Decía DT Suzuki: “Cuando empezamos a sentirnos ansiosos o deprimidos, en lugar de preguntarnos ‘¿Qué necesito para ser feliz?’, la pregunta es: ‘¿Qué estoy haciendo para perturbar la paz interior que ya tengo?’.”

Entre los ladrones de la serenidad de los que habla este maestro de zen tienen gran protagonismo las preocupaciones. La propia palabra pre-ocupación ya resulta muy reveladora. Engloba todo aquello a lo que dedicamos energía en lugar de ocuparnos de las cosas, que es lo que nos procura placer, realización y descanso mental.

Cuando no nos ocupamos de vivir, de disfrutar, de hacer y resolver aquello que depende de nosotros, nuestra mente se proyecta hacia escenarios de dudas, miedos y conjeturas. Ya no estamos en el momento, nos hemos perdido en la nube de la preocupación.

Los pensamientos negativos son automáticos

John Paul Flintoff, profesor de The School of Life creada por Alain de Botton, habla de que entre los 60.000 pensamientos que tenemos al día, según el cálculo de algunos autores, muchos son PNA (pensamientos negativos automáticos) que podemos clasificar en cinco tipos:

  • Pensar en blanco o negro. Separar el mundo entre buenos y malos, amigos y enemigos, es abonar el campo para el conflicto. Tampoco nuestros propios actos son totalmente positivos o negativos. Ver la escala de grises resta intensidad emocional a los hechos.
  • Hacer pronósticos. La vida es incierta y nadie sabe lo que va a pasar, pero a la mente le gusta jugar a ser adivina. Y sus oráculos tienden a ser negativos. Además del estrés que nos provoca, podemos generar una “profecía de autocumplimiento”, es decir, acabar haciendo realidad aquello que tememos.
  • Devaluar las cosas buenas. Una mente anclada en la preocupación boicotea cualquier logro por el miedo a perder lo conseguido, o a las consecuencias negativas del éxito, como la envidia o la incomprensión de los demás.
  • Hacer un drama de cualquier cosa. Hay personas que no se alteran en medio de un gran naufragio, y otras que se ahogan en un vaso de agua. Cada cual decide el relato que da a su historia, cómo interpreta lo que le sucede y si quiere adoptar el papel de víctima.
  • Humillarse. Otra forma de maltrato psicológico es fustigarse con pensamientos del tipo “soy un desastre”, “no valgo para nada” o “jamás levantaré cabeza”. Sin darnos cuenta, con estos pensamientos negativos automáticos vamos minando nuestra autoestima y seguridad.

¿Cómo evitar que las preocupaciones nos dominen?

Sobre el parloteo mental que provocan estos pensamientos negativos automáticos, en su libro Mi mente sin mí, la doctora en Psicología Jenny Moix recomienda separar el sujeto que piensa de lo pensado.

Dicho de otra manera: tú no eres tus pensamientos.

En este libro también cuenta que Winston Churchill se refería a sus momentos de depresión como al “perro negro”, para separar su persona de las diferentes emociones y estados de ánimo. Cuando estaba desanimado, decía a sus colaboradores: “Hoy vuelvo a tener el perro negro caminando a mi lado”.

Marcar una especie de frontera entre lo que somos y lo que pensamos resta fuerza a todas estas preocupaciones, porque dejamos de identificarnos con ellas y así se diluyen mucho más fácilmente.

Darle la vuelta: una filosofía radical de la despreocupación

Entre las propuestas más recientes para combatir este azote para la mente, quizás la más insólita sea el de Mark Manson, un bloguero norteamericano que cosechó millones de seguidores desgranando sus soluciones radicales para dejar de preocuparse. Esta filosofía ha desembocado en el best seller El sutil arte de que (casi todo) te importe una m*****.

El origen de la infelicidad está en la búsqueda desesperada de la felicidad.

Esta historia empezó cuando, en medio de sus propios problemas económicos, descubrió que sus compañeros de piso habían dejado de pagar el alquiler desde hacía meses, con lo que además tuvo que cargar con todas sus deudas.

Contra la preocupación por los problemas que nos acechan, Manson lanza bombas como: “Tú y todos los que conoces pronto estaréis muertos”, a la vez que ve el origen de la infelicidad en la búsqueda desesperada de la felicidad.

Para escapar de esa trampa propone darle la vuelta al dolor: “Si perseguir lo positivo es negativo, entonces perseguir lo negativo genera lo positivo. Aquel dolor muscular que persigues en el gimnasio se cristaliza en mejor salud y energía. Los fracasos en los negocios son los que, al final, nos proporcionan un mejor entendimiento de lo que es necesario para tener éxito” .