A veces nos preguntamos acerca del propósito de la vida. ¿Para qué nacemos? Puede haber diferentes explicaciones y también esto suscita nuevos interrogantes. Una respuesta muy simple, que sin embargo no pretende solucionar por completo el enigma, sería decir que venimos a este mundo para ser nosotros mismos. Es algo obvio.
Aprender a ser uno mismo o descubrir tu verdadero yo
En realidad no podemos ser sino aquello que somos, es un destino irrenunciable. Aunque esto no signifique que sea fácil seguir el propio camino en la vida. Tenemos un nombre y apellidos, un rostro que vemos en el espejo, un cuerpo mediante el que nos movemos, una manera de pensar y sentir. Nacemos hombre o mujer, de determinada raza y nacionalidad. Somos únicos e irrepetibles. Nunca hubo ni habrá nadie exactamente igual que yo.
Esta constatación debería llenarnos de sano orgullo. Todos somos importantes, nadie es más que otro en este sentido.
Pobres o ricos, altos o bajos, compartimos las mismas necesidades, tenemos similares sueños y frustraciones.
Respeto en la diversidad
Todos los seres humanos, más allá de diferencias étnicas o culturales o de discrepancia en cuanto a manera de pensar, se sienten de una misma unidad de origen y con un destino trascendental. Esta constatación debería hermanarnos, sin que nos resultara ajeno el sufrimiento de los demás, también únicos e irrepetibles como nosotros.
Pero es cierto que, aun siendo esencialmente iguales, no todos expresamos de la misma manera determinadas cualidades. En cada campo de la vida hay quienes destacan más que otros. Se trata de una natural jerarquía que en ningún caso debe hacer olvidar que todos somos dignos de respeto. Puede ser aceptable que haya personas con más bienes materiales que otros, pero no lo es que tantos seres humanos no cubran sus necesidades básicas: comida, cobijo o cuidados sanitarios. La dignidad que compartimos no debería permitirlo.
La naturaleza no se repite
La palabra universo significa literalmente "unidad en la diversidad". La naturaleza es pródiga, rica en expresiones. Nada se repite exactamente del mismo modo en las coordenadas del tiempo y el espacio. Si observamos un bosque, veremos que en realidad ningún árbol es idéntico a otro, ni siquiera una de sus hojas es igual a otra.
Los seres humanos somos igualmente únicos o singulares. Es cierto que hay personas que pueden llegar aparecerse mucho, pero nunca son iguales del todo.
Los gemelos, tan difíciles de distinguir a simple vista, poseen sin embargo pequeñas diferencias corporales y, sobre todo, psicológicas. Las huellas digitales son únicas y por eso sirven para identificarnos.
Somos irrepetibles tanto debido a nuestra singularidad genética –las especiales combinaciones de nuestros antecesores–, como al ambiente en el que vivimos y que determina nuestro modo de ser.
¿Quién soy realmente?
¿Soy mi cuerpo o tengo un cuerpo?¿Soy mis pensamientos y emociones? Para llegar a ser conscientes de lo que verdaderamente somos, tanto el Vedanta como el Budismo recomiendan hacerse estas preguntas como tema de meditación. Puede parecer que la respuesta no llega, en el sentido de palabras articuladas con un mensaje concreto.
Pero siempre se nos responde, aunque sea a través de un silencio que sin embargo podemos ir entendiendo. O mediante el nuevo significado que determina dos acontecimientos tienen en nuestra vida. No hay que agobiarse con encontrar súbitamente la respuesta.
A menudo en la vida, las preguntas son más importantes que las respuestas o, dicho de otra manera, encierran en sí mismas la respuesta.
Belleza en la imperfección
Desde un punto de vista filosófico y simbólico, el Espíritu universal o divino proyecta desde su unidad metafísica posibilidades infinitas que podrán manifestarse en diferentes niveles de la realidad. Del mismo modo que el número 1, desdoblándose en el número 2 y los siguientes y con la ayuda del 0, se convierte en cantidades numéricas que rebasan nuestra capacidad de cálculo.
Las producciones humanas a escala industrial logran miles de copias exactamente iguales, por ejemplo de latas de refresco. Mientras que labor de los artesanos, que respetan las leyes internas de la naturaleza, da como resultado piezas únicas, a menudo con pequeñas imperfecciones que resaltan aún más la belleza del objeto realizado, sea una cuchara de madera o un instrumento musical.
Qué significa ser persona
Incluso seres inanimados como los minerales buscan la unidad desde su variedad. Tienden a reunirse y por eso hay entre ellos fuerzas atractivas (afinidad, cohesión, gravitación, magnetismo...). En los seres vivos existen claramente unidades, desde las más primarias y estáticas de los vegetales hasta las de los animales, dotadas de movilidad y mayor diferenciación, tanto física (presencia de órganos, miembros yfunciones) como sensorial.
Pero aunque los animales se presentan individualmente, pesa en ellos el sentido genérico de especie, que los limita en cuanto a autonomía real. El ser humano, como microcosmos o compendio del universo según los filósofos herméticos, contiene algo mineral, vegetal y animal en su ser, pero lo sobrepasa debido a la presencia del espíritu en su interior.
Podría decirse que así como el animal tiene "biología", el hombre tiene además "biografía", es decir una historia singular y única. No es un "qué", sino un "quién". Solemos distinguir entre personas, animales, plantas y cosas.
Ser persona equivale a actuar con entendimiento y buena voluntad, lo que debería caracterizar nuestro comportamiento. Si rastreamos el significado etimológico de la palabra persona, parece venir de la máscara que utilizaban los actores en la Grecia clásica para resaltar las emociones.
Pero la persona no solo hace referencia al personaje social, que a modo de actores representamos ante los demás. Se trata también de que, mediante nuestro ser individual, se expresa o resuena el espíritu (persona, de "suena a través"). Hacer hincapié en que los seres humanos no son animales o cosas puede parecer una obviedad. Pero vemos a lo largo de la historia con qué facilidad esto se olvida y, en nombre de cierta ideología, se destruyen vidas humanas.
Hablamos, por ejemplo, de los no tan lejanos campos de concentración nazis o soviéticos, o de cómo en la actualidad los especuladores financieros no tienen reparo en lucrarse con los alimentos básicos, lo que condena a la penuria a millones de personas.
Encontrar la vocación
Nuestra singularidad lo es ante todo de modo interior o esencial. Se puede plasmar exteriormente si las circunstancias o nosotros mismos lo permitimos. Cuando hablamos de vocación solemos referirnos a la elección de una profesión, algo ya de por sí importante. Pero la palabra vocación tiene un significado más amplio.
Proviene del latín vocare, llamar. Es, pues, una voz interior que podemos oír con mayor o menor nitidez.
Quien sigue su vocación, su camino en la vida, suele ser más feliz que quien no lo hace.
Y no me refiero a grandes logros, como ser un artista o un deportista famoso, sino a hacer lo que uno sabe hacer y disfrutar con ello. Esta llamada o vocación no nos da un solo camino, sino muchos senderos o posibilidades para llegar a nuestra meta. En cada persona el sentido existencial es único y rectilíneo, pero su realización ha de adaptarse a lo accidental del mundo físico y social.
Aunque no seamos del todo conscientes, nacemos sabiendo algo de nosotros y de nuestro futuro. Según Pedro Caba, "por la vocación existencial venimos ya preorientados a una meta que conscientemente ignoramos". La autenticidad consiste en seguir ese dictado interior.
Pero a menudo las presiones exteriores (deseos de familiares o amigos, las modas, el afán de imitar a otros) lo impiden. Por eso es importante apartarse a veces de tales influencias, tener momentos de silencio y quietud e ir hacia dentro de sí. La personalidad se valora según el grado de autenticidad de cada cual.
"El que no se posee así mismo es extremadamente pobre", afirmó Ramon Llull. Así pues, no somos auténticos cuando nos engañamos a nosotros mismos y no seguimos nuestra vocación. Debido a egoísmos y pasiones, a menudo no oímos esa voz interior y no respondemos adecuadamente.
Superar el ego para avanzar hacia el verdadero yo
El "ego" forma parte de nuestra naturaleza y nos ayuda a sobrevivir, pero se trata de la parte más limitada de nuestro ser. Es de alguna manera cuestión de perspectiva: no es lo mismo contemplar una calle desde el sótano o la planta baja que desde la azotea. La visión se ensancha entonces, pues vemos a la vez lo cercano y lo lejano.
La miopía del ego hace que predomine la ignorancia y no la claridad. Además de la singularidad física y psicológica, que determinan nuestra individualidad, hay una singularidad más profunda de índole espiritual. Conocerla supone ir más allá de las limitaciones del ego. Pasar de la multiplicidad a la unidad. Según diversas enseñanzas orientales y occidentales, el verdadero Yo es la parte de nuestra alma más cercana al espíritu. Por eso no ve a los demás como seres completamente ajenos a los que enfrentarse, ni busca únicamente satisfacer deseos materiales.
Aproximarnos a nuestra verdadera naturaleza no es fácil, el propio ego se encarga continuamente de dificultarlo o impedirlo. Por eso tradicionalmente se recomienda cultivar virtudes como la generosidad, que va en el sentido contrario al egocentrismo; o propiciar el recogimiento interior mediante la oración o la meditación.
Como ya señaló Lao Tze: "Quien conoce a los hombres es inteligente, quien se conoce a sí mismo es sabio".
Se trata de prácticas en caminadas a sobrepasar las barreras del ego y lograr paz interior y, por ello, verdadera felicidad. No olvidemos, en este sentido, la íntima convergencia entre el ser humano individual y la entera humanidad. Como si en cada biografía personal resonara la de las otras vidas y la historia colectiva fuera un poco la historia personal de cada uno de nosotros, con sus luces y sombras.
Lo expresa con claridad el inicio del poema "Tú", de J.L. Borges: "Un solo hombre ha nacido, un solo hombre ha muerto en la tierra".
Entre el amor y la independencia
¿Buscar el bien ajeno o el propio? A menudo nos hallamos en una encrucijada donde ambos caminos son viables.
Para poder ser uno mismo, a veces hay que darse a los demás. En otras ocasiones conviene no dejarse someter aceptando determinadas imposiciones. ¿Quién le diría a una madre o a un padre que al cuidar a un hijo no está siguiendo su propio camino?
Y cuántas veces conviene distanciarnos de lo que ocurre e incluso saber decir "no", salvaguardando de ese modo nuestra energía interior. Hay dos animales domésticos que pueden ayudarnos a entender estas dos posibles actitudes: el perro y el gato.
Generalmente las personas extrovertidas prefieren al primero y las introvertidas al segundo. Viene a ser como el Yin y el Yang. Pero no hay por qué polarizarse, podemos actuar como uno u otro dependiendo de las circunstancias.
- Perro: Es afectuoso, obediente y abnegado. Siente agradecimiento por las personas que lo cuidan y disfruta de su presencia con expresiones de alegría. En algunas ocasiones llega aponer en peligro su vida por defender la casa o salvar a alguien de la familia. Su cualidad predominante es la fidelidad, en el sentido de cálida compañía tanto en momentos buenos como malos.
- Gato: Como todos los felinos, se distingue por su actitud distante, casi aristocrática. Cuida escrupulosamente de su higiene y puede permanecer silencioso y contemplativo durante horas. Siente cariño por sus cuidadores, pero no podemos decir que tenga dueño. Su voluntad es difícil de doblegar. La cualidad predominante es el deseo de libertad e independencia.