A lo largo de toda la vida, el cuerpo debe mantener una lucha permanente contra microorganismos patógenos, sustancias extrañas que lo acosan, toxinas que se acumulan y mutaciones celulares. El conjunto de tejidos y células encargados de defendernos frente a estos agentes agresores recibe el nombre de sistema inmunitario.

El estrés continuado, las emociones negativas, la vida sedentaria y una mala dieta que conlleva déficit de nutrientes y exceso de toxinas son factores que deprimen el sistema defensivo y propician el desarrollo de infecciones, alergias, cáncer o enfermedades autoinmunes.

Estudios realizados en grupos humanos longevos que no presentaban enfermedades comunes hoy (ubicados en valles apartados de los Alpes, el Cáucaso, el Himalaya o Japón), han revelado que –además de llevar una vida sencilla en lugares remotos y ajenos a la alimentación industrializada, de respirar aire puro y de no sufrir estrés– su alimentación consistía fundamentalmente en hortalizas, frutas, cereales y alimentos fermentados.

En las frutas y las verduras se encuentran auténticos "medicamentos" naturales capaces de neutralizar y eliminar toxinas, regular las funciones vitales, frenar la arteriosclerosis y potenciar el sistema inmunitario.

Una alimentación adecuada se impone como piedra angular para mantener una buena salud, aunque con frecuencia puede resultar necesario un aporte adicional de vitaminas, minerales, oligoelementos y compuestos fitoterapéuticos de calidad, que los productos de la industria alimentaria no siempre proporcionan en las cantidades óptimas.

Hemos realizado una selección de alimentos muy útiles si se quiere gozar de buenas defensas. Constituyen un gran talismán contra el ataque de agentes patógenos y la degeneración celular.

 

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Ajos y cebollas: el remedio tradicional

Ejercen una acción antitóxica, bactericida, antiparasitaria, carminativa y reguladora de la circulación. Aumentan la producción corporal de interferón y con ello contribuyen a combatir infecciones como el resfriado, la bronquitis y la gastritis.

Pueden comerse crudos formando parte de ensaladas, si bien no todo el mundo los digiere con facilidad cuando no han sido cocidos. Resultan muy útiles para la confección de caldos diuréticos y antioxidantes. La ingesta diaria de dos dientes de ajo crudos y una cebolla mediana ayuda a mantener una flora intestinal sana, premisa básica para unas buenas defensas.

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Jengibre: previene y alivia

El jengibre reduce la fiebre, la congestión nasal y las molestias musculares asociadas a la gripe.

Haz la infusión con 10 g de la raíz fresca, en rodajas sin piel, durante 8 minutos.

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Limones: multiplican la eficacia defensiva

Las flavononas del limón multiplican por 200 la actividad de la vitamina C e incrementan el número de células defensivas. 

Los frutos cítricos en general resultan especialmente recomendables en caso de infección porque favorecen el buen funcionamiento del sistema inmunitario.

Aña​de un chorrito al té verde o a la infusión de jengibre. También puedes combinar el zumo de un limón y tres naranjas.

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Té verde: antioxidante y antivírico

Entre otros principios activos del té verde está la teoflavina con efecto antivírico.

Bebe un mínimo de 3 tazas diarias (sin azúcar ni leche).

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Yogur de soja: defensas en plena forma

Los lactobacilos de los yogures, de soja u otros, estimulan la inmunidad. Pueden prevenir el resfriado o acortar 2 días su duración, además de disminuir la intensidad de los síntomas. 

Si los tomas en suplemento, comprueba que contenga más de mil millones de bacterias vivas.

Incluye otros fermentados en tu dieta para aumentar tu resistencia.

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Tomillo: la planta de primer recurso

Su aceite esencial es muy eficaz frente a virus y bacterias. Puedes tomarlo en infusión o inhalar los vapores del aceite esencial ante las primeras molestias del resfriado o la gripe. 

La menta y el saúco combinan bien en infusión a partes iguales con el tomillo.

ensalada con algas. Algas repletas de minerales

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Algas repletas de minerales

Aportan al organismo minerales (como el selenio) que son deficitarios en las verduras terrestres debido a que los campos han agotado sus reservas por el cultivo intensivo y con abonos químicos al que están sometidos.

Las algas (wakame, dulse, kombu…) absorben los nutrientes directamente del agua del mar. Su elevada proporción de clorofila –molécula similar a la hemoglobina– hace que actúen como eficaces "limpiadores" de toxinas y metales pesados en intestinos, hígado y sangre.

Ejercen también un efecto antibiótico y regulador de la flora intestinal. Una pequeña cantidad diaria (15-20 mg) resulta suficiente para gozar de sus beneficios.

Avena: rica en betaglucanos

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Avena: rica en betaglucanos

Es uno de los cereales más ricos en cinc y manganeso, oligoelementos que ayudan a vencer los resfriados.

También contiene betaglucanos, moléculas que se consideran grandes potenciadoras del sistema inmunitario, ya que estimulan la producción de macrófagos (un tipo de leucocitos que destruyen los microorganismos patógenos y las células mutantes).

Aporta energía al organismo y ayuda a resistir tanto el esfuerzo físico como el mental. La avena puede ingerirse en el desayuno en forma de copos o salvado pero también como plato principal si se cuecen los granos con poca agua y a fuego lento. La leche de avena es otra saludable opción.

 

broccoli-1974801 1280. Brócoli: con azufre beneficioso

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Brócoli: con azufre beneficioso

El brócoli, como el resto de la familia de las crucíferas (berza, col lombarda, coles de Bruselas, coliflor…), que contienen altas dosis de isotiocianatos, indoles y glicosinolatos, unos compuestos azufrados con propiedades depurativas y anticancerígenas.

La cocción desactiva gran parte de estas beneficiosas moléculas –cada cinco minutos se calcula que se pierde un 20%–, por lo que crudas o picadas muy finas en ensalada es la mejor forma de aprovechar todo su potencial curativo. La preparación al vapor también es adecuada.

También aportan vitaminas C (tanta o más que las naranjas) y del grupo B, betacarotenos, selenio, calcio, magnesio, potasio y flavonoides. Cualquier especie de crucíferas debería estar presente en la dieta invernal al menos un par de veces a la semana.

 

Germen de trigo: aumenta la resistencia

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Germen de trigo: aumenta la resistencia

Una cucharada diaria de germen de trigo mejora la forma física y la resistencia del organismo frente a las enfermedades infecciosas. Contiene aminoácidos esenciales que el cuerpo no puede sintetizar, y además son ricos en ácidos grasos esenciales y vitaminas E y del grupo B.

Estos nutrientes compensan posibles carencias de la dieta y actúan como catalizadores en la absorción de los hidratos de carbono. Ayudan a equilibrar el sistema nervioso, lo que incide en el inmunitario. Son también grandes aliados de la salud de la piel y de las mucosas, barreras protectoras frente a la agresión de agentes externos.

 

La ayuda de los complementos nutricionales

Para reforzar el sistema inmunitario se puede recurrir a los complementos, consultando siempre a un profesional que paute los productos y dosis adecuados:

  • Extractos vegetales: de equinácea (250-500 mg/día), uña de gato (300 mg/día), pao d’arco (500-1.000 mg/día) o shitake (300-600 mg/día). Todas estas plantas son antiinflamatorias, aumentan la producción de anticuerpos y la capacidad fagocitaria de los leucocitos, e inhiben la proliferación celular anormal. Deben tomarse durante dos meses y descansar un mes antes de reiniciar el tratamiento. Por su carácter inmunoestimulante, no se recomienda su uso en enfermedades de tipo autoinmune ni con la toma de inmunosupresores.
  • Complejo vitamínico y remineralizante con vitaminas A, C y E, el complejo B, carotenoides, selenio, cinc, hierro, manganeso, cobre y germanio. Dosis: 1 o 2 cápsulas diarias, según el producto.
  • Coenzima Q-10: es un nutriente que incrementa la capacidad fisiológica de utilización de oxígeno. Dosis: 30-60 mg diarios (mantenimiento) a 90-120 mg/día (en caso de déficit inmunitario).
  • Probióticos y prebióticos: mantienen una flora intest inal sana y refuerzan el efecto barrera contra agentes tóxicos. Dosis: una o dos cápsulas, que contengan al menos mil millones de organismos vivos, dos o tres veces al día.