Poesía terapéutica: otra vía de autoconocimiento

El enorme poder evocador de la poesía nos ayuda a sacar lo que llevamos dentro casi sin pretenderlo. Nos abre vías de conocimiento que podemos explorar para superarnos y conocernos mejor.

Mujer escribiendo

Escribir poesía es un hábito que mejora tu vida. Nos permite sacar fuera aquello que mantenemos en secreto y que nos sobrepasa. Escribir es pensar. "Soy de ese tipo de personas que no acaba de comprender las cosas hasta que las pone por escrito", dice Haruki Murakami en Tokio Blues.

Escribir es un antídoto ante los estados oscuros. De hecho, la gente ha escrito poesía en los campos de concentración, en la cárcel y en todas las situaciones difíciles. El poema es inmediato y condensa la emoción.

Una sola palabra puede salvarte o llenarte de dicha. Cuenta el escritor Gabriel García Márquez: "A mis doce años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: ‘¡Cuidado!’ El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: ‘¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?’ Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo y, con tanto rigor, que tenían un dios especial para las palabras". Con esta anécdota nos recuerda que basta una palabra para que algo cambie.

¿Cuáles son tus palabras fundacionales?

Todos tenemos palabras que yo llamo "fundacionales", palabras que nos determinaron para bien o para mal. Tú también las tienes. Piensa: ¿qué palabra desencadenó en tu vida un hecho maravilloso o desafortunado? Déjala salir y acomodarse en su propio espacio. Juega con ella, provoca sus encuentros al azar en un poema y observa luego los resultados.

La escritora Carmen Martín Gaite lo cuenta así en Caperucita en Manhattan:

"Las primeras palabras que escribió Sara en aquel cuaderno de tapas duras que le había dado su padre fueron río, luna y libertad, además de otras más raras que le salían por casualidad, a modo de trabalenguas, mezclando vocales y consonantes a la buena de Dios".

"Estas palabras que nacían sin quererlo ella misma, como flores silvestres que no hay que regar, eran las que más le gustaban, las que le daban más felicidad, porque solo las entendía ella. Las repetía muchas veces, entre dientes, para ver cómo sonaban, y las llamaba 'farfanías'. Casi siempre le hacían reír".

La poesía es un viaje a nuestro interior

La poesía estalla en las redes y se socializa en las letras de canciones. El lenguaje poético es un modo de emprender un viaje hacia el centro de uno mismo, hacia las emociones y los sentimientos, del cual se vuelve reconfortado.

Un poema surge de una compulsión ante una situación vivida. Para escribirlo, no se necesita tiempo, se necesita la suficiente carga emocional. Al enterarse de la muerte del padre de un amigo escritor, Gustave Flaubert le dijo, como envidiándolo: "Ahora tendrás los sentidos a flor de piel y escribirás tu mejor poema".

Escribir para salvarse del mundo

Somos muchos los que escribimos como si fuera nuestra tabla de salvación frente a un mundo que no comprendemos. Con unos padres que daban demasiada importancia a la realidad, yo me escapaba al centro de las palabras –¡qué alivio sentía!–, me refugiaba debajo de la mesa o detrás de las cortinas y escribía en mi diario breves poemas que unas veces eran gritos y otras susurros, dependiendo del momento vivido. Más adelante, escribí para recuperar las palabras de mi madre, las que me dijo y las que yo hubiera deseado que me dijera.

Escribir para experimentar una catarsis

Retener los sentimientos nos enferma. La experiencia poética permite expresar emociones difíciles de manifestar y, al exteriorizarlas, alivia.

Paul McCartney confesó que escribía poemas como terapia, para olvidar el dolor por la muerte de un amigo.

La escritora Claribel Alegría estuvo en Nicaragua con niños enfermos de cáncer y como desahogo los instigó a escribir poemas, y comprobó que hasta se olvidaban por un momento de la enfermedad.

Escribir es también "escribirnos", recuperar las huellas que hemos ido dejando. Somos como un baúl repleto de trastos y de tesoros. Nos asombramos de nuestras respuestas y de nuestras reacciones y desconocemos nuestro potencial.

Y cuando más adelante leemos lo escrito en el pasado, sentimos que somos nosotros mismos quienes nos estamos tendiendo la mano.

Te ayuda a superar la inseguridad

Si te llevaste mal con tu padre, te sentirás identificado con la Carta al padre de Franz Kafka, sobre todo cuando lo acusa de haberlo vuelto inseguro, desconfiado de todos, de sí mismo y de su propia vocación.

La inseguridad hizo que tres de sus novias sufrieran sus desplantes; con una de ellas, Felice Bauer, celebró el compromiso matrimonial con una fiesta, pocos días antes de romperlo.

Sin embargo, con la amistad Kafka fue constante, seguramente porque era para él su tabla de salvación. Su amigo Max Brod lo animó a escribir, y al escribir el autor checo perdía la inseguridad y se atrevía a inventar las mejores historias, levantaba esas barreras que su padre había levantado en su camino y ganaba la partida.

Gracias al poder terapéutico de la poesía, Kafka pudo descubrir que el origen de su insatisfacción radicaba en no haber seguido su vocación, sino la profesión que contentaba a su padre.

Al escribir puedes superar los bloqueos

Un consejo del escritor estadounidense John Steinbeck pudo ayudar al también escritor Robert Wallsten a superar el bloqueo que sentía:

"He oído que tienes problemas al escribir. ¡Dios mío! Conozco este sentimiento muy bien. Hace cosa de un año Robert Anderson [el dramaturgo] me pidió ayuda para resolver el mismo problema. Le recomendé que escribiese poesía, no para venderla ni mostrarla, sino para tirar. La poesía es la matemática de la literatura y muy afín a la música. Y además es la mejor terapia porque a veces los problemas salen tambaleándose".

Si a ti te ocurre, empieza por llevar una libreta de minucias, descubrirás la significancia de lo insignificante. Creo que fue William Faulkner quien dijo que había que mirar una mosca infinitamente si se quería hablar de ella, hasta que esa mosca se convirtiera en única.

En literatura todas las moscas son únicas. Un detalle bien elegido revela otros. Y así sigue y sigue sin dejar que la mente interrumpa tu poema.

La escritura es también un refugio personal

Una vez que hayas escrito todo lo que sepas, seguramente sabrás más. La escritura es tu hogar: te cobija, lo compartes o te recluyes allí, circulas entre sus líneas, dejas entrar a quien quieres, puedes abrir las ventanas, espiar lo que ocurre fuera.

Al mismo tiempo, la escritura puede ser también una válvula de escape. Al escribir, proyectas lo que quisieras ser y descubres a cambio cómo eres realmente.

Como conclusión, se puede decir que subimos y bajamos por el tobogán de los sentimientos y necesitamos palabras para darle sentido a ese vaivén sin aparente fin. Si te resulta dificultoso hablar de lo que sientes, puedes decirlo en un poema. Si los instantes negros te colocan a veces en pasadizos sin salida, atraviésalos escribiendo poesía.

Si quieres saber más de ti, analízalo los poema que escribas espontáneamente. No olvides leer a tus poetas preferidos y preguntarte por qué lo son, qué es lo que te dicen más allá de lo aparente. Y una vez que lo sepas, es tu turno: te toca a ti escribir tu poema.

Así te ayuda la poesía

  • Protectora. Te permite manifestar tu dolor, tu conflicto, tu dicha, tu confesión… mediante recursos de estilo como las imágenes, las metáforas, las comparaciones, y no te obliga a contarlo directamente.
  • Restauradora. Te permite vivir lo que deseas. El marqués de Sade estaba en la cárcel y como no podía hacer el amor, imaginó toda clase de formas posibles de hacerlo. Carmen Martín Gaite contó que en un momento de su vida se sentía sola y deseaba que un hombre golpeara a su puerta; se dijo "¿por qué no?",y lo "realizó" en una novela.
  • Reveladora. Es una caja de resonancia que ofrece respuestas inesperadas. A menudo, son las resonancias de las palabras las que abren puertas hacia uno mismo o hacia el mundo. Una palabra escrita es como una piedra que se lanza al estanque y provoca ondas expansivas. Unas pocas pueden decir mucho. Juan Gelman dice: "El poeta es hablado por lo que escribe; en el poeta lo que hay es una caja de resonancia enorme que es capaz de verter lo que la lengua revela en su oscuridad... Muchas veces me sorprendo de lo que escribo y me entero de lo que me pasa leyendo el poema que escribí".
  • Liberadora. Según Aristóteles, la tragedia libera, produce una catarsis que es una limpieza, una depuración de nuestro universo mental y emocional. También los románticos concebían la poesía como una vía casi mágica para exorcizar los malestares psíquicos y físicos.
  • Social. Puede ser una herramienta para movilizar conciencias, para educar y denunciar situaciones mediante poemas que pasaron a ser canciones de protesta.
  • Seductora. Seducen los poemas, emocionan a los lectores o a los espectadores de un recital. Seduce el poeta que lee, seduce el contenido si es preciso y conciso, si dice mucho con poco.

Sin darme cuenta, cada vez que un abismo ocupa mi mente, me recito un poema que memoricé en la escuela de primaria y que me reactiva. Es de Pedro Bonifacio Almafuerte, un poeta argentino, y se titula ¡Piu Avanti!:

No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo
y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde intrepidez del pavo
que amaina su plumaje al menor ruido…

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