Descubre tu armonía corporal con estos 8 ejercicios al aire libre

En verano la playa, el campo o la montaña se convierten en los escenarios idóneos para prácticas físicas y meditativas que conectan cuerpo y naturaleza.

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Existe un gran paralelismo y conexión entre el equilibrio interno y el físico o externo. En el plano interior, si el centro se encuentra debilitado o desestabilizado, será imposible sentirse en equilibrio.

Habitualmente, cuando esto ocurre aparecen indicadores en forma de angustia, nerviosismo, negatividad, apatía o algún tipo de malestar anímico.

Lo mismo sucede en nuestro organismo. Cuando se da un desequilibrio o tensión física, el centro suele encontrarse poco tonificado y las descompensaciones aparecen en forma de dolor o contracturas.

El equilibrio significa bienestar y está estrechamente ligado al centro de gravedad, puesto que es el que lo posibilita.

En el ser humano, según diversas disciplinas y tradiciones milenarias, este centro de gravedad se sitúa en la zona del vientre, desde donde se irradian las fuerzas vitales hacia las cuatro direcciones.

En Oriente se considera esta zona una fuente de energía sutil y un núcleo de resonancia emocional.

Se recurre a él para recoger, movilizar y potenciar la energía, así como para dirigir los movimientos de cualquier acción.

La medicina ayurvédica considera esta zona el núcleo energético por excelencia. Es donde se encuentra el denominado chakra manipura (tercer chakra), situado entre el ombligo y la boca del estómago, que se encarga de regular la voluntad, el sentido de control y la coordinación.

Es donde nace la fuerza que impulsa a actuar, y está vinculado al sistema nervioso, al hígado, así como al páncreas. Su energía dirige también los procesos purificadores del organismo.

Cuando el tercer chakra se encuentra fortalecido, la capacidad de decidir, moldear y desarrollar lo que sucede en nuestras vidas es mayor.

Si, por lo contrario, su estado es débil, fácilmente aparecen inseguridades, obsesiones, decaimiento, dispersiones o desorientación.

La cultura japonesa otorga al hara –cuyo significado es vientre– la excelencia de ser considerado el punto central del ser humano o la conciencia profunda del ser.

La medicina tradicional china denomina tan-tien a este punto que considera uno de los tres centros por donde fluye la energía vital.

Ambas tradiciones apuntan a que es el lugar donde se aúnan la fuerza física y la espiritual. Por ello, conectar con el centro de gravedad ayuda a desarrollar las propias capacidades.

¿Por qué es importante vivir centrados?

El primer requisito para encontrar el centro es parar. Vivimos en permanente movimiento tanto físico como mental.

El ruido, los pensamientos y la acción que nos rodean hacen difícil encontrar momentos de calma para tomar conciencia de cómo nos encontramos y sentimos.

A lo largo del día, no se dispone de la distancia suficiente para observar la velocidad a la que funcionamos. Únicamente cuando se está sereno se tiene la oportunidad de analizarla y de considerar qué efectos tiene en nosotros.

A menudo convivimos con descompensaciones, incomodidades o dolor –tanto emocional como físico–, pero la inercia que nos empuja nos impide detectar y erradicar estos malestares.

Los ritmos naturales han marcado durante siglos la vida humana. Con el tiempo, sin embargo, el hombre se ha ido alejando de ellos.

Si se observa la naturaleza, se ve cómo se encuentra en un equilibrio permanente y armónico en cualquier circunstancia.

Por ello, su energía impulsa la conexión de cada uno con su fuerza interior, con la alegría, la salud y la vida.

Un entorno natural facilita el camino hasta el punto de gravedad interior, hasta la armonía que también es natural en nosotros. Por ello, no existe mejor guía para iniciar el recorrido.

¿Cómo recuperar la armonía?

Cualquier práctica meditativa o de búsqueda del centro está orientada a recuperar la armonía perdida, con la finalidad de vivir plenamente.

Existen múltiples técnicas para lograrlo pero todas pasan por dedicar un momento a la interiorización.

Romper con el mecanismo habitual de pensamientos constantes (a excepción de las horas de sueño, pasamos todo el día, voluntaria o involuntariamente, dándole vueltas a las cosas que han sucedido o que van a suceder) implica adquirir una actitud contemplativa, que facilite la quietud.

Es habitual que este proceso cueste un esfuerzo y que, por el camino, aparezcan numerosos pensamientos, ideas y emociones que no se puedan controlar.

No obstante, en lugar de luchar para que desaparezcan, simplemente hay que dejarlos pasar, sin permitir que nos arrastren. Como si de una película se tratara, nos convertiremos en espectadores de la sucesión de imágenes y sensaciones que nos invaden.

Mantenerse unos minutos en una actitud de contemplación, sin más objetivo que el de estar y sentir el centro hará que nos sintamos más vivos, plenos y presentes.

Un medio que ayuda a lograr la contemplación es la respiración:

  • La inhalación –y más si es aire puro de la naturaleza– permitirá visualizar cómo el oxígeno entra en el cuerpo y llega a hasta el centro o punto de gravedad.
  • Con la exhalación, se notará cómo el cuerpo se vacía, hasta volver a sentir el centro.

A lo largo de este proceso, de una manera inconsciente, los sentidos se abrirán al entorno. A través de la naturaleza, nos sentiremos presentes, vivos y en equilibrio.

Progresiva e inconscientemente, se desintegrará nuestro ruido mental, apaciguaremos la velocidad de crucero que habitualmente nos dirige y abrazaremos un estado de conciencia superior, mucho más amplio.

Llegaremos a sentirnos parte de la naturaleza que nos envuelve, con una sensación de fortaleza y plenitud.

¿Para qué fortalecer el centro de poder?

Apoyarse en el centro (tanto físico como interior) despierta automáticamente signos de seguridad y estabilidad, reafirma el bienestar y nos hace capaces de responder, de manera natural y firme, a las fuerzas adversas de cualquier circunstancia.

No en vano, Josef Pilates, creador del método que lleva su nombre, centró toda su técnica en fortalecer lo que denominó el "centro de poder", "centro de energía" o powerhouse.

Apuntó a que la parte inferior del tronco –la zona que rodea la región lumbar y abdominal– concentra toda la energía y fortaleza del cuerpo humano: allí nacen y acaban todos los movimientos corporales.

Un centro fortalecido permite que el cuerpo se mueva libre y equilibradamente, evitando movimientos, tensiones y compensaciones perjudiciales.

Además de mantener una postura alineada, un centro bien localizado y tonificado también favorece las funciones orgánicas y beneficia las ramificaciones nerviosas que salen de la columna vertebral.

El centro de gravedad es el que dirige y estabiliza el resto del cuerpo. Si se observan las cadenas musculares, se entiende que todos los músculos del cuerpo son importantes para su correcto funcionamiento y que la estabilidad se rige por el centro.

Está comprobado que los deportistas que fortalecen de forma integral su musculatura, rinden más que los que lo hacen de manera específica.

Una vez el centro de gravedad está equilibrado y estabilizado, se puede llevar a cabo cualquier acción o movimiento sin necesidad de sobreesfuerzos ni descompensaciones, de manera sana.

Disciplinas como el yoga comparten esta filosofía y focalizan gran parte del trabajo en los músculos abdominales profundos. No obstante, en este caso, adquieren el nombre de bandhas o candados de energía.

Udiyana y moola bandha son dos "cierres" cuya función es estimular la energía situada en el plexo solar (udiyana) y en el perineo (moola), para evitar que se escape o pierda.

La activación de estos "cierres" se consigue al activar la zona baja del abdomen y el suelo pélvico.

Entre los beneficios que aporta esta activación, se encuentran:

  • Refuerza el control de la respiración.
  • Endereza la columna vertebral.
  • Estimula los plexos nerviosos, las glándulas y el organismo en general.
  • Fortalece el suelo pélvico.

El taichí sitúa el tan-tien cuatro centímetros por debajo del ombligo y cuatro hacia el interior. Coincide con el centro de gravedad del cuerpo y se considera el punto a partir del cual se distribuye la energía. También para la osteopatía este punto es el centro de la motricidad y movilidad.

Distintas teorías apuntan a que gran parte de nuestros pensamientos y emociones, así como el movimiento, están influenciados por nuestras entrañas.

Esta región del vientre no es capaz de pensar cognitivamente, pero lo que en ella reside afecta directamente al equilibrio y la estabilidad.

8 ejercicios para recuperar la armonía corporal

Esta sesión de ejercicio tonifica el centro de poder. Se puede practicar en cualquier lugar, solo se necesita una pelota.

1. Línea media

  • Dobla las rodillas, como si estuvieras sentándote en una silla.
  • Junta las piernas haciendo fuerza con la parte interior, reparte el peso en los pies, y asegúrate de que la curva lumbar no es demasiado pronunciada.
  • Estira la espalda desde el abdomen y, con una pelota entre las manos, eleva los brazos siguiendo la línea de la espalda. Esta postura fortalece el eje central del cuerpo.

2. Desde el centro

  • Con las piernas firmes, ni tensas ni relajadas (el talón de una alineado con el puente de la otra), desliza el tronco hacia el lado de la mano en la que tengas la pelota y bájala hasta que toque el suelo.
  • Los hombros se mantienen en línea con las caderas y la espalda.
  • Desde el abdomen recogido se alarga la columna y el cuello.
  • Tras varias respiraciones, cambia de lado.

3. Activar el eje central

  • Da un paso hacia delante con la pierna derecha (dóblala en ángulo recto). Estira la izquierda, tirando del talón hacia atrás. Activa la cara interna de las piernas, sintiendo el eje central del cuerpo.
  • Estira la parte superior del cuerpo desde el abdomen. Alarga los brazos con la pelota entre las manos.
  • Respira unos minutos manteniendo el equilibrio. Cambia de lado.

4. Torsión desde el centro

  • Con los pies y piernas firmes, eleva una pierna del suelo estirada (si es mucho, dobla la rodilla).
  • Nota cómo el centro del cuerpo se activa, y la coronilla tira de la columna vertebral hacia el cielo.
  • Gira el tronco hacia el lado de la pierna elevada, sin doblar la espalda ni descompensar las caderas.
  • Mantén unas respiraciones y haz lo mismo al otro lado.

5. Preparación de equilibrio

  • Separa las piernas más que el ancho de las caderas y alinea el talón de una con el puente de la otra.
  • Dobla una rodilla, y coloca la pelota a dos palmos del pie. Estira la otra pierna, y recoge enérgicamente el abdomen.
  • Con esta sensación, mantén la columna vertebral recta y coloca la otra mano, en la cadera.
  • De momento, el peso debe mantenerse equilibrado entre las piernas, pero se prepara el centro del cuerpo para poder traspasarlo hacia un lado.

6. Equilibrio

  • A partir de la posición anterior estira activamente la pierna que estaba doblada y levanta la otra del suelo, creando un ángulo de noventa grados.
  • Reparte el peso entre la pierna del suelo y el brazo que sustenta la pelota, notando cómo el abdomen actúa de contrapeso. Este debe estar recogido, y debes sentirlo como el centro del cuerpo.
  • La espalda está recta y la mirada se mantiene fija en un punto para mantener el equilibrio.
  • Tras unas respiraciones, repite el ejercicio al otro lado.

Las posturas de equilibrio como esta desarrollan la fuerza, la agilidad, el control del cuerpo, la tonicidad de los músculos, la coordinación y la concentración.

7. Fortaleza

  • Con las rodillas dobladas, apoyadas en el suelo, coloca los brazos estirados encima de la pelota, estira también la espalda y recoge enérgicamente el abdomen.
  • Cuando sientas que tu cuerpo está seguro, estira primero una pierna y después otra, dejando los dedos de los pies en contacto con el suelo.
  • Los brazos se mantienen estirados y fuertes, el cuello está en línea con la espalda, y la mirada, fija en un punto.
  • Tratamos de mantener algunas respiraciones profundas en la postura. Si nos cansamos, doblamos las rodillas, reposamos unos instantes, y volvemos a intentarlo.

8. Estiramiento

  • Desde la postura anterior, trasladamos el peso hacia los talones, llevándolos a tocar el suelo. La espalda continúa muy estirada, el cuello sigue su línea, y el abdomen está recogido.
  • Desde aquí es fácil notar el centro del cuerpo, especialmente al final de cada inhalación y cada exhalación.
  • Trata de crear espacio entre los omoplatos y de mantener los hombros alejados de las orejas. Los brazos siguen firmes y estirados.

Esta postura es muy beneficiosa para alargar la parte posterior de las piernas y la espalda desde el centro. También tonifica los órganos abdominales y potencia el centro de energía.

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