El estrés se esconde detrás de muchas dolencias que sufren las mujeres, como el dolor crónico o las patologías cardiovasculares. La carga física y emocional de trabajar en casa y fuera es la causa principal del estrés, y las dificultades para descansar, uno de los primeros síntomas.
Se suele atribuir el dolor y el cansancio de las mujeres a que están estresadas, utilizando este adjetivo casi como un arma arrojadiza, como si las mujeres no supieran organizarse y usar racionalmente su tiempo.
En la mayoría de las ocasiones, la palabra estrés se usa como sinónimo de tener mucho trabajo o de realizar tareas que provocan tensión nerviosa, olvidando por completo su significado biológico. Para entenderlo, es necesario saber cómo se producen las hormonas que se movilizan en las situaciones de estrés.
Estrés en mujeres: ¿de dónde viene?
El cortisol, una hormona que se produce en la corteza suprarrenal, la adrenalina y la noradrenalina, que se producen en la médula, siguen un ritmo circadiano –sus niveles varían durante las veinticuatro horas del día– y su producción puede verse estimulada en situaciones en que las personas se sientan presionadas para trabajar de una forma más intensa o continuada.
En el caso del cortisol, su secreción decrece al atardecer, y solo con esa disminución se consigue un sueño reparador. En una persona estresada el nivel sigue alto a última hora de la noche. Pero, ¿todas las personas responden igual a los estímulos laborales o emocionales?
Y aun más, ¿hay diferentes formas de vivir el estrés según el sexo? ¿Existe una forma diferente de estrés en las mujeres y en los hombres? No podíamos dar respuesta a esta pregunta sin las investigaciones que la doctora Marianne Frankenhauser, del Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia), inició en el año 1975 sobre las repercusiones neuroendocrinas de las situaciones de estrés diferenciadas por sexo.
Diferencias de género
Las situaciones estresantes que comportan pérdida de control, desamparo, desesperanza, dolor..., situaciones en las que la presión externa o interna es muy grande, producen un incremento del cortisol.
En cambio, la secreción de adrenalina y noradrenalina depende del tipo de estímulo, de cómo afecta a las emociones de la persona y la forma en que esta vive una determinada situación en función de su biografía, su propia historia y sus deseos.
Los investigadores estudiaron si los escolares de ambos sexos reaccionaban de modo diferente en situaciones de estrés.
- Comprobaron que, al hacer pruebas de aritmética o test de inteligencia, en principio los chicos segregaban más adrenalina que las chicas.
- La siguiente etapa de la investigación se centró en estudiantes de 16 años que iniciaban la escuela superior o el bachillerato: la elevación de adrenalina seguía siendo superior en los varones, pero las chicas acortaron distancias.
- Los niveles se igualaron cuando se analizaron las reacciones de un grupo de estudiantes de ambos sexos que iniciaban estudios de ingeniería.
La primera conclusión fue que los niveles de adrenalina dependían de las expectativas que tenían chicos y chicas en cada momento y no de una diferencia biológica en las glándulas suprarrenales.
Cuando se comparó el incremento de adrenalina en padres y madres que habían llevado a su hijo al hospital, se observó un aumento mayor de esta hormona en las madres, aunque los padres también sufrieron un incremento desde los niveles basales. Quizá ellas tenían más miedo o angustia.
En cualquier caso, los experimentos muestran que la secreción hormonal depende, mayoritariamente, de la vivencia emocional del estrés.
En estudios posteriores realizados por Frankenhauser y Lundberg, se compararon los niveles de tensión arterial y de las hormonas suprarrenales de ejecutivos y ejecutivas suecos que tenían las mismas condiciones de trabajo en el ámbito laboral y en casa.
- Durante la jornada laboral, la tensión arterial de los hombres aumentaba y la de las mujeres bajaba. Los incrementos hormonales eran de predominio masculino.
- Pero por la tarde, al llegar a casa, la tensión arterial aumentaba entre las mujeres y disminuía entre los hombres.
- Del mismo modo que se producían incrementos claros de adrenalina y noradrenalina entre las ejecutivas, que superaban en tres veces el punto más alto de los niveles hormonales durante las horas de trabajo.
Un exceso de las hormonas causantes del estrés neuroendocrino durante la tarde y la noche impide un buen reposo nocturno.
Dolencias físicas
Si nos acostamos con unos niveles elevados de adrenalina, tendremos insomnio, o sueño con intermitencias, no reparador. A la mañana siguiente se producirá un dolor en la zona del trapecio (en la parte superior de la espalda y la nuca), porque el músculo está contracturado.
El estrés crónico se acompaña de taquicardia (pulsaciones más rápidas de lo habitual) y puede manifestarse con dolor abdominal o el denominado síndrome del colon irritable, en el que se producen dos o tres deposiciones seguidas cada mañana acompañadas de un ligero dolor.
También se pueden presentar contracciones musculares involuntarias o movimientos repetidos de los músculos de alrededor de los ojos o los labios durante diferentes momentos del día.
Todos estos síntomas son efectos secundarios del estrés crónico, sea por exceso de estrés en el trabajo, sea por la doble jornada que, por ahora, comparte la mayoría de las mujeres del mundo.
Sin embargo, el papel del estrés en el dolor de las mujeres no ha sido valorado como causa de fibromialgia, cuando en esta enfermedad todas las mujeres tienen una gran contractura de la musculatura de la espalda.
Tampoco se tiene en cuenta en la evaluación de los dolores poliarticulares, ni como causa indirecta de patología cardiovascular.
En definitiva, se utiliza la palabra estrés para culpabilizar, pero no para procurar entender las causas del dolor y las condiciones de vida y trabajo de las mujeres que deberían cambiar.
La vida de las mujeres supone un doble esfuerzo
Cuidar es una tarea que amenaza la salud de quien la practica tanto por el esfuerzo físico como emocional: se ha comprobado que es una de las actividades que provoca más estrés físico y mental.
Cuidar niños es una sobrecarga, pero cuidar ancianos, y más si están enfermos, descompone el equilibrio vital y se convierte en una de las primeras causas de desencadenamiento del dolor crónico en las mujeres.
La mayoría de las personas cuidadoras son del sexo femenino y, dada la mayor longevidad de la población, muchas dejan de trabajar fuera de casa para poder ponerse a disposición de los familiares más allegados, por voluntad propia o por falta de recursos, pero, en todo caso, sufriendo.
¿Pueden la sociedad y los servicios sociales mantenerse al margen de esta larga cadena de sufrimiento, de jornadas interminables, de deterioro de la salud mental de las cuidadoras sin soporte social, sin ayudas y sin recursos?
Una discriminación más profunda e invisible recae en las espaldas de las mujeres. La pérdida de valor, de prestigio social, acompaña a todas estas tareas, que solo se hacen visibles cuando no se realizan.
Esta falta de reconocimiento de la vida privada, de la necesidad de que alguien acoja a los hijos cuando llegan por la tarde a casa, de que es imprescindible que alguien asuma esa función emocional en las familias, de que el trabajo de la reproducción se debe hacer cada día, es uno de los grandes fracasos de la sociedad que denominamos desarrollada.
Aunque se propugnen leyes para la conciliación de la vida familiar y laboral, parece que este sea un tema que solo afecte al sexo femenino.
La doble jornada, como hemos visto, es uno de los factores que más contribuye al estrés de las mujeres, sometidas a unas condiciones de vida que a veces han aceptado inconscientemente, ya que sus madres y abuelas lo hicieron en su día.
Esta aceptación, y el hecho de que las tareas domésticas no se compartan, les impide liberarse de ellas, limitando sus horas de sueño y el desarrollo de sus vidas profesionales.
¿Podemos evitarlo? Claves para la prevención
En primer lugar, es importante que cada persona reconozca si algunos de sus síntomas tienen relación con los descritos como consecuencia del estrés. Si el estrés crónico se confirma, es vital que tome medidas en su vida personal y en su entorno familiar y laboral, básicamente:
- Cuidar el descanso. Conviene que las horas previas al inicio del sueño sean un camino hacia la relajación: no hay que revisar el correo electrónico ni dedicarse a trabajos que requieran tensión física o emocional.
- Marcar las condiciones de trabajo. Es necesario que dejen un tiempo para la vida personal.
- Repartir las tareas. La corresponsabilidad de toda la familia beneficia a todos sus miembros. Realizar todas las tareas de subsistencia es una carga injusta y dolorosa para las mujeres.
- Disponer de tiempo personal. Las personas que cuidan de enfermos o ancianos necesitan tener unas horas de tiempo libre al día y a la semana. En vacaciones, sería ideal combinar esa responsabilidad con otros familiares para que el cuidador principal pueda disponer de un período de desconexión real.