Gio Zararri escribió El fin de la ansiedad (Ediciones Vergara) por la necesidad de compartir su proceso frente a la ansiedad, que él considera que siempre llega por la necesidad inminente de realizar un cambio: el nuestro. "Creo en nuestra responsabilidad ante nuestra vida y felicidad; no siempre es fácil, pero sí es posible, y la felicidad se compone de momentos. En uno de esos momentos imaginé aquel pasado con mi libro y pensé que no solo podía ayudar con ello sino también hacer realidad otro de mis sueños: el de escribir", nos cuenta.
"Quería crear ese libro que yo necesité hace casi veinte años. Un libro donde explicase que era realmente aquello que me sucedía, un manual que me ayudase a comprender que mi vida no solo no estaba en peligro sino que, realizando esos cambios que mi ansiedad quería para mí, podía convertirla en una vida más maravillosa de cuanto jamás hubiera imaginado", se sincera Zarrari.
Entrevista con Gio Zararri
–¿Por qué crees que la ansiedad es un mal tan común en nuestra sociedad actual?
–Para responder a esta pregunta intentaré matizar que la ansiedad en sí no es un mal, el mal llega cuando la ansiedad surge y se mantiene sin necesidad de hacerlo, sin deber afrontar un peligro real. Si, por poner un ejemplo, estando en el campo notamos como una serpiente intenta atacarnos, nuestro organismo observará este estímulo, evaluará la situación como peligrosa y reaccionará produciendo cambios en nosotros. Esos cambios biológicos y psicológicos, esa reacción, eso es la ansiedad, y esos cambios son sus síntomas, síntomas que ante una situación amenazante como la de la serpiente, nos ayudan a que afrontemos el peligro de una manera casi automática, preparándonos para la lucha o la huida, una reacción que en muchísimas ocasiones nos ha salvado y salvará la vida (seguro que cada persona conoce alguna situación personal). Una reacción que desaparece una vez el peligro ha pasado y normalmente no nos damos ni cuenta de ello.
El problema al que todo el mundo se refiere cuando habla de ansiedad, se da cuando no existe realmente esa alarma, pero la evaluación de un estímulo ha desatado la ansiedad en nosotros y la mantiene. Aquí comienza la ansiedad como trastorno o patología, pudiendo ser más fuerte y limitante cuanto más se prolongue en el tiempo y mayor sea el pánico que nos provoca esa falsa alarma, una alarma que normalmente tiene que ver con hechos tan poco peligrosos y rutinarios como salir a la calle o coger el ascensor.
La ansiedad es el principal mecanismo de defensa de nuestro organismo ante situaciones amenazantes, un sistema de alerta que ha ayudado a que la especie humana haya sobrevivido durante millones de años.
El mayor problema y seguramente el motivo principal por el que la ansiedad es una patología tan extendida en nuestros tiempos está en que los principales actores o activadores en este mecanismo son la amígdala, en el cerebro límbico, y el cerebro reptiliano, dos de las zonas más antiguas de nuestro cerebro. La gestión y evaluación del peligro y la reacción no pasan por nuestra razón, ya que de hacerlo así y poniéndonos ante un caso como el ejemplo de la serpiente, tardaríamos demasiado en responder al peligro, y seguramente nos iría la vida en ello.
Para entenderlo mejor podemos aceptar que todo organismo evoluciona gradualmente con el paso del tiempo y que se necesitan miles o millones de años para realizar sus "mejoras”. Un ejemplo puede ser el crecimiento del cuello de las jirafas: no pasó de un día a otro, sino que fue creciendo milímetro a milímetro durante miles de años para adaptarse al entorno. En cambio, en la humanidad se han producido más cambios en los últimos siglos que en los millones de años que estamos sobre el planeta.
Si tenemos en cuenta este ritmo vertiginoso y cómo el cerebro no hace mucho uso de la razón para reaccionar con la ansiedad, podemos entender el motivo por el que la ansiedad es el problema de salud mental más extendido en el mundo: problemas tan poco preocupantes para nuestra integridad física o vital como pueden ser un despido, un cambio de casa o pasar un mal momento al entrar en un ascensor o un coche, pueden ser evaluados por nuestro sistema de alerta como situaciones tan amenazantes como el ataque de un tigre.
Nuestro cerebro no ha evolucionado a la misma velocidad que lo ha hecho nuestro entorno, para él los peligros siguen siendo mucho más básicos y simples. Por eso no diferencia situaciones como un despido o el ataque de un león: si siente una amenaza reacciona sin hacer uso de la razón, y esa reacción es la ansiedad.
El estilo de vida estresante, debiendo hacer frente a las necesidades primarias de la familia, a prestar atención a tal cantidad de elementos como las señales de tráfico, el llanto de un hijo, la próxima reunión o los tan comunes y estresantes mensajes del whatssap, son fuentes de ansiedad, e imagino que el ser humano no había tenido hasta ahora que afrontar tantos y tan distintos estímulos a la vez y en tan poco espacio de tiempo.
El mundo va demasiado rápido, una carrera desenfrenada con muy poco sentido que hace crecer el estrés, la ansiedad y la depresión en nuestros tiempos, las conocidas como enfermedades del siglo.
–¿Cómo te diste cuenta de que lo que tú sentías era ansiedad?
–En El fin de la ansiedad explico todo este proceso, y creo que es uno de los motivos que más valor dan a mi libro, ya que prácticamente el 100% de las personas que han sufrido o sufren ansiedad han pasado por lo mismo.
- Primero llegan los síntomas, creemos y sentimos que nuestra vida está en peligro, la mayoría de nosotros nos acercamos a urgencias de un hospital y, cuando nos diagnostican ansiedad, nos negamos a aceptarlo por considerarlo algo común y poco peligroso.
- Después comenzamos a investigar, a preguntar, a estudiar nuestros síntomas, y llega la hipocondría y la preocupación. Queremos ponernos bien, deseamos volver a sentirnos como nos sentíamos y tenemos mucho miedo, por ello ponemos todo nuestro empeño en ello...
- Y es entonces cuando, ante la dificultad, el sinsentido y el infierno en que entendemos se ha convertido nuestra vida, no nos queda más remedio que buscar ayuda, intentando encontrar una luz que nos devuelva algo de claridad a lo que nos está sucediendo.
En mi caso esa luz llegó al acercarme a un psicólogo y encontrar un libro que resumía todos los síntomas que contemplaba la ansiedad. Esa revelación, entender que muchos de esos síntomas yo también los padecía y saber que era imposible que otra enfermedad los contuviese todos, significó un antes y un después en mi problema. Comenzaba a aceptar que lo mío era ansiedad y así empecé a tratarme a mí mismo, comprendiendo que muchas veces mis propios síntomas eran la mejor brújula para indicarme el camino a seguir, las cosas que debía mejorar...
Y sería este proceso y aquella experiencia junto a la ansiedad, la que un día me haría sentir necesario escribir, intentando poder ayudar a afrontar el problema a personas como fui yo en su día, dando esas respuestas y herramientas que un día yo mismo necesité pero no encontré, y resumirlas en un libro, un método, “el fin de la ansiedad”. Un mensaje que por fortuna, esa era mi principal intención, parece estar ayudando a muchas personas.
–En tu libro dices que la ansiedad te trajo cosas buenas… ¿qué podemos aprender de ella?
–Podemos aprender muchas cosas, sobre todo de nosotros mismos.
No hay mejor maestra que la vida, y muchas veces son los duelos o los malos momentos los que nos traen los mejores aprendizajes, y así fue para mí y puede ser para cualquiera: la convivencia junto a la ansiedad puede traer un aprendizaje.
A día de hoy puedo decir que he sacado muchas buenas cosas de aquella experiencia, entre ellas un libro que ayuda a muchas personas a saber sobrellevarla y combatirla, y también que esa necesidad por mejorar crearía una nueva y mejor versión de mí mismo.
"Como explico en El fin de la ansiedad, ante un problema tenemos dos opciones, evitarlo o enfrentarlo, y evitarlo, al menos en lo referente a la ansiedad, no hace sino hacer el problema mucho más grande."
Es por eso que la dificultad no nos deja más opciones que comenzar a trabajar para dejar de sufrirla, o evadirla, prefiriendo lamentarnos o tratarnos únicamente con ansiolíticos (que jamás eliminarían el problema; solo mitigarían momentáneamente los síntomas).
En el libro animo a las personas a hacerse responsables y trabajar para superar el problema, explico cómo lo hice yo, y cómo pueden hacerlo también ellos, pero recalco una y otra vez que de nada sirve leer si no lo ponemos en práctica.
Así intento explicar como nuestros síntomas pueden ayudarnos a entender qué situaciones, estilos de vida o decisiones, pueden estar detrás de aquello que sufrimos, para que después, tratando de mejorar esas sensaciones empecemos a cambiar no solo el entorno y las situaciones, sino sobre todo a nosotros mismos, consiguiendo crear nuestra propia transformación hacia una mejor versión.
A grandes rasgos, en El fin de la ansiedad comento cómo superando la ansiedad dejé de tener miedo a las taquicardias y muchos otros síntomas, mejorando también el modo en que enfrentaba mis situaciones sociales, la elección de amistades, e incluso adoptando estilos de vida mucho más saludables. Con todo ello gané mucho en autoestima y autocontrol y conseguí hacer realidad algunos de mis sueños, como vivir y trabajar durante 9 años en Roma, abrir una empresa, viajar por medio mundo o escribir un libro.
–¿Qué parte de ese camino hacia la comprensión de la ansiedad caminaste solo y qué parte lo recorriste junto a un especialista?
–Este tema lo considero muy importante en lo que respecta a la ansiedad ya que, dependiendo del grado y del tipo de ansiedad (TOC, fobias, ansiedad generalizada u otras), no solo es recomendable acudir a un especialista sino que lo aconsejo. En mi caso gracias a acudir a un psicólogo descubrí no solo cuál era el problema real sino también cuales podían ser esos pasos que debía de dar para llegar a mi meta.
Debo decir que cuando tenemos ansiedad tendemos a preocuparnos demasiado y a investigar también demasiado, y lo peor de todo es que estamos tan preocupados que cualquier palabra o idea puede sugestionarnos hasta tal punto de incrementar nuestra ansiedad. Por ello, y también por lo complicado de llevar algunos tipos y grados de ansiedad, considero importantísimo no solo informarse sino, sobre todo, hacerlo bien.
La terapia basa la acción en el conocimiento, por ello lo primero de todo es comprender qué nos pasa y cuál o cuáles son los mejores métodos para afrontar y superar el problema.
Este trabajo puede hacerlo tanto un psicólogo como un coach, pero también puede conseguirlo un libro. Por ello pienso que ante una primera ansiedad o una ansiedad generalizada que no se ha extendido demasiado en el tiempo, mi libro puede ser usado tanto para aprender como para tratar el problema. Pero también considero que si la ansiedad se ha incrustado demasiado sin haberla tratado, si entre los síntomas están algunos tipos de fobias o si la persona sufre de frecuentes ataques de pánico, el libro puede ser una gran ayuda, pero difícilmente por sí solo será la solución. En estos casos sería recomendable ayudarse también de un psicólogo y seguramente de fármacos que nos ayuden a tratar mejor con las dificultades del día a día.
En una ansiedad física como era la mía, en la que la principal preocupación era poder padecer de problemas del corazón o cáncer (el tipo de ansiedad más común y extendido), el psicólogo me dio el conocimiento, pero la terapia la realizaría en solitario junto a esa iluminación.
–Como bien apuntas en tu libro, las claves para combatir los síntomas que provocan la ansiedad a menudo están dentro de nosotros. ¿Qué herramientas utilizaste y utilizas a diario para combatirla?
–Los síntomas ayudan a identificar los motivos que nos afectan, y sin síntomas no hay ansiedad, ya que si no hay síntomas significa que nuestro organismo ha vuelto al equilibrio y nuestro sistema de alarma ha sido desactivado.
En mi caso la ansiedad me hizo comprender que debía cuidarme para evitar más falsas alarmas o al menos estar preparado, y así creé y todavía mantengo en mi vida hábitos saludables como practicar ejercicio, la lectura, comer sano o realizar algún que otro ejercicio de mindfulness.
Creo que tan necesario como comprender la ansiedad y saber cómo tratarla, es cuidarnos, tanto para reaccionar ante problemas como la ansiedad como para poder afrontar futuros duelos o situaciones desagradables, por ello mantener muchas de estas herramientas y convertirlas en hábitos, pueden mejorar y mucho nuestro estilo de vida. De esto tratará el próximo libro en el que estoy trabajando: de comprender la importancia de mantener un estilo de vida sano que nos ayude a disfrutar más y mejor de la vida.
–¿Es posible acabar con la ansiedad para siempre?
–No creo que sea posible, es más, como comentaba al principio de la entrevista, la ansiedad es necesaria para la evolución y supervivencia del ser humano, y sin ella nuestra especie dejaría de existir. Lo que habría que aprender es a saber gestionar mejor nuestras emociones, a cuidarnos mejor y cuidar también mejor nuestro entorno para que no se den más falsas alarmas, o al menos si se dan, estar más preparados y saber tratarlas de la mejor manera posible.
–¿Qué opinas de los psiquiatras que tratan la ansiedad a base de pastillas y de forma sistemática?
–Considero y espero que sean pocos los psiquiatras que centren el tratamiento exclusivamente con pastillas. Las pastillas deben ser una herramienta más, una especie de yeso que intenta curar un esguince: después se necesitará rehabilitación para sanar la rotura, el yeso por sí solo no sirve de nada.
En el caso de la ansiedad, el esguince está en nuestra mente y la terapia debe ser más conductual que física, pero todo tratamiento que base la solución en exclusiva en el uso de pastillas está destinado al fracaso, ya que los ansiolíticos sirven para mitigar los síntomas físicos pero no los eliminan, y también generan dependencia y tolerancia, con lo que cada vez su necesidad es mayor y su efecto menor.
Como el problema está más en que hemos evaluado una situación que no revierte peligro como totalmente amenazante, esas pastillas jamás harán cambiar el modo en que evaluamos la misma situación y jamás eliminarán el problema, solo mitigarán los síntomas, y no durante mucho tiempo. La solución será volver a normalizar esa situación o estímulo que provoca esa alarma.
Con todo esto no digo que no sean necesarios ya que en muchos casos pueden ayudar muchísimo a convivir y soportar el dolor emocional, pero deberán ser usados junto a la terapia y así poder ser eliminándolos gradualmente, para tratar a la ansiedad como se debe, con la acción, ya venga de los consejos de un psicólogo como de un libro.