Tienes talento. ¿Qué vas a hacer con él?

Todos guardamos en nuestro interior la capacidad para hacer algo de forma especial y diferente a los demás. Lo que ocurre es que, a menudo, ignoramos su existencia.

tienes talento descubre tu don

¿Quién no se ha sentido alguna vez falto de talento? ¿Quién no ha creído carecer por completo de cualquier aptitud especial? ¿Quién no ha tenido un mal día en el que ha pensado de sí mismo que es un mediocre o, aún peor, un bueno para nada?

Estos son sentimientos que todos hemos experimentado alguna vez y que, en determinadas etapas, pueden repetirse con frecuencia.

Un concepto equivocado

Por lo general, tenemos la idea de que el talento es una especie de aptitud natural para realizar una determinada actividad. Es algo que se tiene o no se tiene, y no hay nada que hacer al respecto. Sin embargo, creo que esta interpretación resulta perjudicial, porque es muy posible que, frente a la falta de reconocimiento o al resultado adverso de cualquier proyecto, concluyamos que "nos falta talento".

Y entonces, dado que no hay nada que podamos hacer para cambiar la situación, es probable que nos sintamos abocados a abandonar todo intento de seguir adelante, juzgando cualquier esfuerzo como una pérdida de tiempo y energía. De mantenernos en esta concepción tan negativa, acabaremos creyendo que no tenemos talento para nada y caeremos en la desvalorización de todo nuestro ser, desperdiciando así todo el potencial que seguro poseemos, pero que aún no hemos sabido encontrar.

Pero, entonces, ¿de qué otro modo podemos entender el talento? Talento proviene del término griego talanton, que se usaba para designar el platillo de la balanza. En la Antigüedad, las balanzas se utilizaban para definir el valor de una mercancía de acuerdo a su peso, de ahí que "un talento" pasara a ser una pieza de dinero. Es probable que sea esta connotación de medida de valor lo que ha permanecido de la palabra talento a lo largo del tiempo y la ha llevado a su concepción actual.

Cuando evaluamos nuestro talento, estamos, de algún modo midiendo nuestra valía en determinado ámbito.

Poner a trabajar lo que recibimos

En la Biblia narraba Jesús a sus discípulos que el señor de una importante hacienda, teniendo que viajar al extranjero, reunió a tres de sus sirvientes para encomendares el cuidado de sus tierras. De acuerdo a la capacidad de cada uno aportó al primero cinco talentos; al segundo, dos y al tercero, solo un talento.

Cuando su señor se hubo marchado, el primer sirviente llevó al mercado los cinco talentos que le habían sido entregados y allí negoció con ellos llegando a ganar cinco más. Lo mismo hizo el que había percibido dos talentos, y consiguió ganar otros dos. En cambio, el criado que había recibido un solo talento, cavó un hoyo en la tierra y enterró allí el dinero.

Cuando después de un tiempo, el señor regresó, hizo que sus siervos se presentasen ante él.

  • El primer sirviente se acercó y le dijo: "Señor, aquí tienes los cinco talentos que me entregaste y cinco más que he ganado". El señor quedó satisfecho y le prometió una buena posición dentro de la hacienda.
  • El segundo sirviente se acercó y dijo: "Señor, aquí tienes los dos talentos que me entregaste y dos más que he ganado". El señor quedó también satisfecho y asimismo, le prometió un buen puesto en la hacienda.
  • Entonces, se acercó el tercer sirviente y dijo: "Señor, sé que eres un hombre duro que cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido, por eso me dio miedo y escondí el talento que me entregaste bajo la tierra. Aquí lo tienes". Pero su señor le respondió que era un perezoso y que, por ello, le expulsaría de sus tierras. Así hizo que le quitaran el talento que le había dado y que se lo entregasen al que tenía diez.

Dar lo mejor de uno mismo

Esta parábola parece querer decir que a cada uno se le exigirá en función de lo que puede dar. No será reprobable quien, por tener menos talentos, produzca menos -como el sirviente que contaba con dos- sino aquel que no haga nada con lo que le ha sido dado y se contente con devolver lo mismo que ha recibido.

El verdadero talento no consiste solo en lo que nos ha sido concedido en forma de virtud sino en lo que hacemos con ello. Lo imperdonable de la actitud del tercer sirviente no es tanto que no ganara más dinero como que enterrara su talento y lo dejara allí sin ocuparse de él.

Perder el miedo al fracaso

Creo que esta es la principal lección que podemos obtener de esta historia: no importa cuán escaso nos parezca lo que nos ha tocado recibir, lo que es imperdonable es que lo mantengamos escondido o enterrado. Muy por el contrario, debemos ponernos a trabajar con ello y buscar el modo de que florezca. Así descubriremos una parte brillante de nosotros mismos que nos abrirá nuevos caminos vitales.

Es interesante detenernos a pensar qué es lo que mueve al tercer sirviente a comportarse como lo hace. ¿Qué quiere decir con eso de que su señor "cosecha donde no ha sembrado y recoge donde no ha esparcido"? Pues, a mi entender, se refiere a que no sabe bien qué se puede esperar de su señor y siente miedo a perder lo poco que tiene; por ello, prefiere esconderlo en lugar seguro a correr el riesgo de ir a por más.

El miedo a perder o a fracasar es la principal causa de que no nos atrevamos a desarrollar nuestros talentos y los mantengamos ocultos, inclusive para nosotros mismos.

Resumiendo, yo preferiría llamar "dones" a todo aquello que nos ha sido dado, a las aptitudes que nos han tocado por azar, ya sea desde nuestro nacimiento, por nuestra genética, por nuestra crianza o porque las hemos adquirido después gracias a las circunstancias que nos han tocado vivir.

Creo que la palabra don es la adecuada porque nos recuerda algo que se nos dio. Nada hubo de nuestra parte para causarlo ni para merecerlo. Dones tenemos todos. Lo que luego hagamos con ellos, cómo los cultivemos y los desarrollemos, cuánto los nutramos y fortalezcamos, es lo que finalmente acabará conformando nuestra genialidad.

Un don, una aptitud, por sí mismo no generará grandes resultados. En cambio, el entrenamiento por sí solo puede llevar a una actuación bastante aceptable.

Este nuevo enfoque sobre el talento abre un poco nuestro campo de visión, pues nos permite una mayor capacidad de maniobra. Ya no estamos atados a la cuestión de "si tenemos talento o no", porque partimos de que esto es algo que se desarrolla y centramos en nosotros mismos la responsabilidad de conseguirlo.

Potenciar los dones

Así pues, cuando alguien que tiene un don se toma el trabajo de entrenarlo y desarrollarlo, ve surgir el verdadero ingenio; ese que nos hace maravillarnos frente a lo que las personas pueden llegar a producir.

Recuerdo que, en mi adolescencia, estudié durante un tiempo para tocar la batería. Me esforzaba bastante y mi técnica mejoraba lentamente. Unos meses después, un amigo comenzó también a tocar este instrumento y comprobé con estupefacción la velocidad con la que él dominaba cosas que a mí me suponían horas y horas de práctica y dedicación. Al comienzo yo le llevaba ventaja y todavía tocaba mejor que él, pero eso no tardó mucho en cambiar.

Debo confesar que, en aquel momento, me sentí bastante desconcertado e, incluso, tonto. Pero luego comprendí algo intuitivamente: mi amigo tenía un
don para la música
. Poseía un sentido del ritmo y de la coordinación que a mí me eran absolutamente ajenos. Cuando finalmente él se decidió a estudiar, su talento para la música comenzó a florecer. Prueba de ello sea quizá que, cuando varios años después volvimos a vernos, hacía tiempo que yo había abandonado todo lo relacionado con la música, mientras que él seguía íntimamente ligado a este gran arte.

Compromiso y persistencia

Por eso, no dejemos "enterrado" nuestro ingenio. Atrevámonos, por escasos que nos puedan parecer los dones que nos han tocado en suerte, a ponerlos a trabajar para nosotros. Dediquemos, en primer lugar, algún tiempo a pensar en qué modo podemos fortalecer estas aptitudes.

Si les añadimos una cuota de compromiso, una cuota de persistencia y otra cuota de entrenamiento, estaremos esparciendo las mejores semillas para desarrollar todo el potencial de esa gran virtud que es nuestro propio talento.

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