A la hora de decidir, justo cuando deberíamos estar más lúcidos, el miedo y la ansiedad puede sumirnos en una gran confusión. Al no ver qué camino es el más adecuado –dando por sentado que hay uno mejor que otro- la duda nos paraliza.
Las siguientes técnicas nos pueden ayudar a enfrentar la toma de decisiones con más calma y equilibrio y sobre todo decidiendo en coherencia con nuestros valores, propósito y hoja de ruta vital. Porque, como dice Ruth Chang, profesora de Jurisprudencia de la Universidad de Oxford, cada decisión difícil que tomamos es una oportunidad para definirnos como persona y declarar al mundo nuestra singularidad.
1. Pasar de la parálisis al análisis
Al tomar decisiones, tememos equivocarnos, dando por sentado que hay un camino correcto y otro que no lo es. Para superar el miedo a decidir debemos aceptar que hay cosas que no podremos prever. Pero para decidir con claridad también hay que tomarse el tiempo de analizar toda la información interna (ver cuáles son nuestras prioridades, qué emociones nos despierta cada opción, etc.) y externa, recopilando aquellos datos que estén a nuestro alcance sobre los elementos que pueden estar implicados.
2. Observar todas las partes
Si haces el ejercicio de “los sombreros de Edward de Bono” podrás dar voz a todas tus partes. Primero ponte un hipotético sombrero blanco para pensar en los hechos concretos, sin interpretaciones. Con el negro, intenta ver las dificultades que pueden surgir. Con el verde, trata de salir de tu zona de confort y busca alternativas. Ponte un sombrero rojo para evaluar la situación desde la parte emocional, la intuición y el corazón. Con el amarillo, mira las partes positivas. El sombrero azul, el moderador del debate, tendrá la última palabra.
3. No tener prisa por responder
Algunas personas tienden a decidir “sí” casi siempre y otras tienden al “no” en cualquier caso. ¿Cuál es tu tendencia? Es importante ser consciente de ello, sostener la incertidumbre y tomarse tiempo para valorar sin reaccionar automáticamente. Solemos funcionar desde el ego, en base a patrones de conducta estereotipados. Esto nos puede llevar a tomar el mismo tipo de decisiones, lo que no nos ayuda a crear nuevas posibilidades. Antes de decidir, procura conectar con esa parte más sabia que trasciende mediante la meditación.
“Cada decisión es una oportunidad para definirnos como persona”
4. Ir un poco más allá
Si después de analizar la situación seguimos encallados, también podemos preguntarle a nuestro cuerpo y conseguir que este hable por nosotros. Coloca un papel (o un cojín) en el suelo que represente cada una de las opciones y pon los pies sobre cada uno de ellos. Cierra los ojos un momento y conecta con tu interior: ¿qué sensaciones te embargan?, ¿hacia dónde se inclina tu cuerpo?, ¿dónde se siente más arraigado?, ¿en qué posición te sientes más cómodo?
5. Aceptar que hay renuncia
Optar por un camino implica casi siempre perder otro, es decir, saber renunciar. Sin embargo, querer abarcarlo todo también tiene un precio, al igual que lo tiene no decidir nada, ya que también es decidir. Es algo que hacemos constantemente cuando continuamos con nuestra rutina habitual y no afrontamos ningún cambio. Responsabilizarnos de nuestra vida significa tomar las riendas de la misma mediante las decisiones que llevamos a cabo.
6. Buscar la vía para integrar
Otra técnica para decidir bien es elaborar una lista con las ventajas y otra con las desventajas de cada opción, para después establecer un diálogo entre las partes más opuestas. Para mediar entre ellas hasta llegar a la máxima integración posible te puede ayudar contar con la intervención de un amigo o de una amiga que te conozca bien. Pero en el proceso no olvides que no puedes controlarlo todo y que no siempre puedes saber si las cosas son buenas o malas para ti.
“Ten en cuenta que no podemos dirigirnos hacia ningún lugar si antes no lo hemos imaginado”
7. Visualizar el camino completo
Para atreverte a pasar a la acción y reafirmar tu decisión te ayudará visualizar hacia dónde te va a llevar el camino que vas a recorrer. Cierra los ojos e imagínate en la situación que te lleva a una decisión. ¿Cómo te sientes? ¿Te gusta lo que ves? Para acabar de evaluar, imagina también el marco en el que te sitúan las otras opciones. ¿Qué sientes? Tal vez también te irá bien visualizar cómo será tu vida sin tomar ninguna de las dos opciones. No podemos dirigirnos hacia ningún lugar si antes no lo hemos imaginado.
8. Aclara el conflicto interno
Establece un diálogo entre razón y emoción. Coloca un cojín delante de otro: uno será tu mente y el otro tu corazón. Y uno entre ambos será la parte más sabia. Siéntate en el cojín del corazón y haz que tus emociones hablen mientras tu mente escucha. Después, colócate sobre el cojín que representa tu mente y haz que esta hable a tu corazón. A continuación, colócate sobre el cojín de tu parte sabia con el objetivo de que la razón y el corazón puedan llegar a un acuerdo y decidir cogidos de la mano.
9. La vida también decide
A veces, al decidir nos ponemos tanta presión como si en ello nos fuera la vida. No solemos pensar que la vida puede tener otros planes para nosotros y las cosas pueden cambiar de un momento para otro. Uno de mis pacientes decidió pedir un coche prestado para ir a una fiesta. Pero se lo robaron. Se sentía muy culpable y pensaba que había sido una mala decisión. Cuál fue su sorpresa cuando la dueña del coche le agradeció lo sucedido: el seguro le había acabado pagando un coche nuevo.