La auténtica libertad –contrariamente a lo que parece en nuestra sociedad– no es hacer lo que a uno le dé la gana.
Tampoco consiste en tener mucho dinero para comprarse el último modelo de coche o los aparatos tecnológicos que se reinventan constantemente, ni en lucir el cuerpo que nos dictan las modas. Al contrario, estos arquetipos femeninos y masculinos nos restan libertad, pues crean expectativas que difícilmente logramos, con lo cual conllevan frustración.
La auténtica libertad tampoco quiere decir no tener obligaciones.
El psicólogo y antropólogo Josep Maria Fericgla afirma que los días en los que se siente más libre son los que, según su agenda, están más llenos de compromisos. Porque los ha escogido. Desde la libertad.
Algunos de ellos son automatismos que él ha convertido en tales después de decidir, por ejemplo, practicar deporte. Al principio cuesta, requiere un sobreesfuerzo, pero a medio plazo se convierte en algo que hacemos con facilidad, es decir, un automatismo.
¿Cómo se construye la libertad?
El filósofo Francesc Torralba suele preguntar a sus alumnos si se sienten más o menos libres que cinco años atrás. La gran mayoría siempre responde lo mismo: se sienten mucho menos libres porque cada vez prestan más atención al qué dirán (los otros), porque cada vez la sociedad les obliga a más, porque el miedo a no encontrar trabajo no para de crecer...
Visto lo visto, Torralba propone que no nos planteemos lograr la auténtica libertad sí o no, todo o nada, de forma binaria. Lo que sugiere es que nos propongamos pequeñas conquistas cotidianas. Preguntarnos qué podemos hacer esta semana, o este mes, para ser un poco más libres.
He aquí una pequeña o gran conquista hacia nuestra libertad interior.
Por ejemplo, no dar tanta importancia a la opinión de los demás. Muchas personas mayores lo logran con el paso de los años, y eso ya es una conquista. No se trata de no tener en cuenta a los otros –somos seres sociales, necesitamos reconocimiento–, sino de poner la crítica ajena en su justo lugar.
¿Qué precio quieres pagar por tu libertad? Porque siempre lo tiene
Se trata de ir decidiendo cuál queremos que sea el rumbo y la orientación de nuestra vida. De autodeterminarnos, como dicen los filósofos. Y eso quiere decir pagar peajes.
Un momento de paz se paga con un esfuerzo previo. Un buen rato con la pareja se paga con un trabajo personal previo. Por lo tanto, la auténtica libertad requiere de una autoconciencia y de un trabajo que no tiene nada que ver, volviendo al principio de este artículo, con hacer lo que a uno le venga en gana.
Conectar con el todo
Por último, la auténtica libertad se logra cuando relativizamos nuestro ego y abrimos una puerta hacia lo absoluto, lo intemporal. Somos un destello, una faceta de esa realidad. Tomar conciencia de ello nos produce paz y libertad al mismo tiempo.
La auténtica liberación se alcanza cuando logramos ser conscientes de que formamos parte de una realidad más amplia.
Josep Maria Fericgla, de vez en cuando, conecta con esa realidad –a través de la meditación, por ejemplo– y deja que entre en su corazón. Entonces logra no solo no ser una veleta que se mueve a un lado y otro según el viento que sopla, sino incluso liberarse de sus propios condicionantes mentales, es decir, de los vaivenes de la mente.
Jiddu Krishnamurti, autor de La revolución interior, nos explica que rememorar y retener acontecimientos pasados, tanto los buenos como los malos, nos limita y provoca sufrimiento. Así, esa conexión con el todo debemos pensarla desde el aquí y el ahora.
Conquistar nuestra libertad implica por tanto un arduo trabajo; pero también nos propone una poderosa recompensa.