Octubre es un mes óptimo para salir a la naturaleza y deberíamos recordarlo: los días aún son largos, la temperatura es agradable sin ser sofocante, es posible coronar cumbres elevadas con riesgos moderados, disfrutar de moras y setas, dormir al aire libre, aplicarse arcilla en el cuerpo, respirar bajo los árboles...

Y sobre todo: asistimos al fulgor final del verano. Una serena expectación quizá nos retrotrae a los años en que comenzábamos a preparar el próximo curso, los nuevos libros, el reencuentro con los compañeros de clase que han vuelto a crecer...

A medida que los días se acortan, un sol más pálido ilumina las cepas doradas repletas de racimos. Las hierbas de las cunetas pierden su color veraniego. En los setos emergen racimos de viburnos de un vibrante color escarlata; también las primeras bayas de saúco cuelgan pesadas de unas ramas finas.

Es tiempo de aprovisionarse, de recolectar tanto los frutos silvestres como 1os cultivados, con los cuales preparar conservas y confituras que alegrarán el invierno.

Las frutas y verduras de temporada: el sabor del otoño

Empezamos a recoger los frutos de los trabajos realizados durante la primavera y el verano: tomateras, judías, berenjenas y calabacines entregan sus últimos dones, mientras prosperan coles, acelgas, escarolas y zanahorias.

Las ofrendas de los árboles frutales —peras, caquis, manzanas, membrillos...— aguardan el momento de ser recolectadas en su punto óptimo de madurez. También las higueras ofrecen sus carnosos frutos al sol. Es la magnificencia del campo en toda su abundancia.

Tras los huertos, en los montes y praderas, madura otra cosecha, una cosecha silvestre tradicionalmente recolectada por los campesinos a lo largo de los siglos.

  • Las moras proliferan con su distintivo aroma que encarna al otoño.
  • Las bayas del serbal, de un brillante rojo anaranjado, forman racimos a partir de sus ramas, listas ya para preparar una gelatina.
  • Las bayas de saúco y las manzanas silvestres, casi siempre abundantes, están a punto de recolectarse para protagonizar confituras y conservas, empanadas y pasteles.
  • La ciruela damascena de color azul púrpura empieza a agrandarse, mientras que su pariente montana, la endrina dorada, cambia de tono.

La cocina se convierte en un centro de actividades: los tarros de cristal se seleccionan y se lavan para poder emplearlos, la cacerola de las mermeladas y los almíbares sale de su retiro anual. Bullen los fogones, mientras la despensa se ordena para recibir la cosecha del año.

Disfrutar de la abundancia, pero con mesura

Pueblos y ciudades ya han celebrado sus últimos festejos. El generoso derroche que les suele acompañar va parejo con el acopio de nuevos alimentos. Pasas, higos, almendras, calabazas, mostos, ristras de pimientos ayudan a pertrecharse ante el invierno.

Avicena, en su Canon de Medicina, cuando habla del otoño dice que sus cambios de temperatura y el exceso de comida predisponen a problemas respiratorios; afirma que el comienzo del otoño va bien para los ancianos, pero no el final. Es lógico que en sus tiempos advirtiese sobre los excesos en la mesa, ya que se trata de la temporada en que más pródiga resulta la naturaleza.

Lección del reino vegetal

Antes de que impere la oscuridad, los árboles caducifolios intentan reciclar todos los elementos nutritivos de sus hojas; en este proceso de recuperación se modifica el color de las hojas, lo que genera el dorado, el naranja, el amarillo, el rojo...

Todos estos pigmentos proceden de sustancias que siempre han estado presentes en la hoja, disimuladas por el verde de la clorofila; cuando esta es absorbida por el árbol, aparecen ellos.

El cambio de colores de las plantas provocará reacciones en nuestro organismo, no solo por el impacto visual y energético, sino por el efecto fisiológico de calor, y también porque los pigmentos que colorean los alimentos, frutos, semillas y plantas ejercen una acción protectora sobre el organismo.

La ciencia no deja de investigarlo y el resultado es que carotenos, licopenos, antocianinas, clorofilas... empiezan a ser tomados como medicalimentos, envasados en cápsulas. Pero hay que dejar constancia de que estos compuestos benefician a nuestro organismo sobre todo cuando los ingerimos en su forma natural.

En esta estación toca aprender de la naturaleza una nueva lección. Hay que prepararse para el frío, recoger las energías que espléndidamente y con exuberancia hemos repartido en el verano y volver la mirada hacia el interior, enfocarse hacia adentro, economizar fuerzas, ordenarse y soltar lo superfluo. Como las plantas, hay que saber atesorar y administrar esos alimentos que ofrece la naturaleza.

Buenos alimentos y conservas

En cuanto a la alimentación, es momento de hidratarse, de tomar alimentos ricos en hidratos de carbono y con la grasa adecuada para pasar el invierno: higos, nueces, sésamo, legumbres, uva, avena, calabazas... Toda la naturaleza nos brinda sus frutos para comerlos o elaborar conservas.

Al bajar el calor los fermentos se conservan con facilidad. La col fermentada (choucroute) y los encurtidos (conservas en vinagre) pueden elaborarse en casa de forma natural, sin aditivos que menoscaben su poder salutífero.

Su conservación depende de cepas bacterianas que generan ácido láctico, las cuales protegen al organismo de las infecciones y benefician a la flora intestinal.

Sol de otoño sobre los párpados

El sol con su vitamina D, las setas con sus sustancias estimulantes de la inmunidad, los alimentos otoñales ricos en glucógeno y pigmentos, nuestras actitudes psicológicas de preparación, introspección, cambio, previsión y orden, deben comenzar a funcionar, en consonancia con la estación y los ritmos biológicos.

Una "terapia" sencilla ideal en esta temporada es tomar el sol sobre los párpados en el momento del amanecer. Uno de los promotores de esta técnica fue el maestro Mikhaél Aivanhov, quien la recomienda hasta la fecha de San Miguel.

Se trata de un recurso ideal para prevenir la tristeza y la apatía. Los cambios que se dan en la naturaleza al amanecer (las plantas pasan de segregar dióxido de carbono a generar oxígeno) y la acción de los rayos solares sobre la retina a través del párpado activan una cascada de secreciones de neurotransmisores que inducen una alegría exenta de nerviosismo.

Asimilar la tristeza pasajera

Un sentimiento frecuente en esta época suele ser la tristeza. Conviene vivirla como algo pasajero y normal dentro de un ciclo, su mecanismo de acción se ve influido por el efecto de la luz sobre la glándula pineal.

El hecho de que disminuya la luz hace que se produzcan menos neurotransmisores cerebrales, y en algunas personas eso puede desencadenar una depresión estacional.

Para no llegar a eso, recomendamos la toma de la luz solar sobre los párpados al amanecer o técnicas de helioterapia visual directa que consisten en recibir el sol de 3 a 5 minutos sobre los párpados cerrados.

El baño de sol ayuda a controlar los efectos del bajón de neurotransmisores, pero es útil asumir que se trata de una emoción tan natural como otras.

La tristeza puede vivirse como un estímulo que favorece la interiorización. Comprenderlo puede ayudar a encauzarla, dándole una salida constructiva y sabiendo que forma parte del ser humano y que sentirla es parte del equilibrio psicológico.

La nostalgia, la tristeza, la introspección... más que un obstáculo son una piedra de toque para recordar las experiencias vividas y ayudarnos a ser prevenidos. La naturaleza también lo hace: aligerando su follaje, se desprende de lo superfluo, recoge lo necesario y prepara las energías para acometer nuevos retos. Mientras hay árboles, hay esperanza.

Hidroterapia otoñal para mantener la salud

Los arcos generosos que aún traza el sol en el cielo permiten ejercitarse con agua fría, bañarse en arroyos, contemplar las cascadas y respirar en ellas el frescor del aire cargado de iones negativos, andar descalzo en la hierba o el rocío de la mañana. Estos pequeños entrenamientos activarán las defensas ante el frío invernal.

En esta época comienza esa adaptación y para ello recomendamos técnicas como:

  • La frotación general del cuerpo con agua fría y a continuación abrigarse bien, andar dos o tres minutos descalzo por césped o arena y luego abrigar los pies.
  • El baño alterno de pies (tres minutos de agua caliente y luego tres segundos fría, abrigarse después) y también el baño de asiento (durante tres minutos, frotar bien todo el bajo vientre con una toalla humedecida en agua fría, a continuación secarse bien y abrigarse).

Estas técnicas junto con paseos al aire libre, haga el tiempo que haga, ayudan no solo a aclimatarse sino también a prevenir problemas de cistitis o de vías urinarias bajas, tan comunes en otoño.

Es muy importante que al pasear descalzo no se queden los pies fríos y buscar luego una buena reacción de calor para impedir que se produzcan enfermedades. También es crucial realizar esas prácticas de aclimatación con el cuerpo previamente caliente, nunca si ya sé siente frío antes de proceder a ellas.

La trascendencia de los interrogantes celestes

Así como la calma del atardecer puede dar sentido a un día ajetreado, el otoño en el ciclo anual nos acerca a la meditación, a saber parar en el momento óptimo, a sentarse y tomar conciencia de lo que somos y de dónde estamos, a buscar la esencia de las cosas.

Es la época para ejercitar lo que recomendaba el sabio indio Patanjali en sus Yoga-sutras: "una postura firme y relajada en las circunstancias más diversas".

El día cada vez con menos luz invita a la meditación y también a mirar las estrellas, que ahora renuevan el escenario cósmico. Sirio (la estrella más brillante del cielo) y la hermosa constelación de Orión, con sus luceros Rigel y Betelgeuse, pronto destellarán en el horizonte sur desde las primeras horas de la noche.

Sentados al sereno, contemplando el firmamento, nos invade con facilidad el sentimiento de pertenecer a algo más grande y casi eterno. Nuestras miradas reflejanlo diminutos que somos en relación al cosmos, nos preguntamos sobre la grandeza del universo, de lo que supone la luz que recibimos de las estrellas, que ya pertenece al pasado pues la que llega a la Tierra suele ser un fulgor generado hace miles o millones de años. Nos preguntamos cómo será ahora ese telón cósmico que nos envuelve y cómo evolucionará.

Desde los antiguos griegos, el estudio de la física nos ha llevado a preguntarnos sobre la trascendencia de la vida, sobre la existencia de algo divino o sobre si esta experiencia prosigue en otra parte.

Hay que amar y defender a los animales

Las grandes bandadas de pájaros pronto volarán hacia el sur. Pero en los bosques seguirá siendo posible deleitarse con sus cantos y comprender la importancia de estos seres para mantener su vida y la nuestra en este planeta.

Los animales tienen sensibilidad e inteligencia. El respeto por ellos debería hacernos replantear las leyes que permiten matarlos por mera avidez o diversión.

En otoño se abre la veda y la naturaleza deja de ser un lugar pacífico para convertirse en un enclave donde truenan las escopetas y corre la sangre de los más débiles.

3 aliados del sistema inmunitario

Las setas, que sobreviven en ambientes húmedos; ciertas plantas medicinales y los alimentos picantes nos protegen de las dolencias otoñales.

1. Setas curativas

La lluvia y el calor favorecen a unos alimentos estacionales singulares: los hongos. Los microscópicos intervienen en la conserva de algunos alimentos, mientras que los macroscópicos, como las setas comestibles, tienen gran importancia en la dieta otoñal por su poder de estimulación inmunitaria. Así se ha demostrado en el afamado shitake e incluso en el humilde champiñón.

Esta época es óptima para tomarlos, aunque también puede hacerse en otros momentos del año, Conviene elegir bien las setas, siempre entre aquellas que nos resultan conocidas.

Su poder como modificadores de la conciencia y su efecto tóxico a nivel hepático han quedado demostrados, pero estos seres, de gran potencial y efectos sobre el organismo, también nos están diciendo que albergan en su interior potentes medicamentos.

2. Plantas medicinales

Es la época de recoger los frutos y bayas silvestres: moras, escaramujos, majuelos, saúco...

También recogeremos hojas antes de que pierdan su clorofila, como las de la vid o del castaño (recomendadas para varices o hemorroides) o las del nogal.

3. El sabor picante

Otros alimentos que ayudarán al aparato respiratorio a soportar los cambios climáticos son los picantes: el ajo, las guindillas, las cebollas, el puerro y el jengibre fresco, tomados en cantidades moderadas.

La medicina china, en el otoño propiamente dicho, aconseja el picante como sabor de preferencia, por cuanto beneficia al meridiano y el órgano del pulmón.

Justamente los alimentos picantes contienen elementos antisépticos naturales para curar y prevenir las infecciones del otoño.

Lecturas para este otoño

  • La salud y las estaciones; Elson M. Haas, Ed. Edaf
  • La magia de los árboles; Ignacio Abella, Ed. RBA-Integral
  • La física de la inmortalidad; Frank Tipler, Alianza Editorial