El buen humor –comenta el Dr. Eduardo Alfonso, en su libro Mis recuerdos– produce buenos humores fisiológicos, es un factor de higiene y esta incumbe a los médicos.

Estas palabras las repetía a menudo el Dr. Alfonso mientras contaba chistes después de comer, pues decía que mejoraban la digestión.

Para los antiguos griegos la salud física y mental estaba determinada por cuatro fluidos o humores corporales: sangre, flema, bilis vitelina y bilis negra.

La buena salud resultaba del equilibrio entre estos fluidos; el predominio de uno marcaba complexión, carácter y temperamento, o llevaba a enfermar.

Se creía que la flema tendía a acumularse en invierno, provocando resfriados y afecciones de garganta, mientras que la sangre predominaba en primavera y verano, causando vómitos y mareos. El equilibrio de los fluidos mejoraba con el buen humor, una alimentación adecuada y un entorno amable.

Hoy se explica el humor a nivel fisiológico mediante los mecanismos hormonales.

Así, los estrógenos ayudan a regular la serotonina, que inhibe el enojo y la agresividad. Influyen en el humor, la ansiedad, el sueño, el dolor, el apetito y la libido.

Cuando la mujer está fértil los estrógenos suben, lo que la pone de mejor humor; está relajada, sus feromonas atraen más y hasta camina diferente. Antes de menstruar, los estrógenos bajan y aumentan el mal humor y la irritabilidad o depresión.

¿El humor es inconsciente?

Muchos de estos mecanismos fisiológicos funcionan inconscientemente.

Así lo señalan psicólogos como John Bargh: el cuerpo puede procesar más de 11 millones de bits de información por segundo de forma inconsciente, pero de forma consciente, y funcionando a tope, solo puede procesar 50 bits.

La mayoría de decisiones y estados de ánimo se gestan, pues, de forma inconsciente y responden a estímulos y órdenes de quienes nos rodean. No es de extrañar que a menudo uno no sepa por qué ríe o se siente triste.

Pero el estado de ánimo también puede estar reflejando el estado de salud. El cuerpo capta dificultades en su interacción con el entorno y avisa de la necesidad de cambiar de ambiente o de prepararse para reaccionar de otra manera.

La enfermedad es una respuesta que intenta equilibrar los humores, y en la que los mecanismos inconscientes buscan lo mejor para el cuerpo.

El humor nos ayuda a adaptarnos al entorno

Hormonas y neurotransmisores se adaptan al medio para ayudarnos a sobrevivir y vivir mejor, creando estados de ánimo adecuados a cada circunstancia.

Se puede planificar vivir en armonía e intentarlo, pero un ambiente hostil puede hacer que no se reaccione con buen humor, sino con el mejor humor posible adaptado a la circunstancia.

Cuando aparecen emociones negativas o mal humor, hay que preguntarse cuál puede ser la causa. Sin embargo, a veces no se encuentra respuesta ni salida.

En esos contextos, ser capaz de reírse de uno mismo ayuda a recuperar la alegría, la paz, la paciencia, la benevolencia y la salud.