Niños trans: cuando sientes que tu cuerpo no te pertenece

Al nacer, a Lucía le pusieron erróneamente un nombre de niño. Ella no es un niño, siente lo contrario a la euforia con respecto a su sexo biológico.

eres como te sientes

Lucía ya vive aquí.

Han tenido que pasar cuatro años desde que nació.

Pero ya está.

Sus padres le pusieron erróneamente a su hija un nombre de niño, Luken, basándose exclusivamente en sus genitales.

Pero desde que pudo referirse a sí misma lo hizo como una niña.

Un juzgado ha autorizado que cambie su nombre en el Registro Civil por el de Lucía.

Como la conoce todo el mundo en el pequeño pueblo de Gipuzkoa del que es.

Lucía tiene cuatro años y vive en Asteasu.

Bienvenida.

Esto ha sucedido porque Lucía sufría disforia de género.

Sentía lo contrario a la euforia con respecto a su sexo biológico.

No era un niño.

Porque uno es lo que siente que es.

Eres como te piensas.

Ni más, ni menos.

Pero llegas tú.

Con tu ignorancia y tu genitalizada idea del mundo.

A meterte: “Con cuatro años no sabe lo que quiere”.

Despreciando así la capacidad de sentir de cualquier ser humano.

“Igual mañana quiere llamarse Frozen”.

Burlándote de algo tan serio como es la identidad de alguien.

No sé si alguna vez has sentido que no pertenecías a un lugar.

Que ya no estabas enamorado.

Que no soportabas el trabajo.

Que la ciudad te asfixiaba.

Eso es lo que le pasa a Lucía.

Con su cuerpo.

Que siente que no le pertenece.

Y lo único que hace al nombrarse es crearse a sí misma.

Es acabar con la relación,
despedirte del trabajo,
mudarte.

La única diferencia es que Lucía, de momento, no siente miedo.

Y no lo siente porque tiene una familia que la respeta.

Una familia mucho más familia que esas familiaruchas que se manifiestan para defender lo tradicional.

Lucía, hoy, no tiene miedo.

Solo tiene amor y un horizonte verde.

Hoy, que florece todo tan pronto.

Lucía podrá ser heterosexual, bisexual, lesbiana o asexual.

Lucía podrá someterse a una intervención quirúrgica para tener una vagina, o no.

Hay mujeres con pene y hombres con pechos.

Depende de nosotros que Lucía no tenga nunca miedo.

Nosotros seremos los únicos culpables de perpetuar un malestar.

Haciendo la vida del otro indigna de ser vivida.

Por triste.

Me alegro tanto por ti, Lucía.

Y de que puedas arrojar luz entre tanta sombra.

Hoy pienso en ti.

En unos cuantos años.

Y en un hombre o una mujer que se despierta a tu lado.

Y te canta al oído:

“Vuela esta canción
para ti, Lucía,
la más bella historia de amor
que tuve y tendré.

Es una carta de amor
que se lleva el viento
pintado en mi voz
a ninguna parte
a ningún buzón.”

Y en lo que sentirás en el estómago, Lucía.

Ahí.

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