Para germinar semillas solo necesitas las semillas, un frasco de cristal, una goma elástica o hilo y un trozo de rejilla, mosquitero o tela. La alfalfa es una de las que cuesta menos de germinar, por lo que es ideal para iniciarse si no se tiene práctica. Y, aunque se tenga, vale la pena siempre germinarlas. Te aportan fitoestrógenos y son muy rica en vitamina K, esencial para la coagulación sanguínea y para la salud de los huesos.
A la hora de germinar es recomendable utilizar semillas ecológicas para asegurarse la máxima calidad.
1. Coloca las semillas en agua
Lava las semillas y ponlas en un frasco de vidrio. Luego cubre la boca con la rejilla o tela y asegúrala bien fuerte con la goma.
Añade bastante agua (tres veces el volumen de las semillas) y déjalas en remojo toda la noche o durante al menos unas 8 horas. Hay semillas que necesitan menos horas y otras más. Lo importante es atender el proceso de germinación.
Este primer remojo activa la germinación.
2. Escurre el agua
Enjuaga las semillas con agua nueva y vuelve a escurrirla colocando el frasco en diagonal. Para ello puedes dejar el frasco sobre un escurridor de platos, o si no sobre algún recipiente. Así se irá escurriendo poco a poco.
Si las semillas quedaran muy amontonadas, gira un poco el tarro para repartirlas mejor.
3. Enjuágalas varias veces
Mientras esperas a que germinen, debes ir enjuagándolas una o dos veces al día, según la humedad del ambiente. Lo ideal es que durante los primeros días las semillas permanezcan en la oscuridad o tapadas con un trapo. Tardarán en germinar entre uno y siete días, según la semilla.
El tamaño de los brotes ayuda a saber si están listos. Los de alfalfa, cuando están listos para consumir, miden unos 5 cm.