Cambia la relación con tu perro (y su conducta) en 8 pasos

Gracias a los programas de televisión de educación canina basados en teorías erróneas sobre los perros "dominantes", andamos confundidos. ¿Qué necesita realmente nuestro amigo canino?

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Vamos paseando por un parque con nuestro perro. A lo lejos se acerca alguien con otro perro. “¿Es dominante?”, nos pregunta con preocupación, alzando la voz y guardando distancia; “es que el mío es un poco dominante”. Esta conversación suele ir acompañada de tensión en la correa; el otro propietario no puede evitar preocuparse, algo que obviamente se contagia a su perro. Esta situación descrita es frecuente.

Es difícil en este escenario que los perros puedan desarrollar un mínimo de habilidad social y de buenas maneras a la hora de presentarse a un perro desconocido.

Desde hace muchos años no podemos evitar reflexionar, por nuestra profesión y por ser propietarios de cuatro perros, sobre cuestiones relacionadas con la teoría de la dominancia.

Una teoría que causa más problemas de los que resuelve

La primera reflexión es sobre si esta teoría, que supuestamente nace para comprender mejor a los perros para así mejorar la convivencia con ellos, ha cumplido su misión o realmente, lejos de solucionar y prevenir, se ha convertido en causa o parte de muchos problemas.

Es complicado mejorar una convivencia desde un enfoque de confrontación, en lugar de utilizar un enfoque de conciliación.

Porque, ¿qué es en realidad un perro “dominante”? O mejor dicho, ¿qué piensan los propietarios que es un perro “dominante”? Inevitablemente las personas que creen en la teoría de la dominancia piensan que un perro dominante es un perro que siempre está pensando en prevalecer sobre los demás, muchas veces incluso por encima de las personas, y que para ello no tienen problema en usar comportamientos agresivos.

Se suele decir que el perro dominante siempre quiere ir delante de nosotros, es posesivo, territorial y constantemente recuerda a los demás su rango. Cuando pensamos de forma consciente o inconsciente eso, es inevitable que todo lo que hace nuestro perro pase a ser malinterpretado.Nuestro comportamiento hacia él cambia, la relación se deteriora, y pensamos que debemos “someterle” para que su conducta mejore.

La teoría de la dominancia inevitablemente nos conduce a corregir y castigar a los perros para intentar ubicarles en una posición inferior a nosotros. Quizás la mejor manera de construir un perro “dominante” es pensar que tenemos un perro “dominante”, porque el efecto “Pigmalión” funciona para cosas buenas, pero también para convencer a alguien de que se comporte como quien en realidad no es.

¿Perros dominantes o estresados?

En nuestra experiencia como educadores caninos tenemos una opinión muy sólida sobre los perros “dominantes”: suele tratarse de perros asustados o estresados que disfrazan sus miedos, igual que muchas veces hacemos las personas, con comportamientos obsesivos, impulsivos o hiperactivos. El estrés que suele acompañar al miedo hace que se comuniquen peor, interpreten la realidad de forma equivocada y con frecuencia recurran a comportamientos agresivos porque creen que todo a su alrededor es amenazante y peligroso.

Los mal llamados perros “dominantes”, en realidad, suelen esconder miedo y estrés.

El biólogo David Mechacuñó la teoría de la dominancia para explicar el modelo social de las manadas de lobos. Sus teorías quedan plasmadas en el libro El Lobo. Ecología y comportamiento de una especie en extinción en el año 1970. En él describe cómo lobos en cautiverio de distintas procedencias peleaban por la dominación sobre los demás. El que ganaba todas las batallas pasaba a ser considerado el alfa, y los demás se organizaban en un rango inferior.

Mech ha justificado muchas veces que sus conclusiones eran erróneas porque se basaban en los medios de los que disponía en ese momento y en su pobre experiencia porque acababa de doctorarse. Lo que Mech observó eran pobres lobos en cautividad. Estresados y asustados.

Y ese es el origen de la teoría de la dominancia que luego han utilizado programas de televisión para mayor estrés de perros de todo el mundo. Pero en realidad no debería importarnos demasiado, porque es bastante absurdo fijarnos en el comportamiento de los lobos para explicar el comportamiento de los perros domésticos. ¡Tienen un hábitat y unas necesidades completamente distintas!

Una teoría más sana: familias, no manadas

Después de muchos años de trabajos de campo con manadas en libertad, Mech publicó otro libro en el año 2000 en el que desmonta todas sus anteriores teorías y concluye que debemos cambiar el nombre de manada por familia. No hay miembros alfa, beta, gamma etc. La realidad es que solamente hay padres, hermanos, nietos.

David Mech ha pedido que se cambie el término macho alfa por lobo reproductor, y también ha pedido que no se edite más su libro del año 1970. Muy a su pesar no ha conseguido ninguna de las dos cosas.

En su nuevo libro, Mech nos habla de un liderazgo natural: al igual que sucede en los humanos, los hijos siguen y aprenden de los padres o de otros lobos más mayores, y estos se encargan de cuidar y proteger a la prole, enseñándoles de forma amable los límites para preservar su seguridad.

En las manadas, que pueden llegar a ser numerosas (20 o 30 individuos), cuando abunda la comida todos comen al tiempo. Si escasea, comen primero los cachorros o la madre que está cuidando de cachorros, para luego regurgitar comida a los pequeños. Y cuando un lobo joven quiere “liderar”, no se enfrenta a su padre: abandona el grupo para poder formar su propia familia.

Educar en positivo

Si de verdad queremos una convivencia sana con los perros, simplemente debemos pensar en cómo cubrir sus necesidades, comprender sus etapas de vida (no podemos pensar que un adolescente se puede comportar o tener la misma educación que un adulto) y enseñarles unas reglas de convivencia. Aquí es donde entra la educación.

También hay muchas discrepancias sobre la forma de educar a los perros. Volvemos a sugerir el uso del sentido común y escapar de la información contradictoria que podemos encontrar en Internet o en televisión.

El mejor modelo para educar a un perro es en positivo. Pero este término se ha prostituido en los últimos años y son muchos entrenadores los que lo utilizan sin conocer o cumplir con lo que en realidad es esta forma de interaccionar con perros.

La educación canina en positivo es algo tan sensato como crear un marco de convivencia en el que no tienen cabida el miedo, ni el malestar o el dolor.
Por ello excluimos correcciones o castigos, que en realidad sirven para detener conductas por el miedo a continuarlas y para estropear nuestra relación con los perros.

Tratamos desde hace años muchos casos de agresividad canina, y muchos de ellos tienen su origen en modelos educativos basados en generar miedo en el perro cuando hace ciertas cosas. Y lo que está aprendiendo es que en algunas situaciones nos volvemos peligrosos y tiene que defenderse de nosotros.

Pero no debemos confundir la educación exenta de castigos con la ausencia de reglas o límites. Estos deben existir, simplemente necesitamos buscar la forma amable de crearlos.

Cómo cambiar el comportamiento de tu perro

1 Cuídale sin estrés

No convirtamos la convivencia en un entrenamiento que requiere constantemente de pensar “qué premiar” o “qué castigar”. Dediquemos ese esfuerzo a ser coherentes y anticipar y evitar que ocurran conductas indeseadas.

2 Más vale prevenir

Si tu perro intenta algo que no te gusta, no te enfades: simplemente impide que suceda. Por ejemplo, si tu perro se pone a dos patas sobre la mesa para coger comida, no seas brusco, no le grites. Solo aleja la comida de su alcance. En poco tiempo comprenderá que no le funciona y dejará de hacerlo. Los perros son muy funcionales, solo hacen lo que pueden hacer.

3 No le alteres...

No sobreexcites a tu perro. La mayoría de conductas molestas para la convivencia tienen que ver con el estrés excesivo. ¡Nunca solicitaron nuestros servicios porque un perro es calmado!

4 ... Ni te empeñes en cansarle

El exceso de ejercicio o el ejercicio explosivo suele ser un gran estresor. A menudo exponemos a los perros a exigencias físicas demasiado altas “para que se cansen y luego estén tranquilos”… y después nos encontramos con que llegan del paseo intenso más excitados que cuando salieron. O llegan muy cansados y, después de tumbarse un rato, se levantan y continúan hiperexcitados.

5 Deja espacio a su naturaleza

En cambio, descuidamos lo que de verdad necesitan los perros, que es poder hacer de perro. Permite e induce a tu perro a olfatear durante los paseos e instaura una rutina de trabajo de nariz. Un ejercicio excelente es esparcir trocitos muy pequeños de comida en una zona de césped y dejar que los busque siguiendo su propia iniciativa, sin animarle ni indicarle nada.

Los ejercicios de olfateo ayudan a los perros a relajarse, además de que aportan estimulación mental. Es otra forma diferente de cansarse, sin los perjuicios que puede traer el exceso de ejercicio físico.

6 No corrijas ni castigues a tu perro

Nada es tan importante como para estropear la confianza de nuestro perro en nosotros. Educar a un perro con un poco de paciencia es fácil. Tratar el miedo de un perro es difícil. La mayoría de los problemas graves en educación canina tienen que ver con el estrés y el miedo. Y pese a conocer esto, los humanos seguimos empeñados en educar añadiendo miedo.

7 Empieza por ti

Intentemos ser un modelo de calma para nuestros perros. No podemos tener un perro tranquilo en un entorno donde todos van acelerados de un lado a otro.

8 Pide ayuda experta

Para acabar, si tu perro tiene un problema de comportamiento ya establecido, contacta con un profesional que trabaje con el perro en su entorno, con métodos amables e intentando entender, ante todo, qué le ocurre al perro y por qué actúa así.

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