El efecto heliotrópico: girar hacia lo positivo

¿Eres un sol para los demás? La luminosidad, la capacidad de irradiar y recibir positividad, juegan un papel importante en nuestro bienestar y en el de quienes nos rodean. ¿Cómo potenciar la energía positiva?

efecto heliotropico orientarse hacia lo positivo

Todos hemos observado que las plantas tienden a orientarse hacia la luz, pero los científicos han observado que esta tendencia también se da entre algunos organismos unicelulares (microbios), entre los insectos y entre los peces, incluso entre algunos peces ciegos que habitan en lo más profundo de los océanos.

  • Los heliotropos son una familia de plantas con flores que van girando a lo largo del día, orientándose siempre hacia el sol. De noche se reorientan hacia el este, como si se prepararan para recibir el sol a la mañana siguiente.
  • Un heliotropo (del griego helios, que significa “sol”, y trepein, “girar”) también es un instrumento de medición, inventado por el matemático alemán Carl Friedrich Gauss en 1820, que utiliza un espejo para reflejar la luz del sol a través de grandes distancias apuntando a un punto específico en el terreno.
  • Responde al mismo nombre un mineral que obtuvo su denominación por la forma en que refleja la luz.

Los tres –flor, instrumento y piedra– comparten una relación con la luz solar. El efecto heliotrópico se define como la tendencia de los sistemas vivos a buscar aquello que da vida y evitar lo que puede acabar con ella.

La atracción de las personas hacia lo positivo

David Cooperrider, uno de los psicólogos organizacionales más importantes de nuestra época, fue uno de los primeros en plantear que este efecto se da entre las personas y propuso que, así como las plantas y animales siguen la luz del sol, las personas también nos sentimos atraídas hacia lo “luminoso”; es decir, hacia lo positivo.

"¡Eres un sol!", decimos cuando alguien nos hace un favor o, simplemente, porque apreciamos a esa persona.

Lo demuestra la ciencia: somos heliotrópicos

El doctor Kim Cameron, de la Universidad de Michigan (EE. UU.), ha recopilado algunos de los hallazgos más importantes que ilustran esta preferencia humana por lo positivo.

  • En el ámbito de la percepción y la memoria:
    • Tenemos más facilidad para aprender y recordar palabras con connotaciones positivas que negativas o neutras.
    • Recordamos con una mayor precisión los estímulos positivos.
    • En las tareas de asociación libre, acostumbramos a responder más con términos positivos que negativos.
    • Tendemos a recordar más nuestras experiencias positivas que las negativas, y con el paso del tiempo los recuerdos positivos van sustituyendo a los negativos.
    • En general, buscamos los estímulos positivos y evitamos los negativos.

  • Kim Cameron señala que nuestras lenguas muestran también este sesgo positivo: en español, francés, inglés, alemán, chino, urdu, ruso, italiano, holandés, flamenco, farsi, español de México, sueco, turco y serbo-croata hay más palabras positivas que negativas, en la literatura y en el uso cotidiano verbal y escrito, tanto entre los adultos como entre los niños. Y los historiadores de la lingüística han observado, asimismo, que los términos positivos entran en uso en un idioma –en este caso, el inglés– mucho antes que los términos opuestos; por ejemplo, se empezó a emplear primero la palabra “limpio” que el vocablo contrario “sucio”.
  • El efecto heliotrópico también “funciona” con las emociones: hay estudios que han detectado una relación entre las emociones positivas y la longevidad, y las investigaciones de Barbara Fredrickson han mostrado que las emociones positivas predicen la felicidad y el bienestar.
  • Los efectos de la orientación hacia lo positivo también se observan en la visualización; cuando nos visualizamos teniendo éxito, tenemos más probabilidades de lograrlo.

La energía positiva y la relación con los demás

En el ámbito de las relaciones interpersonales también vemos el impacto que tiene orientarse hacia lo positivo.

Si tenemos expectativas positivas de alguien, es posible que esa persona responda como esperamos, y al mismo tiempo, las expectativas que los demás tienen de nosotros pueden influir positivamente en nuestras acciones. Lo mismo ocurre cuando somos testigos, aunque sea brevemente, de las conductas virtuosas o positivas de otras personas: aumentan nuestras probabilidades de comportarnos de ese modo.

¿Qué podemos hacer para cultivar el efecto heliotrópico en nuestros hogares, lugares de trabajo y escuelas? Reconocer lo “luminoso” en los demás y conocer y dejar brillar nuestras fortalezas y habilidades.

Por ejemplo, si un profesor piensa que sus alumnos son brillantes, es más probable que sus resultados lo sean (se ha visto que estas expectativas son tan importantes como el coeficiente intelectual). El efecto heliotrópico crea una espiral positiva: amplía lo bueno en las personas y las organizaciones, y ayuda a desarrollar la capacidad para manejar los eventos negativos.

¿Podemos limitar la energía negativa en nuestra vida?

En ese sentido, los investigadores Baker, Cross y Wooten han descubierto que las personas pueden ser “transmisores de energía positiva” o “transmisores de energía negativa”.

Las personas que transmiten energía positiva promueven y apoyan la vitalidad de los otros, animan a la gente y la ayudan a ser mejor. Generalmente son optimistas, generosas y se puede confiar en ellas. Cuando interactuamos con alguien así, nos sentimos vivos y motivados, con ganas de hacer cosas.

En cambio, hay individuos que parecen “absorber” por completo la energía de quienes les rodean. Tienden a ser críticos, inflexibles y egoístas. interactuando con ellos nos debilitamos y terminamos sintiéndonos agotados y empequeñecidos.

Siempre que podamos, debemos priorizar el contacto con las personas que nos hacen sentir más vivos, más capaces y más motivados.

Observemos cómo nos sentimos cuando interactuamos con los demás. ¿Cómo nos tratan? ¿Qué nos dicen? ¿En qué se fijan? ¿Qué efectos tiene en nosotros esa interacción?

¿Cómo transmitir energía positiva?

Esa capacidad de revitalizar a los demás, o por el contrario, de absorber su energía, no es un rasgo de personalidad innato sino que se trata de una conducta aprendida. Estos son algunos de los puntos clave:

  • Ser “detectives de fortalezas”. Poner mucha atención en detectar las habilidades y capacidades de las personas que nos rodean.
  • Apreciar y valorar estas capacidades y hacérselo saber con palabras y acciones.
  • Construir relaciones basadas en las fortalezas de los otros y en las nuestras, en lugar de fijarnos en los déficits o en lo que las personas no hacen bien.
  • Ganarnos la confianza de los demás demostrándoles que somos dignos de ella.
  • Ser generosos y cultivar la flexibilidad, tratar de estar abiertos a diferentes ideas y maneras de hacer las cosas.
  • Cultivar y expresar nuestra gratitud.

Conocemos la fuerza que tiene el efecto heliotrópico. Sabemos que, desde los microorganismos hasta las empresas, los sistemas vivos se dirigen hacia lo luminoso y lo vital. Así que, si tenemos la suerte de que alguien nos diga alguna vez “Eres un sol”, podemos alegrarnos por todo lo bueno que implica.

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