Compasión: estos son sus beneficios científicos

La compasión, sugieren los estudios, sirve como vacuna contra la angustia empática, alentando más actividad en los centros cerebrales del afecto, que aumenta la resiliencia en lugar del desgaste.

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¿Necesitas serenarte? Intenta lo siguiente: respira hondo, llenando los pulmones; contén la respiración dos o tres segundos y, luego, permite que el aire salga lentamente. Respira entre cinco y diez veces de esta manera. Si necesitas ayuda para concentrarte totalmente en la respiración, puedes ayudarte anotando mentalmente «dentro» al inspirar, «fuera» al espirar. O bien puedes imaginar que al respirar la tensión desaparece poco a poco del cuerpo.

Este ejercicio de respiración honda puede calmarnos y relajarnos al empezar la jornada o en cualquier momento que tengamos esa necesidad. Así lo sugiere Thupten Jinpa al describir uno de los numerosos métodos que ha adaptado de fuentes tradicionales tibetanas para ser utilizados en un programa de formación en compasión. Al igual que muchos de los métodos ahora estudiados en investigación sobre cultivar compasión, hunde sus distantes orígenes en tradiciones espirituales que han sido despojadas de su sistema de creencias y simplificadas para un uso más general.

La compasión: varios autores nos hablan de esta capacidad

El Dalai Lama, Jinpa dirige la Library of Tibetan Classics (Biblioteca de Clásicos Tibetanos), que traduce textos del enorme patrimonio de esa cultura. A partir de ese rico telón de fondo, Jinpa desarrolló Compassion Cultivation Training (CCT, Formación en el Cultivo de la Compasión), una variación de los métodos clásicos tibetanos, que convirtió en accesibles para todo el mundo. A instancias del Dalai Lama, ese programa se convirtió en la pieza central de comprobación en el Center for Compassion and Altruism Research and Education (Centro de Investigación y Educación en Compasión y Altruismo) de Stanford.

Una evaluación del CCT a cargo de investigadores de Stanford halló que disminuía las preocupaciones de las personas y que aumentaba su felicidad. Cuando se probó el programa en pacientes que padecían dolor crónico, su sensibilidad al dolor disminuyó al cabo de nueve semanas, al tiempo que su sensación de bienestar mejoró, y sus parejas los describieron como menos iracundos.

Aunque los métodos para el cultivo de la compasión que se están probando son adaptaciones modernas de prácticas antiguas, la metodología de la investigación propiamente dicha procede de la ciencia. Se ha creado una red de centros científicos que se han unido en el estudio de la compasión y cómo fomentarla.

Beneficios de la compasión que no conocías

En estudios realizados en la Universidad de Carolina del Norte, en los que se practica una actitud de benevolencia, se observó que no solo disminuía la depresión y estimulaba las actitudes positivas, sino que también incrementaba la sensación de satisfacción de las personas con sus vidas, reforzando sus conexiones con familia y amigos.

En la Universidad Emory, se utilizó una adaptación similar con estudiantes que padecían depresión. Los resultados iniciales sugerían que fomentar una actitud de compasión no solo repelía hasta cierto punto la depresión, sino que también reducía las respuestas corporales frente al estrés.

Resultados anteriores en el cultivo de una actitud de compasión sugieren incluso beneficios biológicos, como disminuir la inflamación y rebajar los niveles de hormonas del estrés. Las investigaciones llevadas a cabo por Richie Davidson han mostrado que esas adaptaciones modernas de métodos antiguos provocan cambios beneficiosos en el cerebro, tanto en su estructura como en su función.

El Dalai Lama y la neurociencia la recomiendan

El Dalai Lama preconiza utilizar los más elevados estándares científicos al realizar esas evaluaciones. Tras contar al auditorio algunos de estos descubrimientos, por ejemplo, el Dalai Lama propuso: «Vuelvan a repetir las pruebas, al cabo de un año. Y pregunten también a las familias –a la gente importante de sus vidas– qué cambios han observado».

En el Instituto Max Planck de Alemania, la neurocientífica Tania Singer formó equipo con Matthieu Ricard, un biólogo francés ordenado monje, a fin de evaluar diversos métodos para cultivar compasión. Hallaron una diferencia entre acumular empatía (cuando sientes cómo siente la otra persona) y compasión (cuando quieres aliviar su sufrimiento); cada una de ellas aumenta la actividad de distintos sistemas neuronales.

Cuando simplemente empatizamos, sintonizamos con el sufrimiento de alguien –por ejemplo, al visualizar vívidas imágenes de víctimas quemadas u otras personas pasando graves penurias–, el cerebro enciende los circuitos para sentir dolor y angustia. Ese tipo de resonancia empática puede inundarnos de desequilibrio emocional, de «angustia empática», como lo llama la ciencia. Profesiones como la de enfermería pueden a menudo estar plagadas de ese tipo de ansiedad crónica, que puede llegar a convertirse en agotamiento emocional, un precursor del desgaste profesional.

Pero no solo sucede en enfermería. Cuando hablé por última vez con Eve Ekman, mencionó que justo esa mañana acababa de estar con un grupo de neurocirujanos presentando el programa «Cultivar equilibrio emocional en su hospital». «Querían saber cómo responder a los miedos de sus pacientes, demostrando empatía de una manera que no angustiase más al paciente –me contó Eve–. Me decían que en el quirófano tenían menos dificultades, porque ahí no tienes que hablar con tus pacientes».

En busca de una cura para la fatiga emocional

El objetivo de los cirujanos era mantener su equilibrio emocional, permanecer abiertos a las emociones de sus pacientes, pero sin que les apabullasen. Eve añadió que son muchos los trabajadores sanitarios que padecen de angustia empática, que conduce al agotamiento emocional.

Me contó que, en un ascensor del hospital donde trabaja, escuchó que alguien le preguntaba a un compañero de trabajo: «¿Cómo estás?». Y la respuesta fue: «Todavía me faltan nueve años». Esas personas cuentan los días y años que les faltan para jubilarse y están emocionalmente agotados.

Cuando Alan Wallace, un codesarrollador del CEB, lo enseñó por primera vez a profesores y profesoras, escuchó justo esa misma queja de una de ellas. Pero al finalizar el curso, la docente había modificado su postura; según Eve, dijo: «Ahora creo que puedo servir de mucho; mi trabajo tiene sentido. En lugar de contar los días, ahora espero con ilusión cada día que me queda con esos niños, para poder ayudarlos».

El programa CEB ayuda a las personas a cultivar benevolencia, compasión, ecuanimidad y dicha empática, regocijándose de la felicidad del otro. Instilar las mismas capacidades de sinceridad y generosidad era lo que también animaba al programa diseñado por Matthieu Ricard, evaluado por el grupo de trabajo de Tania Singer.

El cerebro ante las muestras de empatía

El grupo de Singer descubrió que después de que las personas practicasen sentir calidez e interés por los demás, podían mirar esas fotos de sufrimiento sin apartar la mirada defensivamente, permaneciendo abiertos a la aflicción ajena. Al mismo tiempo, se activaban los circuitos cerebrales relacionados con los sentimientos positivos, indicando su actitud de compasión y buenos deseos por la víctima. La compasión, sugieren los resultados, sirve como vacuna contra la angustia empática, alentando más actividad en los centros cerebrales del afecto, que aumenta la resiliencia en lugar del desgaste.

«Algunas personas tienen la impresión de que la compasión solo es buena para la otra persona, pero que tú no te beneficias necesariamente, o incluso que sentir demasiada compasión acaba debilitándote», dice el Dalai Lama. Me contó un encuentro con una mujer india que trabajaba en el campo de la medicina, pero que se había agotado debido a las demandas y la turbulencia emocional de sus pacientes, resultando en su abandono de ese campo profesional. Pero, añadió rápidamente el Dalai Lama, los estudios como los de Singer demuestran que cultivar una actitud de compasión genuina puede ser parte de esa vacunación contra el desgaste.

Cuando en una ocasión preguntaron al Dalai Lama por qué quería que las personas se abriesen y empatizaran con el dolor del mundo, contestó que todos tenemos la responsabilidad moral de afrontar ese dolor y de tratar de aliviarlo. Si nos limitamos a deprimirnos y nos rendimos, dijo, «el dolor habrá ganado».

El budismo y la ciencia

Los hallazgos científicos sobre la compasión proporcionan al Dalai Lama el tipo de «munición» que necesita. «Si dijese que hay que ser compasivos –señala el Dalai Lama–, entonces la gente pensaría que, claro, lo dice porque es el Dalai Lama, es budista. Pero si la prueba científica muestra que entraña beneficios, entonces resulta más convincente. La gente presta más atención».

En la actualidad, como él dice, las afirmaciones científicas atraen a más gente que las de cualquier religión. Aunque el Dalai Lama viaja por todo el mundo, diseminando su visión para un futuro mejor, a menudo apoya lo que dice con descubrimientos científicos como estos sobre el desarrollo de la compasión.

El mensaje de la compasión es para todos nosotros, no solo para los religiosos. Pero me sorprendió lo que el Dalai Lama quiere decir con «compasión», y cómo se pone en práctica.

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