La risa y el sentido del humor tienen una gran importancia psicológica y social. Hoy entendemos que son una forma de relacionarnos con nosotros mismos pero también con los demás, ya que desde el punto de vista psicológico y neurocientífico, pensamos que el sentido del humor está basado en las emociones primigenias, es decir, en los sistemas emocionales con los que todos nacemos, y en los conocimientos y datos compartidos que se apoyan en lo más común entre los seres humanos: en nuestras emociones primitivas.

En particular, el humor se relaciona con las emociones o “sistemas emocionales” de la alegría y la indagación-conocimiento; también, con las emociones vinculadas a los cuidados y con el sistema emocional de los “procesos de duelo” o de “ansiedades de separación”.

Empatía y humor: cómo se relacionan

El que sea una forma de relación básica no significa que no implique procesos complejos. Por ejemplo, para hacer humor hay que empatizar con los sentimientos del otro, a través de lo que percibimos en los otros y de lo que percibimos en nosotros mismos. Ello implica unos conocimientos o datos socioculturales en común, e implica una percepción de cómo podemos “jugar”, moldear esos datos para producir la alegría y la risa en el otro.

Por ello, los humoristas, o todos cuando hacemos humor, seguimos un proceso de aproximación a los sentimientos de los otros, pero manteniendo una cierta distancia y capacidad de distanciamiento, sin confundirnos con los otros.

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En esa perspectiva, la base del sentido del humor es la empatía, es decir, la comunicación emocional directa, de mente a mente y de sistema neurológico a sistema neurológico.
Solo así podremos pre-concebir el juego con esos elementos de la realidad social y de la mente de los otros que servirán, mediante procesos mentales de ambos, para estimular la alegría en los demás.

La base del sentido del humor es la empatía, la comunicación emocional directa

No es fácil poder mantener esa distancia móvil y dinámica entre acercarse y separarse, entre empatía y distanciamiento, para difundir la alegría combinada con la indagación, la reflexión, la sorpresa –que está en la base de tantos elementos del humor–, etc.

El humor es básico para la democracia

En último extremo, la comicidad nos hace reír y nos entretiene, mientras que el humor nos hace reír y nos hace pensar. Por eso, el humor y el sentido del humor son básicos en la solidaridad y la sociabilidad humana y, en último extremo, son básicos para la democracia.

Por eso las personas amargadas y los sistemas sociales “amargados” (tiránicos o en crisis) lo han considerado siempre un peligro: por un lado, porque estimulaba la solidaridad, siempre peligrosa para esas personas y sistemas. Por otro, porque puede llevar a “reírse de los valores” que esas personas o sociedades consideran inmutables, no cambiables, de origen divino o eternos. No hay nada más relativista que el humor.

Por eso insistimos siempre en que el sentido del humor es básico para la solidaridad real y para, incluso, la democracia.

Su difusión consciente y organizada mejoraría indudablemente las relaciones asistenciales y comunicativas.

Si se tuviera en cuenta la importancia que tiene el cultivo de la alegría y el cultivo del sentido del humor, nuestras sociedades y nuestras relaciones cambiarían enormemente. En vez de dedicar todo el día a afanes, exigencias, autoexigencias, trabajos y competitividades, deberíamos y debemos considerar y preservar un tiempo para el humor, para el cultivo activo de la alegría.

Buñuel sentenciaba: “Un día sin risa es un día perdido”.

Si tuviéramos más en cuenta la importancia del humor y el sentido del humor, sería un cambio radical, en su sentido más positivo. También si se utilizara más adecuadamente en los medios de comunicación y el mundo periodístico.

El sentido del humor es una de las bases más avanzadas de la sociabilidad y la socialización de los individuos, y si se pudiera estimular –y se puede, me consta, y hay muchos estudios y prácticas que lo muestran–, la sociedad se beneficiaría de ello.

Reírnos de nosotros mismos

Recordemos que la forma más depurada de humor es aquel que nos incluye como objetos de la comicidad para los otros, para los demás, que nos permite “reírnos de nosotros mismos”. Es un desafío al narcisismo, una muestra de la confianza en los otros y en su benevolencia, es dar ejemplo de relativismo y aceptación de la crítica… En consecuencia, desarrolla sentimientos basados en otra emoción básica: el cuidar; desarrolla los lazos de cuidar a los demás y que nos cuiden a nosotros.

Si en nuestra vida hay poco humor o pocos motivos para el sentido del humor, veamos una típica “película de risa” al menos una vez por semana, y en relación, pareja o grupo.

Pero que sea de auténtica risa, de reír por reír, similares a aquellas que han hecho reír a generaciones de niños y a generaciones de adultos, como “El gordo y el flaco”, “Tom y Jerry”, “Popeye”… De esas de humor absurdo y no tanto sarcástico o negro, que son ya otros tipos de humor. Se trata de un sistema muy elemental para implementar el humor en nuestra vida y beneficiarse de todas las bondades psicológicas para el cuerpo y la mente.

La risa que cura

Como ya decía el Eclesiastés, “la alegría alarga los años”, es decir, alarga la vida. Por eso debe ser un componente básico en los cuidados hospitalarios, y más en casos difíciles, complejos o terminales. Ya se están desarrollando adecuados programas de humor hospitalario en diversos países, y de modo incipiente en el nuestro.

Además de promover la socialización, la risa y el sentido del humor tienen repercusiones biológicas fundamentales: producen cambios psicológicos, pero también neurológicos, endocrinos e, incluso, inmunitarios.
Se trata de un sistema de refuerzo de nuestra salud sumamente importante a nivel general por todo lo que estimula en nosotros, incluso en nuestro cuerpo.

Por eso, reír por reír es algo muy sano en sí mismo.

Pone en movimiento todos los músculos. La risa implica la movilización de al menos quince músculos faciales y de otras grandes masas musculares: torácicas, cervicales, de las extremidades. Actúa como una especie de “ola corporal” que se apodera de toda nuestra musculatura, tanto voluntaria como involuntariamente.

A través de los grandes movimientos del diafragma que implica, mejora la función respiratoria, estimula la circulación, tiende a disminuir la tensión arterial y a aumentar el ritmo cardiaco de forma armónica con el resto de los cambios corporales…

El propio diafragma, al presionar sobre las vísceras y facilitar su descarga, facilita la digestión… A nivel endocrino, la risa y la alegría estimulan importantes cambios endocrinos tales como la descarga de oxitocina (la hormona de la sociabilidad) y de opioides y cannabinoides endógenos, con lo que puede modificarse la percepción del dolor y la tolerancia al dolor… Por otras vías bioquímicas, pone en acción nuestro sistema inmunitario. Y aquí podría seguir un largo etcétera.