En una tertulia radiofónica en la que estaba participando, que trataba sobre relaciones sexo-afectivas, recibí una llamada de una persona que quiso saber si yo consideraba que soñar con alguien que no era su pareja era infidelidad. Contesté con todo el cariño que pude y pasé a otra cosa.
La pregunta puede ser extrema pero no es banal y refiere a la dificultad que tenemos para asumir los propios deseos con la naturalidad de un deseo, sin más. Nuestro universo interior puede explorar tranquilamente otros derroteros sin temer que nos aboquen a acciones que juzguemos como descabelladas.
Un deseo, sueño o pensamiento no es una acción. Pertenecen a mundos distintos. La moral se aplica a las acciones.
Sinceramente, ¿quién no ha pensado en pegarle un zarandeo a ese vecino de la escalera que siempre tiene la televisión a todo volumen a las tantas de la madrugada y no te deja dormir? Pero, al final, la mayoría de nosotros optamos por quejarnos un rato con la almohada y echarle paciencia al asunto.
Parejas reales e imaginarias
Bajo la denominación “pareja” se pueden incluir infinitas formas de relación: compañeros de vida, compañeros sexuales, matrimonios, amistades con o sin sexo… Si nos cuesta reconocer todo ello bajo el mismo epígrafe es porque hay una ficción de lo que es y debe ser una pareja que hemos aprendido también desde la ficción y que limita no solo su alcance sino lo que sucede dentro de ese núcleo.
La pareja se retrata comúnmente como dos personas heterosexuales que tienen intimidad física y amorosa y ambas intimidades se viven dentro de unos parámetros muy básicos y acotados.
¿Os habéis fijado en las escenas de cama donde los actores y actrices reducen la sexualidad al coito pero, además, lo practican con la ropa interior puesta? ¿Podemos imaginar a un personaje cocinando sin comida? ¿O a alguien paseando un perro, sin perro?
Pero con el sexo todo vale y nada sirve. Todo pasa por un sobreentendido o cae directamente en la pornografía sin apenas estadios intermedios. Esa pareja de fantasía, que no se reduce a la sexualidad sino que la incluye, convive obligatoriamente y tiene pactos.
De hecho, casi necesariamente busca reproducirse, también tiene un pacto de exclusividad sexual, comparte las finanzas, vehículo y hasta las mascotas y se relaciona con otras parejas similares a ellos. Y, por supuesto, es infiel de manera ocasional y, muchas veces, puede ser dramática.
Con un marco referencial tan acotado, las fantasías, incluso los sueños, salen de la normalidad y hacen saltar las alarmas. Si ampliamos el imaginario, no en su forma concreta sino en su dimensión emocional, podemos definir la pareja como un espacio de seguridad, de confianza y de lealtad (no necesariamente de fidelidad) entre dos o más personas.
¡Sáltate el marco!
Así, abrimos un espacio intermedio que sugiere nuevas formas de encaje entre la ética y los deseos. En un marco de seguridad, los acuerdos entre personas adultas escapan a la pareja de fantasía. La sexualidad es la parte más golosa y nos permite explorar nuestras formas más bizarras sin que la moral se cortocircuite.
Igual que jugar a policías y ladrones no te convierte en lo uno ni en lo otro, los juegos sexuales no son más que eso, simple y llanamente juegos, siempre y cuando el consenso y los límites se hayan pactado con claridad por los miembros.
Del mismo modo, convivir o no, el reparto del tiempo juntos o los códigos relacionales deberían poderse pactar en un lugar intermedio entre la opinión de los vecinos y los deseos propios de cada uno. Digan lo que digan las películas, nuestra vida es mucho más emocionante, mucho más compleja y mucho más larga que cualquier serie de Internet, por muchas temporadas que tenga.
De película: parejas de fantasía en el cine
Three
Película dirigida por Tom Tykwer que apunta precisamente al imaginario de qué debe ser una pareja a pesar de que la vida de los protagonistas se empeña en ir por otros derroteros. ¿Pasará la vida por el tubo de las formas o habrá que adaptar las formas a las circunstancias de la vida?
Un dios salvaje
Maravillosa cinta dirigida por Roman Polanski a partir de un texto de Yasmina Reza. Dos matrimonios toman un café para hablar civilizadamente sobre un altercado menor entre sus hijos. Toda la pasividad agresiva desatada en un film trepidante y desternillante sobre lo que somos y lo que parecemos ser.
Perfectos desconocidos
En su versión italiana, dirigida por Paolo Genovese, presenta una cena entre amigos donde se propone un juego: dejar los móviles en la mesa y que cada uno lea en voz alta el primer mensaje que reciba. ¿Quién será capaz de pasar la prueba del algodón entre su pareja de fantasía y su realidad?