Tienes derecho a la desproporción.
Tienes derecho a la alegría.
Tienes derecho a negarte.
Tienes derecho a que no te guste tu familia de sangre.
Tienes derecho a formar la familia que te dé la gana.
Tienes derecho a no procrear.
Tienes derecho a la importancia.
Tienes derecho a que tus padres respeten tus decisiones.
Tienes derecho a que tus hijos no se metan en tu vida.
Tienes derecho a ser hombre, o mujer, o ambas cosas a la vez, o ninguna de ellas.
Tienes derecho a ser lo que eres.
Tienes derecho a estar triste.
Tienes derecho a lo oscuro.
Tienes derecho a leer lo que quieras, o a no leer, a ver lo que quieras, o a no ver.
Tienes derecho a no ser increpado por lo que lees o ves.
Tienes derecho al deseo y a la intimidad.
Tienes derecho a una existencia digna con techo y comida.
Tienes derecho a una muerte digna sin sufrimiento.
Tienes derecho al placer.
Tienes derecho a enamorarte de un hombre, o de una mujer, o de ambos a la vez o de nadie nunca.
Tienes derecho a amar, a la incoherencia, derecho al silencio, a estar enojada, a que los que te gobiernan no te roben, a desobedecer lo injusto, a la memoria, a la fantasía, al tiempo.
Tienes derecho como mujer a lo mismo que tiene derecho un hombre.
Tienes derecho al caos.
Tienes derecho a la ignorancia y a no intentarlo.
Tienes derecho sobre tu cuerpo.
Tienes derecho a respirar.
Tienes derecho a la locura.
Tienes derecho a correrte con un pie sobre tu cara.
Tienes derecho a la esperanza.
Tienes derecho a la fealdad.
Tienes derecho a un principio.
Tienes derecho a un final.
Tienes derecho a que te cuiden y a cuidar.
Tienes derecho a una explicación.
Tienes derecho a equivocarte.
Tienes derecho a empezar.
Pero a lo que no tienes ningún derecho.
Es a intentar arrebatar la única opción.
De libertad.
Que tienen los demás.