Hipersensibilidad emocional: cómo aprovechar este don

El exceso de sensibilidad puede parecer una carga pero ante todo es un don. Ser consciente de él ayuda a encauzarlo de una forma constructiva y disfrutarlo.

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Escribir un diario, dejar plasmados en el papel los sentimientos y las emociones, fomenta la calma interior, ayudando así a dejar a un lado las preocupaciones.

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Por Susana Tres

Ricardo es un hombre a quien le gusta leer, escuchar música y conversar tranquilamente con sus amigos.

Actualmente trabaja en su casa para una editorial como traductor. Antes tenía que ir diariamente a la oficina, lo que le resultaba duro: "No podía concentrarme cuando el ambiente se ponía tenso. He ganado mucho con el horario flexible porque me permite descansar cuando lo necesito".

Recuerda haber tenido siempre una salud delicada: alergias, dolores de cabeza, insomnio...

Aunque se le valora por ser un traductor perfeccionista y un amigo comprensivo, a menudo le gustaría ser "como los demás". Piensa que no es suficientemente sociable, fuerte o ambicioso.

Consiguió sentirse mejor con él mismo cuando tomó conciencia de que era una persona hipersensible y aprendió a cuidar de sus necesidades.

Qué es la hipersensibilidad emocional

Cuando una persona ha sido maltratada sin poderse defender, desarrollará una sensibilidad muy acusada ante aquello que le recuerde su experiencia negativa. Esta sensibilidad unida al miedo y la ira puede dar lugar a lo que llamamos susceptibilidad.

El susceptible se pone automáticamente a la defensiva, ya sea cerrándose o reaccionando con rabia ante la más mínima señal de lo que cree un ataque, También puede llegar a imaginarse lo peor antes de comprobar cómo es la realidad.

Para superar la susceptibilidad hay que recuperar la capacidad de analizar lo que sucede y defenderse de lo negativo. Pero eso no es lo que les pasa a quienes son hipersensibles.

Las personas como Ricardo se caracterizan por ser muy sensibles a lo que ocurre en su entorno. Su percepción de los estímulos externos (luces, sonidos, movimiento) así como de los estímulos internos (hambre, frío, dolor) es especialmente fina.

Esto hace que sean altamente intuitivas. Poseen una conciencia clara de lo que sucede o puede suceder. En contrapartida, se ven abrumadas más fácilmente cuando están sometidas a un entorno estimulante. Si se ven expuestas a mucho estrés se vuelven susceptibles, tímidas e irritables.

Muchas personas hipersensibles se sienten incomprendidas e imperfectas porque se comparan con personas menos sensibles que ellas. La sensibilidad es un rasgo poco valorado aunque muy necesario en una sociedad de acción como la nuestra.

Si eres una persona sensible o convives con una que lo sea es muy importante que puedas comprender y apreciar este rasgo.

Cómo son las personas hipersensibles: introversión o timidez

Para empezar, es necesario saber que el sistema nervioso necesita cierto grado de activación para funcionar. Demasiada relajación o una excesiva activación disminuyen la capacidad de reacción. Todos tenemos un nivel óptimo de activación en el que nos desenvolvemos bien.

Las personas hipersensibles necesitan menos estimulación que las demás para llegar a este punto.

Son sensibles a sutilezas que otras personas pasarán por alto, como por ejemplo los detalles de un paisaje, ciertas frecuencias de una música o pequeños movimientos del lenguaje corporal. Por esto son buenas para las actividades que requieren precisión y delicadeza.

Las personas menos sensibles, por otro lado, son más audaces y sirven para estar en primera línea de fuego.

Ninguno de estos dos perfiles es mejor que el otro, simplemente son diferentes y complementarios. La persona de acción necesita la calma y clarividencia de la persona sensible. La persona sensible necesita del impulso y la determinación de la persona de acción.

Carl G. Jung fue el primer psicólogo que habló de la sensibilidad como un rasgo neutro de carácter y advirtió sobre lo poco que se valora en nuestra sociedad.

Distinguió entre personas introvertidas y personas extrovertidas, siendo las primeras el grupo de las sensibles. Efectivamente, las personas sensibles son mayoritariamente introvertidas, aunque también existen personas sensibles extrovertidas.

Las introvertidas prefieren estar solas, centradas en su mundo interno. Tienen una gran fantasía pero corren el riesgo de distanciarse demasiado de la realidad externa.

Es fácil que alberguen la creencia de que no son suficientemente competentes. Al sentirse poco capaces se retiran del mundo y se desvitalizan. Recuperan su energía cuando descubren que pueden dar cosas buenas. También cuando encuentran alguna actividad o trabajo que les gusta.

Los introvertidos sensibles son a menudo tachados de tímidos. Esta etiqueta no les ayuda a encontrar su propia manera de relacionarse.

Se les aprecia por ser personas que saben escuchar, precisas en sus juicios y fieles en sus afectos. Pero antes tienen que afrontar el miedo a fallar y el afán de perfeccionismo, que les impide relacionarse con naturalidad.

Les conviene dejar de verse tímidos, como probablemente siempre les han visto, y reconocer sus particularidades, como por ejemplo la preferencia por las relaciones de tú a tú antes que las grupales.

Cuando la extroversión es una forma de huir

Las personas sensibles extrovertidas sí gustan de estar con gente cuando están tranquilas. Son sociables, pero corren el peligro de llenar sus vidas con trabajo, aficiones y compromisos sociales para esconderse de su sensibilidad.

Les afecta lo mismo que afecta a las personas sensibles: los estados de ánimo de los demás, el clima, la cafeína... Pero pasan por alto las señales de sobreactivación que emite su cuerpo, y así se maltratan. Por ello es fácil que se agoten, desarrollen trastornos por ansiedad y somatizaciones.

Su problema es que tienen miedo de su sensibilidad. Estas personas, más que nadie, necesitan hallar espacios de descanso e introspección. Tienen que aprender a cuidar su sensibilidad, lo que implica escucharse más y dosificar la acción.

Se ha comprobado que existe una predisposición heredada a la hipersensibilidad. A los bebés sensibles les cuesta más que a los demás bebés adaptarse a los cambios. Generalmente son propensos a los cólicos, al estreñimiento o las alergias.

Los niños sensibles pueden necesitar más tiempo para atreverse a explorar. Si los criticamos por su lentitud y los forzamos a actuar antes de sentirse preparados pueden llegar a acumular experiencias negativas que los hagan temerosos o irascibles.

Unos padres inteligentes y sensibles protegerán al bebé del estrés que generan por ejemplo los ruidos muy fuertes. Más adelante estos padres animarán a su hijo a realizar actividades, le ayudarán si hace falta, y elogiarán sus logros.

De esta manera, proporcionándole seguridad y autoestima, podrán potenciar sus cualidades.

Por qué la hipersensibilidad emocional es un don

Pero a veces los padres no pueden proporcionar la seguridad necesaria para salvaguardar la integridad de un niño sensible.

Es lo que le sucedió a Ricardo, el pequeño de cuatro hermanos de una familia que emigró del campo poco después de su nacimiento. Los padres estaban preocupados por hacerse un lugar en la ciudad y les costaba atender las necesidades emocionales de un bebé sensible como Ricardo.

Así aprendió a interpretar su sensibilidad como una molestia en vez de como un don. Sus tres hermanas mayores eran personas menos sensibles que él, lo que empeoraba su situación.

Culturalmente esperamos que una niña sea sensible y tímida mientras que un niño tiene que ser activo. Estos estereotipos dañan la autoestima del niño sensible. También dificultan que la niña pueda superar sus miedos.

Una experiencia traumática en un momento delicado puede despertar o incrementar la sensibilidad. Un nacimiento difícil, perder a los progenitores, ser víctima de abusos o malos tratos, o muchos cambios en la vida (mudanzas, divorcios...) pueden dejar una cicatriz que duele ante determinadas circunstancias.

Como a muchas personas hipersensibles, a Ricardo siempre le ha costado mantener una pareja. Por un lado tenía mucha necesidad de amor, pero por otro lado le daba miedo perder su intimidad.

Se convencía a sí mismo de que estaba mejor solo, hasta que el día menos pensado se enamoraba locamente de alguien. Al poco tiempo, cuando el enamoramiento perdía sus efectos, empezaba a sentirse incómodo hasta que ante la primera dificultad la relación se rompía.

Otras personas sensibles tienen la dificultad contraria: les cuesta separarse de la pareja por miedo a la soledad. Se acostumbran a estar con una persona, y no la dejan a pesar de que el deseo de estar con ella haya desaparecido.

En ambos casos existe la creencia de que lo que viene de fuera es peligroso. Esta desconfianza llevada a un extremo puede condenarles a un aislamiento muy doloroso. Es importante que la persona hipersensible aprenda a manejar esa desconfianza que la hace sospechar de cualquier cosa.

Se trata de una parte paranoica del yo que percibe el mundo como una amenaza y reacciona ante él con desmesura. A veces hará bien pensando lo peor y poniendo distancia, pero a menudo estas conductas serán exageradas.

La fantasía desbordante típica de la persona sensible, unida al miedo a ser agredida, rechazada o abandonada, puede hacer de ella una persona susceptible y paranoica que se pondrá a la defensiva y no podrá disfrutar de la vida.

Terapia para ajustar la sensibilidad

Muchas personas sensibles han tenido que pasar por procesos de terapia psicológica para darse cuenta de cómo son y de que tienen unas necesidades diferentes.

Ricardo, por ejemplo, a raíz de una depresión, pudo entender por qué se agobiaba ante una tensión que otros podían fácilmente soportar. Ver sus defectos bajo la luz de la hipersensiblidad le ayudó a respetarse y valorarse más.

Otro paso imprescindible es el de sanar el sufrimiento del pasado, ya sea el causado por traumas o el causado por la incomprensión de los padres y los maestros. Revivir aquello que dolió y curar las heridas ayuda a las personas sensibles a ser más felices.

En definitiva, la hipersensibilidad tiene sus ventajas y sus inconvenientes. La persona sensible suele ser intuitiva, observadora y artística. Pero también es más propensa a la ansiedad, los miedos y a somatizar tensiones.

Uno de los problemas se presenta cuando intenta seguir las tendencias hoy en boga y descuida sus necesidades. Parece que el mundo sea de la gente extrovertida que busca poder, fama o dinero. Pero, por ejemplo, ¿qué haríamos sin personas conscientes de los problemas ambientales?

Por suerte, existen personas que pueden trabajar de modo altruista para el bienestar de otras. La sensibilidad es un rasgo de carácter que nos aporta muchas cosas positivas y nos conviene cultivar.

Cómo sacar partido de la hipersensibilidad emocional

  1. Arriesgarse a hacer cosas. Lleva tus proyectos a la práctica y verás cómo el mundo te lo agradece. Ofreciendo tus conocimientos y habilidades a los demás, te sentirás útil y aprenderás.
  2. Cuidar el cuerpo. El cuerpo es tu mejor aliado pero si lo maltratas se convierte en tu enemigo. Proporciónale un descanso reparador, buenos alimentos y ejercicio revitalizante.
  3. Practicar la introspección. Date un tiempo para practicar la meditación, escribir un diario o cualquier otra actividad que te relaje. Cultiva la calma interior para distanciarte de tus preocupaciones,
  4. Superar los miedos. Identifica si tienes alguno de los miedos más comunes como el miedo a la incertidumbre, a hacer las cosas mal o a hacer el ridículo, y supéralos,
  5. Utiliza la información que almacena tu inconsciente como guía en tu vida cotidiana. Escucha tu intuición y pregúntate qué mensajes te transmiten tus sueños.
  6. Cuando conozcas gente nueva, tómate tu tiempo para adquirir confianza. Sobre todo al principio, escucha y concédete pausas para reflexionar cuando vayas a decir algo.
  7. Curar las heridas del pasado. Si has tenido vivencias dolorosas o crees que sutfriste a raíz de tu hiper: sensibilidad, busca un buen terapeuta que te ayude a curar las heridas.
  8. Encontrar tu vocación. Descubre si existe algún trabajo o afición en la que puedas desarrollar tu potencial sensible. Realizando lo que te llena darás lo mejor de ti.
  9. Pedir lo que necesitas. Los demás ignoran tus necesidades si tú no las comunicas, Informa sobre tu forma de ser y exige que se te respete.
  10. Reestructurar los fracasos. Vuelve a pensar en todo aquello que no te salió como esperabas y míralo a la luz de tu sensibilidad.

Libros sobre hipersensibilidad emocional

  • El don de la sensibilidad; Elaine Aron. Ed. Obelisco.
  • Tipos psicológicos junguianos; Daryl Sharp. Ed. Cuatro Vientos.
  • El yo paranoico. De la sospecha al delirio; Claude Olivenstein. Ed. Paidós.

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