Entre los dos y los tres años, aproximadamente, las niñas y los niños comienzan una nueva etapa en su desarrollo, una etapa que abre su mundo más allá de los ecosistemas en los que ha vivido hasta entonces: el útero materno, el cuerpo y la leche de la madre y, posteriormente, el triángulo en el que se integra la figura paterna.
Es el momento en que comienzan a hablar y a caminar con más seguridad, dos hitos que nos están señalando un cambio en su maduración física y psicoemocional, un paso más allá del vínculo corporal con la madre y del vínculo afectivo con los dos progenitores que lo llevan a esa etapa que los autores reichianos denominan “socialización primitiva” en la que comienza a buscar relaciones con el mundo exterior.
Establecer prioridades
Así pues, es preciso crear las condiciones que permitan satisfacer de modo armónico esas nuevas necesidades, independientemente de las necesidades o exigencias de los adultos.
Para ello podemos optar por buscar un centro escolar o hacerlo en nuestro hogar, partiendo de la base de que la escolarización obligatoria comienza a los seis años y que, incluso entonces, hay familias que deciden mantener a sus hijos en casa aunque eso signifique correr el riesgo de un duro enfrentamiento con el sistema y las autoridades educativas o, incluso, judiciales.
En caso de inclinarnos por escolarizar, ¿qué criterios deberíamos tener en cuenta a la hora de elegir un centro?
Lo más importante es que la escuela debe insertarse en un proceso: su función no es tener a los niños recogidos o cuidados para que sus padres puedan trabajar. Ni siquiera inculcar conocimientos o una formación académica debería ser el principal propósito de la escuela. Su función es cubrir una serie de necesidades en una etapa concreta y por eso lo primero es ser conscientes de ellas y valorar si la escuela que vamos a elegir está preparada para satisfacerlas.
¿Es el colegio adecuado para tu familia?
Esta concepción de la infancia como una etapa llena de potencialidades nos marca una prioridad: ver si el colegio que elegimos parte de la misma visión de respeto o no.
Podemos fijarnos en algunos elementos clave:
Metodología
¿Se emplean métodos autoritarios basados en la imposición de un orden mediante premios y castigos, exámenes, evaluaciones, clases magistrales...? ¿O se potencia la espontaneidad, la creatividad, la capacidad de investigar, de decidir, de criticar?
Es preciso tener en cuenta que la escuela ha evolucionado mucho y las relaciones autoritarias no siempre son evidentes o visibles como hace veinte o treinta años. Muchas veces, la autoridad se impone de modo sutil, incluso aparentemente cariñoso. Se requiere una mirada profunda para darnos cuenta de que bajo suaves modales y sonrisas hay un afán directivo, una división muy nítida entre los adultos y los niños: los primeros dirigen y los segundos deben obedecer. Hagamos un esfuerzo por rascar en la superficie y asegurarnos de que las relaciones son de sinceridad, igualdad y respeto mutuo.
Objetivos y contenidos
¿Están condicionados por la formación, la acumulación de conocimientos, la titulación, la preparación para el mercado de trabajo, el futuro... o por conseguir un desarrollo saludable y feliz donde cada uno exprese sus inquietudes y desarrolle sus capacidades?
En el primer caso, los adultos deciden los objetivos y contenidos partiendo de una idea fija y normalizada de lo que deben ser los niños; en el segundo, son estos los que deciden a partir de sus intereses, y eso incluye la posibilidad de que decidan no hacer nada, o equivocarse, o hacer cosas que a los adultos pueden parecerles inútiles o dañinas.
Organización
¿Quién y cómo se toman las decisiones? No solo las que se refieren a objetivos y contenidos, también las que afectan al funcionamiento diario. ¿Hay una organización vertical: director-jefe de estudios-tutordelegado-alumnado? ¿O existe una organización asamblearia en la que se acuerdan las normas y se discuten los problemas?
Instalaciones.
¿Cómo son los espacios, el material y el entorno? ¿Se trata de una escuela situada entre calles invadidas por el tráfico y la contaminación, con habitaciones oscuras y poco ventiladas y zonas de juego “duras”? ¿O, por el contrario, las instalaciones son abiertas y situadas en la naturaleza, con espacios al aire libre y llenos de luz, con materiales respetuosos con el entorno y una disposición del mobiliario que permite libertad de movimientos, creatividad y espontaneidad?
Pon en una balanza toda esta información y, de todas las escuelas disponibles, decide cuál es la mejor opción para tu hijo.
Para saber más
Ludus, directorio de pedagogías alternativas.