Tu locura es tuya.
Te pertenece.
Igual que a mí me perteneció esta nariz o la curiosidad.
No sabes cómo lo siento.
Porque estás loca o loco y lo único que hacemos es tratarte como alguien que no está sano.
Como si lo sano fuera estar como nosotros.
Encerrados en aulas durante años, en gimnasios, en nosotros mismos y en relaciones por compromiso.
Tomando Xanan y Orfidal y Emotival y Cipralex y Ludiomil para soportar nuestra cordura, para no soltarnos de la cuerda y caer al abismo.
Para poder aguantarnos.
Y tú, que tal vez no te aguantas, molestas.
Nos molestas porque tenemos miedo a que nuestra realidad no sea la única existente, porque si tú eres el loco, yo estoy bien.
Sí, nosotros, los que no estamos locos, ¡ja!, contribuimos a tu malestar para sentirnos más seguros.
¿Por qué tengo que entender que alguien me hable de la bolsa y no puedo entender que me hable de las voces que escucha en su cabeza?
¿Por qué el índice bursátil es real y algo que se produce en ti no lo es?
En el instante en que maldices a alguien que no es como tú te conviertes automáticamente en un maldito.
Un maldito que lo único que hace es recetar pastillas cada seis meses, que le dice a otra persona que es incapaz y le amputa los pensamientos.
Un maldito que te responsabiliza de la violencia del mundo.
Un maldito que defiende su realidad como la única verdad.
Sí, un maldito que no entiende absolutamente nada.
¿Sabes lo que es traerte un sueño al instante en que estás despierto y no ser capaz de explicarlo?
¿Sabes lo que es que no te acompañe la materia?
¿Sabes lo que es herir aquello que amas?
Y no poder evitarlo.
No sabes cómo lo siento.
De verdad que no estás solo.
Tú eres yo, solo que yo tal vez puedo organizar mi pensamiento de una manera más entendible.
Nada más.
Tú eres un bailarín, un pintor, una curandera, un niño que peina a su perro, una mujer que abraza caracolas.
Solo que nadie te aplaude.
Tú eres el viento que todo lo agita.
En un mundo más incómodo para esta vida, sí, pero igual de válido.
No estás solo.
No estás enferma.
Si vienes a gritarme, te daré un abrazo.
Si vienes y me hablas de alondras y grifos, te escucharé.
Si vienes y me das una torta, hay otras cosas que también me golpean, no pasa nada.
Si vienes siendo mil millones en uno, los respetaré a todos por igual.
Tú eres así.
Y eso ha de ser hermoso.
No luches para que se te pase.
Simplemente acéptalo.
Habrá veces que estés más allá que aquí.
Y nos verás como luces que se encienden al anochecer en un pueblo al borde del mar.
Regresarás y merecerás el amor.