Cuerpo (y mente) libre de corazas y bloqueos

Cuando reprimimos las emociones, el cuerpo se inhibe en forma de bloqueos musculares. Devolver la flexibilidad corporal nos permite liberar también las emociones

liberar corazas

Siempre recordaré las palabras de uno de mis maestros en el oficio de acompañar al otro en su proceso de crecimiento personal: “El cuerpo es nuestro lugar, donde nos ocurren las cosas, el territorio de nuestra vida íntima”.

¿Cómo creamos las corazas?

El cuerpo humano, como el de todos los mamíferos, es un cuerpo creado para la expresión y para la satisfacción de nuestras necesidades vitales. Y, de acuerdo con ese principio general, el organismo humano básicamente alterna dos estados que son:

  • El de tensión que nos permite ir hacia lo que puede satisfacer nuestra necesidad
  • El de relajación que es el que se produce en el momento en que nuestra necesidad queda satisfecha.

Un ejemplo del proceso sería, simplificando, si tengo sed, mi organismo se enfocará a saciarla. Yo sé que tengo sed porque lo noto a través del cuerpo y porque éste se moviliza para conseguir saciarla, pasando por un estado de tensión o energización. Una vez que he cubierto mi necesidad, en este caso de colmar mi sed, mi organismo se relaja y estoy disponible para ocuparme de otros asuntos.

Lo mismo pasa con las necesidades emocionales: si necesito contacto afectivo, me organizo en busca de esa muestra de afecto que me satisfaga, ya sea a través de un abrazo –dado o recibido– u otra acción similar. Entraré en un estado de tensión que me hará moverme hacia el otro para entrar en contacto con él –siempre a través del cuerpo– y satisfacer esa necesidad.

Cuando la energía queda inhibida

A mí me gusta ver a mis pacientes como personas que tienen todo el potencial necesario para satisfacer sus necesidades afectivas y así se lo explico, aunque, con mucha frecuencia, lo que aparece en ellos es una mirada de incredulidad ya que se sienten bloqueados. En muchas ocasiones, creen que su dificultad es su forma de ser. Algo imposible de cambiar.

Su vivencia es que su cuerpo, o parte de él, tiene una especie de coraza que les impide el contacto emocional o les aísla de los demás. No es la sana vivencia del cuerpo como parte de sí mismos.

Todo esto se manifiesta en forma de tensiones o bloqueos. Zonas del cuerpo quedan sensorialmente inhibidas para la percepción de algunas emociones y, por lo tanto, para su expresión muscular. Es decir, no pueden producir determinados gestos y acciones.

Esto se produce porque parte de la energía que se utilizaría para satisfacer la necesidad emocional se usa para inhibir la acción. Imaginemos que conducimos un coche y que apretamos simultáneamente freno y acelerador. Quizás el vehículo avance un poco, pero a costa de una gran tensión. Pues con las personas pasa algo similar.

El cuerpo como espejo

Voy a poner un ejemplo que, por lo frecuente, puede ser muy reconocible. A veces acuden a terapia personas con el pecho muy hundido y los hombros adelantados, dejando caer los brazos hacia delante, descargados y con poco movimiento.

Suelen ser personas con una gran necesidad de contacto emocional afectivo, que relatan situaciones de abandono y de dificultad para establecer relaciones profundas. Han vivido mucha necesidad pero, al conectar con ésta, invierten muscularmente su energía con la finalidad de protegerse de un posible rechazo. Eso les lleva a sentir más necesidad y miedo, y a invertir más energía en la contención muscular.

Poco a poco y con el transcurrir del tiempo, la tensión va dando lugar a una insensibilización de la zona de brazos, hombros y pecho ante los estímulos afectivos. Se produce un gradual hundimiento y endurecimiento de la zona del pecho, perdiendo flexibilidad y reduciendo la amplitud respiratoria.

Nos encontramos ante una persona necesitada pero desconectada de su necesidad y con un correlato emocional que va, según el momento, de la tristeza hasta la rabia contenida, que se disimula tras una ironía desconfiada.

Movilizar las zonas bloqueadas

Los bloqueos o corazas son los lugares del cuerpo donde la energía queda frenada al invertir su función expresiva para convertirse en inhibidora. Son las zonas del cuerpo en las que la energía física de los impulsos, que tiende a su satisfacción y expresión, es contenida por una energía de la misma intensidad y naturaleza pero con la función contraria.

Todo esto abarca grupos musculares que, con una función emocional similar, se estructuran en segmentos corporales dispuestos a lo largo del cuerpo.

La desconexión de lo que la persona necesita –ya sea recibir afecto o poder expresar rabia cuando algo le molesta o lastima– es producto de dejar de sentir la emoción en sí. En el cuerpo se experimenta o una falta de tono o una excesiva rigidez.

Desde la terapia corporal, movilizamos las zonas acorazadas o bloqueadas sabiendo que, al energizarse, van a aflorar a la conciencia emociones profundas y la necesidad de canalizar su expresión.

Retomando el ejemplo anterior, es fácil que, al movilizar los brazos y los hombros de esa persona con el pecho hundido, se conecte con el dolor de la tristeza y el desamparo, pero también es previsible que, poco después, se conecte con el enfado por las veces que se ha visto invadida por los demás al no haber puesto límites en sus interacciones. Y, así, expresa diferentes emociones implicadas en la misma zona corporal.

Vivir las emociones

Algunas actitudes pueden ser muy útiles para prevenir que se formen nuevas corazas que constriñan nuestra movilidad y nuestras emociones.

Si estás emocionado, no reprimas ni contengas la manifestación de lo que sientes a través del cuerpo. Si lo haces, vas a cortar la emoción y, si la represión es frecuente, inhibirás la experiencia de la emoción. Del mismo modo, no rechaces situaciones que puedan suponer una sensación desagradable.

Si los bloqueos son muy limitadores, lo más adecuado es acudir a un profesional que acompañe a la persona en su trabajo de disolución de sus bloqueos, ayudándole a liberar las emociones para después poder estructurar e integrar la experiencia.

Lo deseable es que la persona pueda ir reasumiendo como propias las zonas corporales insensibilizadas y así aprenda a gestionar sus propias emociones.

Ejercicio para identificar y aflojar corazas

Para ayudarte a liberar tus emociones reprimidas e ir identificando y aflojando la coraza, puedes realizar la siguiente experiencia con la ayuda de otra persona.

  1. Túmbate en el suelo, en una posición lo más extendida posible, y respira con amplitud.
  2. Flexiona lentamente piernas y brazos sin doblar la columna; la persona que te ayuda simplemente debe oponer un poco de resistencia, impidiendo suavemente tu acción de flexionarte. De esta forma, facilita que tengas que hacer un poco de fuerza para vencer su oposición. Podrás ver cómo partes de tu cuerpo que poco tienen que ver con flexionar las extremidades entran en tensión o se arquean: la nuca, el cuello y la zona lumbar son las más habituales.
  3. Para unos instantes e intentar aflojar la tensión en esas zonas innecesarias para la acción. De esta manera, estarás incidiendo directamente sobre las corazas de tu cuerpo.
  4. Después, intenta proseguir hasta completar la flexión, contando con la suave oposición del compañero.
  5. Acaba tumbado de costado en posición fetal.
  6. A continuación, despliega, estira, el cuerpo mientras tu compañero se opone suavemente para facilitar que tú hagas algo más de fuerza. No se trata de una competición sino de que tú inviertas más energía.
  7. Empieza por enderezar la columna prestando atención a cómo se altera o corta la respiración. Muchas veces la coraza emocional tiene su reflejo en la alteración del flujo respiratorio como forma de no sentir. La principal tarea en esta parte del ejercicio es recuperar la respiración profunda y seguir estirándose.

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Realizar esta experiencia con cierta regularidad, te permitirá tomar conciencia de las zonas más insensibilizadas de tu cuerpo y, al mismo tiempo, flexibilizarlas, un proceso que te liberará tanto corporal como emocionalmente.

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