con experiencias afectivas de la infancia, pero en muchos casos también reflejan un descontento espiritual, debido a que no nos sentimos formando parte de algo más grande que nosotros.

Los miedos en general y el temor a la muerte en concreto revelan inquietudes en esa línea.

Para encontrar nuestro lugar en este mundo es necesario reforzar nuestras conexiones: con la naturaleza, a través del contacto con los elementos naturales y los seres vivos; con las personas, gracias a las relaciones afectivas; y con la sociedad, contribuyendo al bien común.

Las religiones, pero también las filosofías y el arte, son otros medios de conexión con la espiritualidad y permiten hallar respuesta a las preguntas esenciales de la vida.

La relajación es la herramienta cotidiana para la administración de las emociones.

Existen diferentes técnicas que favorecen la desconexión de las preocupaciones y el control de los nervios en los momentos de tensión. Algunas son el yoga, el chikung o la sofrología.

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