La sociedad de consumo se ha transformado en una sociedad que se consume en su inmediatez. No hay paciencia. No hay espacio para la espera, el aburrimiento o el largo plazo. Estamos rodeados de mensajes, por supuesto escuetos y de rápida lectura y asimilación, que nos prometen conseguir cualquier cosa de forma inmediata y solo con quererlo. Aquí. Ahora. Ya. Lo quiero y lo tengo. Lo pido y me llega, y, si puede ser, todo en un clic.

Podemos adelgazar, hablar idiomas, progresar en nuestra carrera laboral o conseguir esta habilidad con solo cerrar los ojos y desearlo muy fuerte o aplicando sencillas recetas recogidas en listas. Si lo hacemos, todo sucederá como por arte de magia. ¡Magia!

Las personas poseemos una magia que puede ofrecernos todo lo que nos propongamos.

Si hemos de ser sinceros, lo único cierto que hay en todas estas promesas es la magia. Porque, después de todo, las personas poseemos una magia que puede ofrecernos todo lo que nos propongamos, pero no es una magia de varitas, abracadabras y conejos en la chistera. Es la poderosa magia de la constancia, de la perseverancia, del insistir, del día a día.

No es un truco que engaña a los sentidos, es una magia que nos une a la naturaleza, porque está en todo lo bello que nos rodea. No olvidemos que es el día a día lo que construye la eterna belleza de la flor. Es el tiempo el que le da la fuerza al mar para dar forma a las rocas. Es la suma de los días lo que consigue crear un hábito en nosotros e incorporarlo (tal vez no sea coincidencia la similitud) a nuestra propia naturaleza.

Recuperar la constancia para crecer

¿Por qué no usar aquello que nos ha hecho crecer en todos los sentidos? Porque gracias a la constancia aprendimos a leer, a escribir, a relacionarnos con los demás, a construir un amor verdadero, a ser especialistas en cualquier tema. Sin duda, todo lo importante que poseemos es fruto de esa constancia que, ahora, empujados por la inmediatez, no valoramos de la forma que se merece, es decir, con la responsabilidad de quien tiene un poder entre sus manos.

Ha llegado la hora de conseguir aquellas cosas que son importantes para nosotros, y hacerlo de manera duradera. No se trata de hacer descomunales actos de sacrificio, se trata de que, como dijo Pitágoras: “Con orden y tiempo se encuentra el secreto de hacerlo todo, y de hacerlo bien”.

Y ese es, precisamente, el mayor obstáculo: el tiempo. Ser capaces de dar el tiempo necesario a cada cosa para que florezca, dedicarle el tiempo suficiente a cada acto para que se convierta en parte de nosotros. Cosechar el tiempo y, a su tiempo, recoger sus frutos. Y, como en todo, hay que desdramatizar.

Cualquier persona puede seguir viviendo sin ser constante, paciente y perseverante. Podemos seguir sin conseguir muchas de las cosas que nos gustarían. Eso es así. Sin embargo, ¿por qué no probarlo? ¿Por qué no decidir? Si decimos que sí, estos pasos pueden ponernos en el camino, y siempre que hablamos de caminos, lo importante es recorrerlos. Depende de nosotros.

Cómo ser más constante

1. Elige

Empecemos por elegir algo importante, algo significativo para nosotros que, por las razones que sea, no hayamos conseguido incorporar a nuestra rutina. Puede ser ir al gimnasio, correr por las mañanas, aprender un idioma, escribir una novela, tocar la guitarra… El qué depende de cada uno, lo importante es la elección, libre y consciente.

Una elección es parte ya de un compromiso interior. Es saber dónde nos gustaría ir, y eso siempre implica una reflexión y un análisis que, aunque nos quedemos en este punto y no sigamos adelante, siempre es beneficioso.

2. Descubre el poder de lo pequeño

Es muy posible que la elección que hayamos tomado sea algo que nos rondaba por la cabeza y que, además, cada vez que pensamos en ella nos asalte cierto sentimiento de tristeza o ligero enfado por no haberlo conseguido. Bien. Ahora será distinto, porque vamos a poner en práctica el poder de lo pequeño, de lo mínimo, de lo casi insignificante. Ese es el poder de la naturaleza y el mismo que vamos a utilizar nosotros.

Porque no se trata de hacer grandes esfuerzos. No se trata de, por ejemplo, si nos hemos propuesto escribir una novela, llenar 100 páginas en un día. No. Se trata de escribir una página durante 100 días. Es decir, que ya sabemos que en un día de inspiración, fuerza y energía podemos hacer un gran esfuerzo en aquello que nos propongamos, pero ahora se trata de hacer muy poco durante mucho tiempo. Y ese muy poco es la clave de todo. Debemos ser capaces de empezar por algo tan pequeño que nos sea imposible fallar.

Como decía Víctor Hugo, “la mayoría de los hombres no carece de fuerza, sino de constancia”.

Imaginemos ahora que nos hemos propuesto correr cada día. Bastaría con empezar por ponernos las zapatillas. Y ya está. ¿Parece fácil? Sí, pero también es poderoso. Porque después saldremos a la calle diez segundos. Y luego, veinte. Y sin darnos cuenta, día a día, pasito a pasito, nos encontraremos corriendo la distancia que nos beneficie más, y lo haremos como rutina, como parte de nosotros.

3. Huye de la trampa del para siempre

El cambio es un proceso que nos acompaña siempre. Y ese siempre y para siempre, siendo el destino de todo cambio, es también uno de sus principales enemigos.

Para siempre es demasiado tiempo. Es una trampa mental. No existe el para siempre y solamente conseguimos sentirnos atrapados en un tiempo demasiado extenso como para hacerle frente. Es mejor quedarse con el aquí y el ahora. Si antes hemos descubierto el increíble poder de lo pequeño, de lo casi insignificante, ahora debemos tener en cuenta que hoy es lo que cuenta. Mañana… ya veremos.

Es ese ponerse las zapatillas, escribir tres líneas o dos palabras, aprender una nueva palabra en ese idioma que queremos aprender. Hoy. Solo hoy. Y cuando mañana vuelva a ser hoy, otra vez, pero apartando de nuestra mente el vasto tiempo que representa el para siempre, recordemos que la clave de la magia de la constancia reside en las pequeñas cosas, incluso en los pequeños intervalos de tiempo.

4. Usa la flexibilidad

Otro de los secretos de la constancia reside en ser flexible, tanto con los errores como con el tiempo. Si bien es verdad que es mejor adjudicar un momento concreto del día a hacer de forma reiterada aquello que hemos decidido, también es verdad que debemos poder adaptarnos y si, por la razón que fuera, debemos cambiar de horario, hacerlo sin traumas.

Incluso debemos ser flexibles en los fallos. Puede que fallemos un día. Sí. No es lo deseable, pero lo importante será, al día siguiente, volver a ponernos en el camino. Y ya está. Sin culpas. Lo flexible se adapta, lo duro se rompe ante las adversidades. De igual modo, para que nuestra constancia no se resquebraje a las primeras dificultades, debemos adaptarnos a las circunstancias.

5. No mires los resultados

Una vez hayamos iniciado nuestra imparable constancia y nos veamos ya en el día a día (y sin contar los días, como a quien ha conseguido dejar de fumar le cuesta saber cuántos días lleva), es importante no estar demasiado pendiente de los resultados. Cuando plantamos una semilla no estamos continuamente levantando la tierra para ver si ha crecido, porque si lo hacemos, simplemente, la semilla no crece.