Dice una vieja parábola sioux que si se debe recorrer un camino plagado de puntiagudas piedras de entre las cuales surgen, amenazantes, infinitas ramas llenas de espinas, siempre será mejor fabricarse un buen par de sandalias que pretender tapizar de piel todo el sendero.
Y esta aseveración suena más que sensata, aunque sepamos que una de las características que nos diferencian de los animales más primitivos es aquella que se llama capacidad de adaptación activa.
Gracias a ella, frente a un cambio en el afuera, los humanos somos capaces no solo de modificarnos en lo interno para adaptarnos al medio (como todos los seres vivos), sino que también actuamos intentando cambiar el entorno para adaptarlo a nosotros.
El ritmo imparable del avance tecnológico
La tecnología avanza a pasos agigantados, veloces, trepidantes. A duras penas conseguimos (los que ya no somos tan jóvenes como fuimos) mantenernos a flote como para no quedar irremediablemente rezagados... Esta doble adaptación parece ser cada vez más difícil, y la dificultad se expande a todas las áreas.
Como burdos y acuciantes ejemplos de todo esto, miramos impávidos e impotentes una realidad que nos muestra decenas de teléfonos móviles en desuso que se apilan en nuestros cajones, mientras nos preguntamos con angustia injustificada qué haremos con el viejo ordenador cada vez que llega el momento de cambiarlo por uno mejor, por uno más nuevo o por uno que funcione bien (y que acepte 4G, HLD, ZX o vete a saber qué otras siglas que se corresponden con lo último de lo último).
Y si esto fuera todo, quizá podríamos adaptarnos a cada nueva realidad con la única condición de que se nos diera un tiempo, pero resulta que las comunicaciones evolucionan a un ritmo aún más acelerado que los dispositivos, influyendo no siempre positivamente hasta en nuestras relaciones cotidianas.
Este es el tiempo de las mil aplicaciones y de las redes sociales, plataformas que posibilitan y generan encuentros que parecen brotar de la nada virtual y que son (lo sabemos desde el principio) potencial y desgraciadamente capaces de desaparecer, en cualquier momento, en esa misma “nada”.
Supongo que desde este foro deberíamos poner el acento en aquello que más nos preocupa de esta tiranía de lo tecnológico: ¿Qué pasará con los vínculos interpersonales? ¿Y con nuestras emociones?¿Y con las viejas formas de relacionarnos?
¿Habrá quedado definitivamente atrás nuestro modo de involucración afectiva, ahogado en esta sopa de redes y realidades virtuales? Yo diría que sí y que no.
- “No”, porque las emociones básicas siguen siendo las mismas. El amor, por ejemplo (incluyendo nuestra capacidad de sentirlo, desearlo y disfrutarlo), continúa siendo el mismo que ha sido siempre.
- “Sí”, porque los modos en los que se expresa ese amor, lo que se espera o no de una pareja, de un amigo, de un familiar, ha cambiado y mucho; y seguirá cambiando, adaptándose siempre a las pautas culturales de cada época y de cada sociedad.
4 grandes cambios en nuestras relaciones
¿Cuáles son los mayores cambios que han alterado y alterarán nuestros modos de relacionarnos como consecuencia directa o indirecta del difundido uso de estas nuevas tecnologías?
Existen cuatro cuestiones que me parecen relevantes, aunque seguramente hay más.
1. Menor intimidad
La aparición de Facebook y otras redes sociales ha profundizado en un fenómeno que ya venía dándose y cuya primera manifestación fue el éxito de los reality y los talk shows. Era la evidencia del menosprecio al valor de la vida privada a expensas del crecimiento a veces impúdico de una vida cada vez más pública.
Fuera de la pequeña pantalla, las relaciones entre las personas no han escapado a este proceso: cualquiera puede seguir la vida de otros con un solo clic. Podemos saber quién es “amigo” de quién, quién le ha agregado a su lista y quién le ha borrado...
Se hacen invitaciones y galanteos online. Se postean fotos propias y ajenas, se perfecciona y agranda el valor del chisme de 280 caracteres... Y todo a la vista de aquel que desee verlo.
No es mi intención negar la otra cara de la moneda. Este “paraíso de los fisgones de vidas ajenas” ha permitido a muchos salir de un aislamiento para el que no encontraban solución, salida ni respuesta... En cualquier caso, y como todo bien que escasea, la intimidad se ha vuelto tremendamente valiosa y los buenos amores, afortunadamente, la siguen buscando con ansia.
2. Menor compromiso
Las relaciones tienden a exhibir un menor grado de compromiso. Iniciar o terminar una relación es hoy mucho más fácil que en otros tiempos. Hasta cierto punto, aparecer y desaparecer es sencillo en el mundo virtual de las nuevas tecnologías...
No solo por eso, pero influenciado por esta virtualidad, los lazos que unen a las personas parecen cada vez más frágiles. Amparados en el anonimato y la expansión infinita de un “Hola cualquiera que me lea” se pueden generar sin dificultad vínculos rápidos y fáciles, pero que resultan demasiadas veces superficiales, fugaces e intrascendentes, ya que les será duro soportar el primer desencuentro.
3. Mayor respeto
A pesar de sus inconvenientes, la conexión a través de la red ha ayudado a la conquista de un mayor respeto a las ideas de los demás y de las identidades o elecciones “diferentes” de mis, a veces desconocidos, interlocutores.
Aceptar y alimentar las actividades, los vínculos y tiempos del otro, que no necesariamente me incluyen, ha sido siempre una piedra fundamental para la salud de cualquier vínculo y una condición para el crecimiento de todos los individuos en todas las culturas.
El tipo de vínculos que abre la participación en Internet enseña con naturalidad el valor y la necesidad de defender el espacio privado del espacio de los que me rodean (sea mi pareja, mi amigo, mi madre o mi hijo), algo por lo que, dicho sea de paso, yo y otros hemos venido bregando y peleando desde hace tiempo.
4. Mayor capacidad de síntesis
Este último cambio es seguramente más de forma que de fondo, pero tiene un efecto significativo en nuestro modelo comunicacional.
El viraje de las llamadas telefónicas a los mensajes de texto nos ha impulsado en la dirección de la síntesis. Un mensaje de “No voy” o uno de “Te extraño” dicen lo necesario y nada más, y rara vez alguien se siente seriamente ofendido por el primero ni remensajea pidiendo explicaciones por el segundo.
Aceptamos que en los vínculos de hoy los hechos son más importantes que las razones, y ese cambio supone un avance por lo menos interesante.
¿Cómo usamos la tecnología a nuestro alcance?
Como casi todo en la vida, será nuestra responsabilidad aprender a manejar nuestra relación con la tecnología para aprovecharnos de ella y así conseguir que nuestros vínculos reales sean cada vez mejores, y que nuestros mejores vínculos sean cada vez más reales.