El papel de la honestidad en la relación de pareja

La transparencia alimenta la relación de pareja, pero también la puede destruir. Para crecer juntos hay que aprender a congeniar la libertad y el compromiso.

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"Érase una mujer que vivía disfraza­da de mujer y un hombre que vi­vía disfrazado de hombre. Cuando se encontraron creyeron esa come­dia y formaron pareja.

El hombre falso y la mujer falsa, haciendo esfuerzos tremendos, alcanzaron una modorra que llamaron fe­licidad. El hombre y la mujer verdaderos nunca llegaron a conocerse."

Con este relato de Alejandro Jodo­rowsky introducimos este artículo en el que nos planteamos la honestidad de nuestras relaciones de pareja.

¿Nos mostramos como realmente somos o bien nos valemos de máscaras para es­conder una realidad que consideramos arriesgado mostrar?

El miedo al recha­zo, la falta de autoestima, buscar solu­ción a una vida incompleta, el uso del otro... Son contaminantes que impi­den la construcción de un buen amor.

Solo la honestidad hará posible un cli­ma emocional donde nacerá una con­fianza que será la base para lograr una pareja emocionalmente equilibrada. Nos lo cuentan en este artículo los especialiestas Jaume Soler y Maria Mercè Conangia.

Amor libre de contaminación

"Busco a la persona que sea capaz de amar al otro sin castigarlo por ello, sin hacerlo pri­sionero o desangrarlo; esa persona del futu­ro que sepa llevar a cabo un amor indepen­diente de ventajas o desventajas sociales, pa­ra que el amor sea siempre un fin en sí mismo y no el amor con vistas a un fin."

Así expresaba Carl Jung su deseo de hallar a una persona capaz de dar un amor en estado puro no contaminado por otras finalidades, en una carta a Sig­mund Freud.

Después de casi un siglo, ¿en qué punto estamos? ¿Nos hemos acercado o alejado del ideal de Jung? ¿Somos honestos con nuestra pareja?

El amor debe ser honsesto

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El amor debe ser honesto

¿Se pueden hacer promesas razonables?

Según narra Antoine de Saint-Exupéry, en uno de sus viajes por los pequeños planetas, el Principito se encontró con un geógrafo que anotaba en un gran li­bro de registro montañas, ríos y estrellas.

"El Principito quiso registrar su flor; pe­ro el geógrafo le dijo: -No registramos flores, porque no se pue­de tomar las cosas efímeras como referencia.

-¿Qué significa efímero? -preguntó el Principito.

-Efímero significa amenazado de desa­parición rápida.

Cuando el Principito oyó esto se entris­teció mucho. Se había dado cuenta de que su rosa era efímera."

El amor perdura mientras no demos nada por supuesto, no nos dejemos lle­var por la rutina y lo cuidemos como la planta delicada que es.

Prometemos amarnos toda la vida, pero es poco rea­lista prometer sentimientos ya que es­tos no dependen de nuestra voluntad.

Si que podemos, en cambio, prometer conductas: Te prometo que alimentaré ca­da día este amor que hoy siento por ti. Te prometo que si un día no siento amor por ti, te seguiré respetando como persona y pro­curaré tu bienestar. O en otra línea: Segui­ré conviviendo contigo aunque mi corazón y mi deseo estén en otra parte. Te prometo compartir mi salario, mi cuenta corriente y mis posesiones, pasar mis vacaciones conti­go, dormir en tu mismo lecho...

Y si bien también es posible faltar a dichas pro­mesas, puede ser más honesto hacer­las que la actual fórmula matrimonial: Te amaré hasta que la muerte nos separe.

El matrimonio es un contrato que fir­mamos, el amor es un sentimiento que sentimos y que no cabe en ningún tipo de contrato ni seguro.

Vivir en pareja ya no supone la obligación de llegar al lí­mite a la hora de resolver los problemas de convivencia, ni tampoco tener que aguantar determinadas actitudes desho­nestas, egoístas, faltas de respeto o vio­lentas.

Sin amor ni crecimiento perso­nal, ¿qué justifica vivir en pareja?

El amor es cuestión de confianza

La confianza es un sentimiento imposi­ble de imponer. Exigir confianza es algo absurdo por imposible.

La confianza es una construcción difícil de levantar y muy fácil de hundir pero, al mismo tiempo, es la llave que permite acceder al otro.

No nace por lo que decimos si­no por lo que se desprende de la acción coherente. Una persona que mantiene equilibrado su eje mente-emoción-ac­ción genera confianza.

"-¿Confías en tu pareja? -se preguntó en un curso a varios participantes.

- Totalmente -dijeron la mayoría.

- ¿Tenéis alguna posesión en común?

- Una casa, un apartamento, una cuenta bancaria... -fueron algunas respuestas.

-Entonces, si confiáis plenamente en ellos, mañana vais al notario y ponéis todas vuestras posesiones comunes a su nombre.

-¡Ni hablar! -fue la reacción general."

Las personas confían a su pareja todo su capital emocional y comparten con ella la responsabilidad de la educación y cuidado de sus hijos, pero no la con­sideran lo suficientemente íntegra y ho­nesta como para que sea justa a la hora de repartir los bienes comunes en caso de separación.

La desconfianza surge del desconocimiento de uno mismo y del otro. Esta ignorancia genera inseguridad en la propia elección de la pareja con la que se comparte la vida.

Honestidad, fidelidad y coherencia

"Mi táctica es ser franco / y saber que sos franca / y que no nos vendamos simulacros / para que entre los dos / no haya telón ni abismos."

Mario Benedetti sugiere que fiel es la persona capaz de respetar un compromi­so realizado en libertad. El compromiso es una obligación contraída por una pro­mesa o por la palabra dada.

La fidelidad no es un sentimiento, sino la actitud y la conducta que tomamos ante una reali­dad, a partir de un compromiso previo.

Fidelidad no significa amor aunque lo acompaña. Significa coherencia con uno mismo, honestidad hacia el otro, respeto y lealtad.

Solo si somos capaces de ser fieles a nosotros mismos podre­mos serlo con nuestra pareja. Ser leal significa guardar la fidelidad de­bida, ser incapaz de traición.

Ser hones­to y honrado significa evitar acciones desleales y engaños. Ser sincero signifi­ca evitar la simulación y mostrar nues­tro pensar y sentir centrándonos en la coherencia con nuestra realidad.

Nadie es dueño de nadie

"La cuestión no era que Alice no confia­se en Eric, sino que no se consideraba una persona capaz de inspirar la lealtad del afecto de otra persona durante un período dilatado de tiempo." (Alain de Botton)

Nadie es dueño de nadie. La preten­sión de diluirse o mezclarse con el otro está encaminada al fracaso o a la auto­destrucción. Ante todo, uno debe ser fiel a sí mismo.

¿Podemos ser fieles si renunciamos a ser quienes somos por comodidad o para evitarnos problemas o dolor?

Ser fieles significa actuar de acuerdo a nuestro más profundo sentir y a nuestra ética personal. Y para ser fieles debemos ser valientes y vivir de forma coherente.

Alice no puede confiar en su pareja porque es incapaz de confiar en sí misma, su autoestima es baja e ignora su valor como ser humano. Esta relación fracasará si Alice no crece y madura.

¿Cómo serle fiel a uno mismo?

La fidelidad presenta muchos matices. Un diálogo eficaz con la pareja permite prevenir problemas anticipándose a ellos.

La fidelidad no es fácil de definir. ¿A quién somos fieles? ¿Se debe guardar fidelidad a cualquier precio? ¿Es posible ser fiel a otra persona si dejamos de ser fieles a nosotros mismos y a lo que sentimos?

Relacionamos ser infiel con la infidelidad sexual, con el incumplimiento de la cláusula de exclusividad y menos con el hecho de ir "a escondidas", mentir o engañar.

"Mi pareja me ha engañado" -dice alguien. Y todos interpretan que el engaño se refiere a una infidelidad sexual. En pocos casos se interpreta engaño como falta de sinceridad o de honestidad en la relación.

Pero el engaño no existe si el marco de relación está bien definido y se respeta. Tampoco lo habrá si la comunicación es sincera.

Si existe el compromiso de guardarse mutuamente fidelidad sexual y uno desea cambiar esta cláusula relacional, así debe expresarlo al otro, con sinceridad y claridad.

De ese modo actúa de forma honesta y permite que su pareja pueda elegir libremente aceptarlo o no. Siempre habrá algún precio que pagar pero, en todo caso, no habrá engaño.

El problema surge cuando, a fin de evitar pérdidas que no se quieren asumir, se engaña al otro en un intento de poseer lo mejor de "ambos mundos". Ahí empieza la deshonestidad, el sufrimiento y la infidelidad.

No es lo mismo ser fiel a una persona porque se elige serlo, que serle fiel por miedo a ser castigado o a pagar el precio de ser descubierto.

En el primer caso la conducta es coherente y supone fidelidad a uno mismo; en el segundo caso, se es infiel a uno mismo y deshonesto con la pareja.

Cuando el espejo se rompe...

"La exigencia de renunciar a los engaños sobre la propia situación es la exigencia de renunciar a una situación que necesita del engaño." (Karl Marx).

Muchas personas sexualmente infie­les no son capaces de aceptar la misma conducta en su pareja. Es decir, si bien se sienten libres para mentirle, no aceptan ser ellas las excluidas o las engañadas.

La experiencia nos dice que puede provocar mayor dolor el engaño emocional continuado que una infidelidad sexual puntual.

Esta se puede entender y aceptar mejor que el hecho de que durante muchos años la pareja haya mantenido una vida emocional paralela y escondida, mostrándose como realmente no era, por miedo a perder su estatus.

Lo que más se recrimina a sí mismo quien ha padecido una infidelidad es su propia incapacidad para darse cuen­ta del engaño.

Cuando toma conciencia de ello, puede dirigir la agre­sividad hacia sí mismo. Al dolor de la infidelidad de la pareja se añade el su­frimiento provocado por su ignorancia, candidez y descuido.

Puede sentir que se ha fallado al no haber sido capaz de protegerse y culparse por no haber sabi­do conservar su relación. Hay quien se odia por haberlo "hecho tan mal".

Cuando el espejo se rompe no sirve de nada pegar los pedacitos. Un espejo así va a dar una imagen totalmente distorsionada del que se ponga delante.

Si comparamos la relación de pareja basada en el amor y la confianza, a un espejo, la infidelidad -en todas sus gamas: engaño, traición, deshonestidad, deslealtad- es la ruptura del mismo.

Reunir los pedazos de una relación que ha quedado hecha añicos y pegarlos no dará un buen resultado. El espejo nunca más será el mismo.

Ante una infidelidad es preciso tomarse tiempo para poner orden al caos emocional que se produce y valorar qué sentimos, qué pensamos y qué deseamos realmente en nuestra vida y plantearnos nuestra libertad a la luz del conocimiento interior.

Libertad es la diferencia entre dos monosílabos: Sí y No, dijo Octavio Paz.

Si decimos Sí a nuestra relación de pareja, después de una infidelidad, debemos ser conscientes de que el trabajo que nos espera será arduo.

Ya no se tratará de pegar los trocitos que queden de la relación, sino de refundir los pedazos rotos con mucho amor. El buen amor tiene la capacidad de volver a alisar la superficie del espejo.

Gracias a su poder la imagen que nos devolverá podrá volver a ser nítida y perfecta. Pero esto no es gratis.

¿Cuándo es preferible separarse?

"Lo que Dios ha unido que no lo desate el hom­bre"; la fórmula con que se cierra el ritual religio­so del matrimonio es in­cierta.

Hombres y muje­res pueden decidir sepa­rar sus caminos cuando estos divergen, se llega a un conflicto irreconciliable o cuando continuar jun­tos atenta contra su pro­pia integridad o dignidad.

La relación de pareja no debe ser una finalidad por sí misma sino una elec­ción de crecimiento per­sonal y conjunto.

Cuan­do se convierte en una fuente de sufrimiento y desequilibrio, será preci­so "desatarla".

Salvar una pareja a costa de uno mis­mo constituye una elec­ción destructiva.

El éxi­to de la pareja depende de la capacidad de mejo­ra personal, generosidad y conductas amorosas de quienes la forman.

Para saber más

  • Juntos pero no atados; Jaume Soler y María Mercè Conangla, Ed. RBA
  • El lado oscuro del amor; Jane G. Goldberg, Ed. Obelisco

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