El inicio de la vida en el planeta se produjo en el mar, y por tanto de ahí se derivan todos los organismos vivos, incluidos los seres humanos.

A lo largo de la evolución, millones de seres vivos han pugnado por sobrevivir en un medio tan vasto como peligroso. Pese a la inmensidad del océano, la gran mayoría de las criaturas marinas cuenta con un espacio vital donde desarrollarse muy limitado, por lo que muchas de ellas deben competir duramente para conservar su territorio.

Es el caso de muchos invertebrados no artrópodos como esponjas y gorgonias, que pasan toda su vida incrustados en un pequeño soporte; otros se desplazan apenas unos pocos metros y de manera subrepticia, para no ser descubiertos.

Sustancias tóxicas en los animales marinos

Muchos animales marinos deben valerse de alguna estrategia de ataque y defensa que les permita subsistir, sea para tratar de inmovilizar a sus posibles presas, para ahuyentar a sus depredadores o competidores por el espacio, o simplemente para pasar desapercibidos.

Y esa estrategia requiere en muchos casos segregar sustancias altamente tóxicas que repelan las agresiones, que paralicen a sus víctimas o que actúen como filtros neutralizando la acción de bacterias y otros microorganismos.

Esas sustancias tóxicas se encuentran en la piel de los animales, en su tracto intestinal, en su sangre o en sus tentáculos, y por fuerza han de ser más potentes que los que utilizan los organismos terrestres, ya que no se han de disolver en el agua de mar.

Por otro lado, los animales invertebrados, a diferencia de los vertebrados, cuentan con un sistema inmunitario inespecífico que responde ante cualquier agente agresivo sin distinción, y eso les obliga a desarrollar sustancias muy tóxicas –llamadas metabolitos secundarios– como único seguro de defensa y ataque.

Se trata de sustancias con un gran potencial farmacológico, que se están explorando por sus posibles usos como agentes antibacterianos, deantioxidantes, antitumorales, pero también por sus aplicaciones industriales.

En busca de antibióticos en el mar

Se calcula que de los quinientos millones de organismos que pueblan el océano, apenas conocemos el 5%.

El mar puede ofrecer, pues, una alternativa de curación en dolencias muy diversas para las cuales no se conoce remedio o este no acaba de ser redondo o eficaz.

Otra motivación que ha impulsado a la industria farmacéutica a esta carrera por explorar los océanos es la búsqueda de sustancias antibióticas con las que subsanar el actual déficit de fármacos con este efecto, conforme los microbios desarrollan resistencias frente a ellos.

En los años 50 del pasado siglo se exploró por primera vez un producto marino con posibilidades terapéuticas, al descubrirse los nucleósidos de una esponja de los que se obtuvo un fármaco antiviral.

Hoy día se están analizando unos 8.000 extractos marinos y son más de 20.000 los descubiertos ya por los científicos, aunque solo una pequeñísima parte de ellos acabará convirtiéndose en medicamento. En 2007 se habían patentado también cerca de 5.000 secuencias genómicas de unas 550 especies marinas y la cifra no ha dejado de aumentar.

Qué sustancias marinas se utilizan en medicina

De la ya amplísima relación de organismos marinos que están siendo objeto de estudio, destacamos estos ejemplos:

  • Las ascidias son invertebrados que forman grandes colonias fijadas a rocas profundas, al fondo marino o a otras criaturas y están recubiertas de una túnica de celulosa.
    • De la Ecteinascidia turbinata, que habita las zonas subtropicales del Atlántico, se obtuvo un principio activo del que ha derivado el primer fármaco de origen marino para tratar sarcomas en tejidos blandos y tumores en los ovarios,, aunque ahora se obtiene por semisíntesis a partir del metabolito de una bacteria.
    • Otra ascidia mediterránea, la Aplidium albicans, ha permitido desarrollar un fármaco antitumoral, la aplidina, para tratar el cáncer medular de tiroides.
  • Las esponjas estudiadas han ofrecido datos esperanzadores.
    • De una esponja tropical, la Luffariella variabilis, se ha aislado un compuesto antiinflamatorio, el manoalide, a fin de explorar su utilidad en la psoriasis.
    • De la Discodermia dissoluta, que vive a unos 200 metros de profundidad, se ha demostrado su potente acción citotóxica e inmunosupresora.
    • De la Stylotella auranticum se ha estudiado su eficacia antiinflamatoria en osteoartritis.
    • Y de la Spongosporites ruetzleri, que vive a profundidades de hasta 600 metros, se ha aislado la topsentina, un antiinflamatorio muy eficaz en artritis y problemas de piel.
  • Los briozoos crecen en el interior de una cápsula dura y forman grandes colonias sobre las rocas. De uno de ellos localizado en Japón, la Bugula neritina, se aisló la briostatina, un compuesto que se está ensayando para tratar el cáncer de esófago y que ha servido de modelo para desarrollar productos análogos en laboratorio.
  • Corales y gorgonias se han usado como modelo para la composición sintética de colágeno y calcio en aplicaciones biomédicas, traumatológicas, craniofaciales, ortopédicas y dentales.
    • Una bella gorgonia, la especie Pseudopterogorgia elisabethae, produce unas sustancias tóxicas –las pseudopterosinas– que le permiten no ser devorada y de las que se está ensayando un fármaco con alto poder antiinflamatorio, útil en procesos artrósicos.
  • Caracolas y babosas de mar también han sido estudiadas.
    • La caracola tropical Conus magus dispone de un arpón venenoso con el que paraliza a sus víctimas. La toxina que segrega –la conotoxina– tiene un efecto analgésico hasta mil veces más potente que el de la morfina, pero sin sus efectos secundarios, y se ha estudiado para el tratamiento del dolor crónico en pacientes con cáncer y sida.
    • De la dolastina-10, un péptido bioactivo aislado de la babosa marina Dolabella auriculata, se estudió su posible efecto antitumoral y ha servido de nuevo de modelo para productos análogos de síntesis.
  • Algunas medusas poseen células urticantes cuya picadura puede resultar incluso mortal para el ser humano. Se ha usado el colágeno de algunas especies en el tratamiento de procesos reumáticos y se ha aprovechado su capacidad de luminiscencia en técnicas de microscopía.
  • El Cephalosporium acremonium es un hongo marino de las costas de Cerdeña del que se aislaron unos compuestos llamados cefalosporinas. Estos están emparentados con la penicilina, pero su efecto como bactericidas es superior. Se han destinado a combatir infecciones bacterianas por estafilococos y estreptococos, y han sido bien aceptados por pacientes que presentaban rechazo a la penicilina.
  • De conchas y caparazones:
    • El mejillón de labio verde, un molusco neozelandés, permite obtener un extracto comercializado con el nombre de Lyprinol. Se trata de un compuesto muy rico en ácidos poliinsaturados, que se ha usado para tratar procesos inflamatorios crónicos en la osteoartritis, artrosis y crisis asmáticas. Resulta más eficaz que otros productos afines y está libre de los efectos secundarios de los antiinflamatorios y analgésicos químicos.
    • Mejillones y otros moluscos segregan una sustancia para adherirse firmemente a las rocas y resistir el embate de las olas. Con ella se ensaya un pegamento natural para suturar las heridas quirúrgicas. Según los expertos, este sistema no presenta apenas rechazo, los tejidos se unen con mayor holgura, aparecen menos cicatrices y se acorta el tiempo de recuperación.
    • Cangrejos, langostas y otros crustáceos contienen chitosán en su caparazón, una sustancia compuesta de quitina que se ha empleado en la fabricación de vasos sanguíneos artificiales, pero también como activador del sistema inmunitario, bactericida y fungicida. El chitosán ayuda además a secuestrar grasas, lo que ha llevado a emplearlo como complemento dietético para bajar peso y controlar el colesterol.
  • Dos productos del tiburón: Cada mes más de cien mil tiburones son sacrificados para extraer de ellos las sustancias que se consideran útiles, tanto para la medicina como para supuestas exquisiteces gastronómicas.
    • Escualamina. Ciertas especies de tiburones gozan de una gran resistencia a las infecciones, incluso en aguas muy contaminadas, a causa de este esteroide presente en el hígado, la vesícula, el bazo y los órganos sexuales. Posee asombrosas propiedades antibacterianas y antifúngicas.
    • Cartílago. Más discutible, por no contar con estudios científicos que lo avalen, es la utilidad del cartílago de tiburón como inhibidor del desarrollo tumoral y que hoy día se comercializa en forma de suplemento dietético como una panacea contra la artrosis.
  • Sedimentos marinos. Se calcula que podrían existir unos mil millones de células vivientes por centímetro cúbico de lecho oceánico. El fondo del mar y las múltiples toxinas de defensa que se desarrollan en su seno podrían constituir, por tanto, una fuente inagotable de recursos para la biomedicina en forma de antibióticos y antivirales. Estos microbios podrían ser utilizados de forma más rápida, eficiente y sostenible que animales como corales o esponjas, cuya extracción suele conllevar una alteración ecológica importante.
  • La homeopatía cuenta con grandes remedios que proceden del mar, como Calcarea carbonica y Hepar sulphuris, elaborados a partir de conchas de ostras; Natrum muriaticum que se obtiene de la sal gema; o Sepia, que procede de la tinta del pulpo y el calamar. Otros ejemplos menos conocidos son: Spongia tosta, Aureia aurita, Murex purpurea y Corallium rubrum.

Un proceso caro y complejo que debe ser sostenible

El proceso de investigación de estos compuestos bioactivos es largo y costoso.

Comienza a través de la recolección manual por parte de buceadores profesionales o mediante minisubmarinos para la inmersión a grandes profundidades.

Para obtener un volumen suficiente de toxinas que garantice la viabilidad de las investigaciones se debe capturar un gran número de estos organismos, lo cual puede poner en peligro la supervivencia de la especie. Se habla entonces de adecuar instalaciones de cría artificiales, que no siempre han dado buenos resultados.

En la siguiente etapa se extraen moléculas bioactivas y se evalúan su viabilidad terapéutica y su posible síntesis orgánica.

A continuación se solicita una patente de las moléculas que prometan ser efectivas y se desarrollan estudios clínicos, primero en animales y luego en humanos, antes de proponer su comercialización como nuevo medicamento.

Las profundidades marinas constituyen una fuente colosal de sustancias con posibilidades terapéuticas. Pero esta riqueza debería protegerse de las prácticas pesqueras masivas y destructivas, y de la codicia de algunos grupos farmacéuticos.

Muchos de los fondos marinos por explorar se hallan en aguas internacionales; otros, bajo la jurisdicción de países con pocos recursos y apenas fuerza para cuestionar o limitar las actuaciones de la industria internacional.

Por ello, muchos científicos abogan por moratorias que salvaguarden todos estos tesoros, a fin de que sean explotados de manera equilibrada, pausada y responsable, causando el menor daño al entorno y a la fauna y flora marinas.