Con las etiquetas psiquiátricas no podemos ser inocentes o frívolos. Son estigmas que, a diferencia de las enfermedades físicas, quedan en el historial médico y académico, definiendo todo el ser de tu hijo.
Cuando es algo físico se dice que tuvo una gripe. Cuando es algo supuestamente mental, se escribe que es un TOC, o un autista, o un TDAH, etc.
Por eso hay que tener en cuenta seis claves fundamentales para no provocarles el estigma que siempre sigue a cualquier etiquetación.
1. Los diagnósticos les encorsetan
La marca y el efecto de arrastre que esta inscripción de su ser produce socialmente no se borra nunca. Piensa en lo acentuado de los antecedentes psiquiátricos en los titulares de prensa frente a sucesos incomprensibles.
No seamos contradictorios. Si con un diagnóstico y su medicación lo que pretendemos es un mayor rendimiento curricular, académico o social, en realidad estamos colocando una gran mancha que velará cualquier aptitud del chico.
Etiquetar no es un mal menor.
Es un mal que lo encorseta y condena. Eso no implica negar que pueda tener algunas características que creen conflicto. Muchas veces se trata de que ni los niños mismos saben lo que les pasa o por qué hacen determinadas cosas.
2. Recuerda qué pasaba en tu infancia
Recuerda la cantidad de sensaciones y pensamientos que se agolpaban en tu cabeza. Los niños presentan siempre la respuesta, antes incluso de saber la pregunta. Descifremos juntos las claves de lo que les inquieta o paraliza.
Ten en cuenta que los códigos con los que se mueven las nuevas generaciones no son los mismos que los nuestros, ni están expuestos a las mismas situaciones.
Las interrelaciones han cambiado brutalmente.
Las constelaciones familiares y escolares son diversas y multiplicadas y ellos tienen que aprender a moverse por esa multiplicidad.
3. No hacer de la infancia una enfermedad
Si necesitáis buscar ayuda, hacedlo, pero evitando las etiquetas y las medicaciones que inciden directamente en sus vidas y cerebros. Hay que vivirlo como episodios parciales de su desarrollo.
Si recibís presiones para ubicar al niño dentro del etiquetaje psiquiátrico, informaos bien. Existen muchos estudios y profesionales que están denunciando el intento de hacer de la infancia una enfermedad.
4. Asociaciones que financia la industria
Desconfía de las asociaciones financiadas por la farmaindustria, donde se juntan la búsqueda de clientes con una ideología de la solución inmediata, reducida y fácil de etiquetaje y medicación, sin importar mucho el coste subjetivo ni el futuro de los chicos.
5. El papel que juegan los educadores
Administraciones, gestores y padres impacientes piden resultados cuantitativos. Y cada vez más la consideración de lo psíquico recae sobre profesores, psicopedagogos o psicólogos escolares.
Informaos bien antes de que valoren o deriven a los alumnos hacia lo que será una etiqueta mental. Está en juego su historial de personalidad y no solo el académico.
6. Intentar llegar hasta su mundo interno
Intenta promover actividades de interrelación y expresión. No todos logran comunicarse por los mismos canales. Hemos de ser capaces de llegar a ese mundo interno que tan abandonado está.
Las prisas actuales están matando las subjetividades.
Ni educar, ni ser un profesional “psi” es diagnosticar y ofrecer una pildorita. Eso, con el reduccionismo al que se está llegando, lo podrá hacer una máquina. Sin embargo, ayudar a asimilar el mundo y los conocimientos internos y externos, probando y adaptando distintas alternativas, eso solo lo puede hacer otro sujeto humano