Las raíces son de gran importancia por su elevado valor nutricional y medicinal, ya que se recogen justo cuando han madurado y han acumulado toda la energía y nutrientes que necesita la planta para crecer y dar fruto.
Zanahorias, remolachas, chirivías, nabos, puerros, jengibre, cúrcuma, rábanos, colinabos… son algunas de estas hortalizas que tanto nos van a ayudar.
¿Sabes cómo cocinarlas?
Las raíces aceptan gran variedad de preparaciones, tanto saladas como dulces. En purés, sopas, salteados, cocidas al vapor, en menestra, al horno, prensadas, guisadas, incluso crudas, aunque si hace frío es mejor consumirlas cocinadas de algún modo.
Al estar en contacto con la tierra, es preferible elegirlas ecológicas, sin pesticidas. Y hay que eliminar bien la suciedad, cortando los extremos y frotando el resto con un estropajo.
Para cocinar el nabo, la remolacha, el apionabo y el colinabo conviene eliminar la piel antes de su cocción, pues es dura.
En cambio para las zanahorias y las chirivías es mejor rasparlas que pelarlas, ya que la mayor concentración de vitaminas se encuentra en la piel.
Aprovecha las hojas
Las hojas de las raíces también se pueden consumir, como cualquier otra verdura de hoja. Nos aportarán, además de sus minerales y nutrientes, el calor y dulzor natural que necesita nuestro organismo para estar en armonía y para que el sistema digestivo funcione adecuadamente y reciba la energía que necesitamos.