6 claves para vivir la vida que realmente deseas

Vivimos inmersos en una espiral de obligaciones y no nos damos tiempo para pensar qué vida queremos ni para vivirla. Hay que pasar a la acción.

vivir deseos

Siguiendo tres afirmaciones y otras tantas negaciones estarás más cerca de conseguir tus deseos vitales.

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1. ¡Camina hacia el objetivo!

Imaginarnos una vida libre de obligaciones es como un faro que nos orienta. Aunque hay que tomar conciencia de que jamás alcanzaremos el destino: nunca llegaremos a tener una vida que sea puro deseo y cero obligaciones.

Pero podemos acercarnos. Quizá mejor metáfora que la del faro (al que se podría llegar) o la del horizonte (que está siempre a la misma distancia) sea la imagen de Zenón, del hombre que camina hacia un árbol avanzando siempre la mitad de la distancia que lo separa de él.

Nunca llega, pero se acerca infinitamente.

 

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2. Tómate tiempo para vivir

 

El poeta irlandés Sheridan escribió:

“A tu empeñada mente dale un descanso, y róbale un día a tu vida para vivir”.

Escribió esto a comienzos del XIX; si la vida daba ya pocos respiros entonces… ¿qué nos queda en la vorágine actual? ¿Podemos hacer espacio en nuestra vida para vivir? La idea es muy bella, pero el modo en el que terminamos llevándola a la práctica no lo es tanto.

La solución que le damos a la sobrecarga de obligaciones es trabajar todo el año para “vivir” dos semanas de vacaciones; toda la semana, para “vivir” dos días de fin de semana…

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3. No idealices soluciones irrealizables

Como dice una amiga: “Yo quiero una vida de la que no tenga que tomarme vacaciones”. Esta es una idea muy interesante. Pero también tiene sus problemas. Si no somos cuidadosos, puede llevarnos a una de esas fantasías irrealizables del estilo “dejo todo y me pongo un bar en la playa”.

Para la mayoría de nosotros estos planes no son más que salidas imaginarias. Nos alivian cuando nos sentimos demasiado abrumados pero jamás las llevaremos a la práctica. Y no por cobardía, sino porque entendemos que tendría un costo enorme.

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4. Imaginar y desear no es suficiente

Las vacaciones son insuficientes. Los cambios de vida rotundos, impracticables. ¿Qué nos queda, entonces? Aquí se alzan las voces optimistas: ¡tú puedes tener la vida que deseas! Pero… ¿puedes? ¿Podemos realmente tener todo lo que deseamos?

Los fervientes defensores de la intrínseca bondad del universo, sin embargo, dirán que sí. Es más, sostendrán que lo único que tenemos que hacer es poder imaginarlo y desearlo. Esa parece ser la premisa que está detrás de lo que se ha dado en llamar la “Ley de la Atracción”. Lo siento pero no me la creo.

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5. Mira desde un enfoque positivo

Un profesor mío remarcaba siempre la enorme diferencia entre tener “poco” de algo y tener “un poco” de algo. Si tenemos “poco” enfatizamos lo que nos falta; en cambio, cuando tenemos “un poco” focalizamos en lo que sí hay. Nos satisface tener al menos “un poco” de eso que anhelamos.

Esta idea va más allá del axioma de “ver el vaso medio lleno” porque también incluye la perspectiva de poder ir llenándolo con pequeños volúmenes. Aceptar parcialidades, incompletudes e imperfecciones es esencial para movernos hacia nuestros deseos.

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6. No te centres solamente en las obligaciones

Ir al trabajo, ocuparse de la casa, llevar a los niños al colegio, pagar los recibos, preparar la comida, responder a los correos y los mensajes, hacer trámites, hacer dieta, hacer ejercicio… Puede que hagas muchas de las cosas de esta lista, puede que pocas.

Pero seguramente, si haces el recuento de todas las cosas que “tienes que hacer”, verás que son muy numerosas. Y, si sumas los tiempos que te ocupan, puede que acabes preguntándote: “¿Y cuándo me tomaré algo de tiempo para vivir?” No lo dejes para más adelante. Ahora es el momento.

“El universo conspira para que tú consigas lo que tu corazón desea”, esta afirmación de Paulo Coelho, en su obra El alquimista, parece ser la premisa que está detrás de lo que se ha dado en llamar la “Ley de la Atracción”.

Yo, personalmente, no creo en los poderes de esta ley de la atracción, y por varias razones. La primera es que es “demasiado bueno para ser cierto”.

Si fuera tan sencillo, todo el mundo tendría lo que desea. ¿O es que acaso las personas con cáncer no quieren curarse? ¿Es que los padres de los niños que pasan hambre no desean alimentarlos? Y, de modo más extendido: ¿es que aquellos que tienen condiciones adversas en su vida no desean estar mejor?

La segunda razón es que la “Ley de la Atracción” no solo es falaz y peligrosa (porque invita a dejar en manos de un ente supuestamente más poderoso lo que deberíamos tomar en nuestras propias manos) sino que acaba por resultar vil.

Acaba, en el fondo, por culpabilizar a aquellos que sufren por lo que les está sucediendo.

Hay que enfocar los deseos

Para tomar en nuestras propias manos la vida que realmente desearíamos vivir, tenemos que enfocarnos en nuestros deseos, y esto conlleva una serie de implicaciones personales:

  1. Identificar lo que realmente deseamos.
  2. Desprendernos de las expectativas desmedidas o facilistas.
  3. Aceptar que tendremos que trabajar para mejorar nuestra situación aunque no seamos nosotros quienes la hayamos causado.
  4. Aceptar de buen grado satisfacciones parciales o aun escasas.
  5. No perder de vista el factor tiempo y la virtud de la paciencia.
  6. Estar atentos a sorprendernos con lo que de modo inesperado puede darnos lo que necesitábamos.
  7. Comprender que vivir una buena vida es una tarea que lleva, precisamente, toda la vida.

Tenemos que estar muy atentos

Una cuestión importante y que no siempre tenemos en cuenta es que hay que estar atentos a que aquello que deseamos, porque no viene siempre desde el lugar que lo esperábamos.

Si anhelamos una pareja porque deseamos “compañía”, quizás a lo que haya que prestar atención es a los amigos.

Si pretendemos un nuevo trabajo porque buscamos “novedad”, quizás habría que considerar sentarse a estudiar.

Si esperamos que lo que deseamos se presente tal cual lo imaginábamos, ya acabado y de primera instancia, nos quedaremos varados directamente en el punto de partida.

¡Hay que ponerse manos a la obra!

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