La amistad es uno de los grandes tesoros con los que nos encontramos a lo largo de la vida. La familia es la que está contigo desde que naces. Tu pareja a quien revelas tu lado más íntimo y vulnerable. Tus amigos, esas personas que, sin obligación ni beneficio, están a tu lado siempre que los necesitas.
Pero no todos los amigos duran para toda la vida. Hay amistades más fuertes que otras. Y lo que nos dice la psicología y la filosofía es que podemos saberlo a través de tres poderosas pruebas. Así nos lo cuenta el filósofo moderno Julian de Medeiros, que publica una cita diaria en su cuenta de TikTok @julianphilosophy.
Una amistad que supera tres pruebas

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La cita que Julian comparte con sus seguidores para hablar de amistad es de Isabel Allende, y dice lo siguiente: “La verdadera amistad resiste el tiempo, la distancia y el silencio”. Son estas, y no otras, las tres famosas pruebas que toda amistad verdadera debe superar.
Lo curioso es que esta cita, que proviene de una de las mejores escritoras de nuestros tiempos, coincide a la perfección con lo que sabemos de la amistad gracias a la psicología.
Resiste el tiempo

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La primera prueba es la del tiempo. Lo que nos dice la psicología, y en particular la teoría del apego de Bowlby, es que los vínculos formados desde un apego seguro permiten que dos personas sigan sintiéndose emocionalmente conectadas incluso tras largos periodos sin verse. O lo que es lo mismo, si una amistad es saludable, da igual cuánto tiempo pase sin que os veíais, cuando reconectáis pareciera que la última vez que os visteis fuera ayer.
Aun así, cuidado con la trampa. El valor de una amistad no puede medirse en el tiempo que ha durado, sino en la calidad del vínculo a lo largo del tiempo. Y es que los estudios realizados en adultos sobre la amistad demuestran que no importa cuántas veces hablas con alguien, sino la calidad emocional de las interacciones, a la hora de configurar una amistad. Es decir, que no importa cuántas veces veas a tu amigo, siempre y cuando cada vez que os veáis tengáis conversaciones significativas. Y compartáis tiempo de calidad.
Otro factor psicológico entra en juego cuando una amistad dura muchos años, y es la resiliencia relacional. Con el tiempo, las personas cambian, maduran, enfrentan nuevas etapas vitales… Por eso, si la amistad dura, es un signo de que es capaz de adaptarse a esos cambios sin romperse. Esa flexibilidad emocional es lo que permite que sobreviva a los años.
Resiste la distancia

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Aunque no hay nada como vivir cerca de tus amigos, a veces la vida se entromete y nos acaba distanciando. Pero una buena amistad sobrevive a esta distancia. Porque, en la adultez, las deben mantenerse pese a mudanzas, familias y trabajo. Lo que las sostiene no es la cercanía (en un sentido geográfico), sino la historia compartida y el compromiso emocional.
De esa forma, cuando una amistad se basa en la aceptación profunda del otro, no requiere de la presencia física constante. No hay exigencias ni reproches por no estar. Solo confianza en el vínculo.
La neuropsicología emocional lo refuerza con lo que conocemos como memoria afectiva. El cerebro conserva recuerdos emocionales positivos que se activan, aunque no haya contacto reciente. Esa resonancia emocional nos mantiene unidos incluso estando lejos físicamente.
Resiste el silencio

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La última prueba es la del silencio. La puedes hacer en cuanto estés con tu amigo. Prueba a quedarte en silencio. Si sois capaces de estar así, sin interrumpir la calma, uno junto al otro, es que sois auténticos amigos.
Según el psicólogo Carl Rogers, y su concepto de la presencia genuina, en las relaciones más significativas, la presencial del otro es suficiente. No hace falta hablar todo el tiempo para sentirse conectados. Es lo que la psicología humanista llama también “estar plenamente presente”.
En una amistad auténtica, el otro se siente cómodo contigo, incluso en el silencio, porque hay confianza, aceptación y seguridad
Además, los últimos estudios realizados sobre comunicación no verbal revelan que el vínculo entre amigos verdaderos se expresa tanto en gestos, miradas y silencios compartidos como en las palabras. Lo sabes, porque a veces te basta una mirada con tu amiga del alma para que las dos sepáis lo que la otra está pensando.
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